El Rey acaba de firmar el decreto de disolución de las Cortes y convocatoria de elecciones generales para el 26 de junio, y los partidos se lanzan a la carrera electoral con la idea en la cabeza de que la nueva cita con las urnas no va a cambiar mucho el panorama generado el 20D. Esto aparece afianzado por el sondeo del CIS, que señala que el 78,4% de los españoles volverían a votar lo mismo y apunta la subida de la abstención.
Lejos de centrarse en la regeneración democrática que recupere el interés ciudadano, arranca la precampaña manteniéndose el cruce de reproches para descargar en otros la culpa del fracaso político: PP y C’s recriminan a Pedro Sánchez el veto a pactar con el PP; el PSOE acusa a la línea dura de Iglesias en Podemos, impuesta sobre la de Errejon; los podemitas insisten en el culpar al líder socialista por pactar con C’s, despreciando el “gran frente de izquierdas”…
Esta falta de entendimiento se retrataba este mismo lunes en los actos en torno a la celebración del 2 de mayo, “una de las pocas fechas españolas en las que es posible no avergonzarse de ser español”, destacaba el escritor Arturo Pérez-Reverte, que en su reproche a los líderes políticos asistentes a la recepción sumaba la inacción hacia los jovenes “ninguneados” que deben abandonar España para buscarse el futuro. Tampoco la cantaora Estrella Morente se quedaba corta, al hablar de ciudadanos “hartos de que en España no haya diálogo”.
Poco sentido de regeneración en el arranque de precampaña
El propio PP, Mariano Rajoy -participante en el mencionado acto del 2 de mayo-, lejos de asumir errores y corregir sus traiciones a los valores, causa de su declive electoral, sólo parece seguir teniendo ojos para su persona. En este final de la legislatura más corta los populares han dedicado el comité ejecutivo nacional a desplegar esfuerzos para que toda la cúpula del partido cierre filas en torno a su liderazgo.
Rajoy solo se permite un respiro en su obsesión con la economía -al final, más del ego por mostrarse como artífice de la recuperación que salvó al país del rescate europeo-, gracias al capote que se le brinda desde la Comisión Europea para no sancionar el incumplimiento español del déficit, pero en el resto sigue claudicando. Hoy mismo se evidencia una nueva rendición a los secesionismos, a través de la educación.
Según revela el diario El Mundo, el Gobierno de Rajoy, el mismo que allá por 2012 establecía como compromiso estrella que los alumnos estudiaran la misma Historia en toda España con las reválidas de la ESO y Bachillerato, prepara nuevo decreto con el que rebajar las competencias del Estado y dar más control a las autonomías. Ello, tras desentenderse del plan para escolarizar en castellano en Cataluña (el presupuesto ha caído de cinco millones de euros a un millón en 2016), y suprimir otras medidas de la ley del defenestrado ministro Wert.
Mientras, en el PSOE Pedro Sánchez sigue dispuesto a todo por obtener la presidencia, incluido el pactar con aquellos que buscan destruir la unidad de España. Insistiendo en que su ideario nada tiene que ver con el PP, vuelve a rechazar de plano, en las ‘primarias exprés’ iniciadas en el partido, un gran pacto de Estado con el PP en caso de que nada cambiara tras el 26J, pero mantiene en cambio la mano tendida a Podemos.
Ciudadanos deja bien claro su ideario de izquierdas. Su preocupación cierta por la unidad de España no confunde al electorado respecto a otros valores fundamentales. Tampoco su postura frente a la corrupción, que de hecho también comienza a salpicarle o que no le suscita escrúpulos para sostener al PSOE en Andalucía, pese al macroescándalo de los ERE. Las últimas promesas y apuestas de la formación no le muestran muy alejados de los podemitas ni de otros extremismos de izquierdas cuando hablamos de valores.
Lo evidencian desde las apuestas de su programa por el aborto –corrigiendo incluso Albert Rivera a los médicos de sus propias listas cuando denuncian esta violencia- la eutanasia o los vientres de alquiler, -, hasta su definición como partido laico y progay, alentando legislaciones a las que se compromete con los minoritarios colectivos de la ideología de género : en ese sentido sostiene que sentir un sexo diferente al de nacimiento “es innato”, mostrándose a favor de que los menores cambien de nombre según “su condición sexual”-.
A ello se suma su juego con la libertad educativa –como se observa en su resistencia a concertar a la educación diferenciada-, y su alineamiento con la desmemoria histórica, que tan flaco favor hace a la unidad y mucho al enfrentamiento entre españoles.
Podemos, dando prueba a diario de sus ataques a las libertades y derechos fundamentales desde su irrupción en las instituciones arranca precampaña apostando por el gran frente de izquierdas, esforzándose en sus negociaciones con IU para lograr una confluencia electoral. Al tiempo, relanza con fuerza su vena republicana: “Es tiempo de preguntarle a la ciudadanía si quiere mantener la monarquía”, exhorta su portavoz en el Senado, Ramón Espinar.
Desde IU, Alberto Garzón aprovecha sus conversaciones con Pablo Iglesias para negociar con Podemos el saldo de la deuda de 16 millones que pesa sobre su formación, sin que parezca importarle el riesgo de acabar fagocitado por el populismo.
En resumen: el panorama político nos muestra la necesidad de una auténtica regeneración política en defensa de los principios fundamentales. Si este afán no figura en el empeño de las grandes formaciones políticas, habrá que buscarlo en otras. Los extremistas de izquierda lograron auparse en las instituciones, desafiando a los que dudaban del descalabro del bipartidismo. Los defensores del ‘voto útil’ erraron también al conformarse el desgobierno sin precedentes que define a la finiquitada XI legislatura. En los ciudadanos recae de nuevo esta gran responsabilidad; aprender de los errores para mantener una España unida, fiel a sus raíces y valores.
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