Los cardenales católicos Charles Chaput y Robert Sarah.
Los cardenales católicos Charles Chaput y Robert Sarah.

La misericordia no está reñida con la verdad. Más bien van unidas. Por eso decía el cardenal Robert Sarah, prefecto para la Doctrina de los Sacramentos, que amar a los homosexuales es decirles la verdad.

En un artículo pubicado en The Wall Street Journal (‘Cómo pueden los católicos acoger a los creyentes LGBT’), el purpurado africano decía el amor es incompatible con la mentira en lo que hace a la actitud de los creyentes con respecto a los homosexuales, y que una de las armas más insidiosas de la cultura de la muerte para atacar a la familia es la «compasión», una falta compasión que lleva a justificar el pecado y el error.

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Este es también el hilo conductor de otro artículo que ha publicado Charles Chaput, arzobispo de Filadelfia en Catholic Philly, que ha hecho un llamamiento a los católicos para afrontar la guerra cultural que plantea la dictadura de lo políticamente correcto contra la familia.

Explica Chaput que “nadie quiere que le digan lo que tiene que hacer” pero, sin embargo, en la sociedad actual la mayoría se sitúa dentro de la corriente dominante y de lo políticamente correcto.

En ese sentido elogia la Declaración de Nashville, en la que líderes evangélicos aprobaron un documento que defiende el matrimonio ante la ideología de género. Y no sólo eso sino que  “reafirma las creencias bíblicas históricas sobre el matrimonio, la castidad y la naturaleza de la sexualidad humana”.

Cardenal Chaput: «El llamamiento a la castidad se aplica a todas las personas, cualesquiera que sean sus inclinaciones sexuales»

El prelado norteamericano explica que la familia está en guerra frente a nuevas corrientes que tratan de presentar el error como verdad y lo malo como bueno. Una guerra cultural, especialmente sibilina, pero terriblemente destructora.

Por eso, advierte, “no vivimos en un tiempo ‘normal’. Vivimos en medio de una guerra cultural. Un esfuerzo metódico se está desarrollando ahora en los medios de comunicación para refundir las verdades bíblicas como una forma de ‘odio’, para redirigir la opinión pública lejos de esas verdades verdades bíblicas y para silenciar a cualquier persona que permanezca fiel a la enseñanza cristiana en asuntos de sexualidad, identidad, familia y matrimonio”.

Y el dilema para muchos cristianos esa así de crudo: “O te adecuas a los nuevos dogmas del rebaño o atento a las consecuencias”.

En esta contienda por la familia y el matrimonio, la sexualidad es de vital importancia. “Es un bello regalo de Dios y tiene un propósito, -recuerda-, y dentro del matrimonio, la intimidad sexual es una fuente de unidad, alegría y nueva vida”.

Pero sacar al sexo del contexto de donación y entrega implica destruir la familia y sembrar la infelicidad y la frustración. De ahí la importancia que tiene la castidad.

«El llamamiento a la castidad se aplica a todas las personas, cualesquiera que sean sus inclinaciones sexuales”.

Sobre las relaciones homosexuales: «La verdad sin amor se convierte en un arma. Pero ningún amor verdadero, ninguna misericordia auténtica, puede existir separando la verdad”.

 Esa guerra cultural tiene ahora un peligroso ariete, revestido de libertad y tolerancia: la ideología de género.

Igual que hacía el cardenal Sarah, Chaput señala que es preciso distinguir entre el respeto: “las personas merecen respeto y comprensión como hijos de Dios», y la necesidad de señalar el error: “las relaciones del mismo sexo son gravemente pecaminosas y perjudiciales para el bienestar de los que participan en ellas. Las personas que se identifican como miembros de la comunidad LGTB deben conocer esta verdad en la caridad, especialmente de los sacerdotes que hablan en nombre de la Iglesia”.

“En otras palabras –añade el prelado-, necesitamos decir la verdad con amor. La verdad sin amor se convierte en un arma. Pero ningún amor verdadero, ninguna misericordia auténtica, puede existir separando la verdad”.

El caso de la madre de familia cuestionada por su fe

El arzobispo aprovecha su texto para recordar el caso de Amy Barrety. El pasado 6 de seotembre se sometió en el Senado  a una audiencia con Amy Barrety, profesora  de Derecho en la Universidad de Notre Dame, católica practicante y madre de familia numerosa para el cargo de juez en el Tribunal de Apelaciones del Séptimo Circuito.

La noticia se produjo por el acoso que estos senadores sometieron a la candidata por su conveniencia para el puesto debido a su fe.

El dogma vive a todo volumen en ti”, le dijo una senadora a Barretty, que criticaba que si accedía al puesto no sabría diferenciar entre su fe y su trabajo.

Complejísimo dilema. Y encomiable actitud la de tantos cristianos que no temen defender y proclamar sus convicciones. Como subraya Chaput:

«Muchos cristianos fieles todavía dejan que sus convicciones ‘vivan en voz alta’ en sus corazones y en sus acciones. Se llama ser testigo. Lo que se necesita es un poco de valor. Así que tal vez ellos –y todos los demás que buscamos seguir a Jesucristo- debemos subir el volumen”.

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