Manchester, París, Berlín, Barcelona o Turku son algunas de las ciudades que han sido atacadas en Europa por el terrorismo islámico.
Pese a que los intentos por unificar la política exterior de los Estados miembros de la Unión Europea lleva años en proceso de definición, no todos los países mantienen la misma postura ante el tratamiento de los conflictos internacionales, lo que podría significar, a priori, una ‘diferencia de culpabilidad’ que pueda justificar el ser objetivo de los yihadistas.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraComo explica Giulio Meotti en Gatestone, “España y Alemania contribuyen menos que otros a los esfuerzos de la OTAN […] España gasta […] el 0,91%. Alemania sólo lo hace un poco mejor: el 1,19%. Finlandia jamás se unió a la OTAN”. Es decir, estos tres países no son precisamente los líderes en intervenciones militares en países islámicos, por lo que sorprende que hayan sido castigados, especialmente el país teutón.
España y Alemania son de los países con menor presupuesto para la OTAN, Finlandia nunca se unió
El caso más llamativo de los tres es el finlandés. Un país de cinco millones de habitantes con una larga tradición pacífica aunque haya participado en alguna misión de la OTAN y de la ONU como apoyo -más por obligación con sus socios que por convencimiento-, no encaja en la imagen de enemigo que la propaganda yihadista vende. Entonces, ¿por qué nos asesinan?
El complejo de culpa de Occidente
La pregunta tiene dos posibles respuestas. La primera, en clave externa, es que los radicales no necesitan una razón que encaje en nuestra cosmovisión para cometer atentados. “Atacan por igual a Francia, que realiza operaciones militares en Oriente Medio y el norte de África, y a países como España y Alemania, que son neutrales. A ellos les basta con declarar que, según la doctrina islámica, la tierra que una vez estuviera bajo dominio musulmán siempre está bajo dominio islámico”, explica Meotti.
España es un punto de especial sensibilidad al ser todavía considerada, seis siglos después, como Al-Andalus y, por lo tanto, territorio de la Umma –comunidad islámica-.
La segunda, en clave interna, es que Occidente no ha sabido (o querido) reafirmarse en su identidad histórica –Derecho romano, filosofía griega y humanismo cristiano- para enfrentarse con firmeza a los retos de la multiculturalidad, hija del globalismo de las élites, como consecuencia de la inmigración masiva. Dudar de lo que uno es habría llevado a Occidente, lenta pero inexorablemente, a la indefensión de sí misma -cultura, pueblos, fronteras-.
El complejo de Occidente le ha condenado a hincar la rodilla frente al yihadismo
En este campo destaca el filósofo francés Pascal Bruckner, quien en su libro La tiranía de la penitencia: un ensayo sobre el masoquismo occidental (2006) expone por qué Occidente vive un complejo identitario que le conduce a aceptar y a defender, por encima de lo propio, lo externo. Esta manera de ser sería la que está minando la seguridad y confianza en los valores occidentales, lo que supondría la destrucción de la base que permitió ser a Occidente lo que es hoy en día.
Ejemplos de esta endofobia se ven a diario: la eliminación del cristianismo en las escuelas pero la introducción del islam al mismo tiempo, la prohibición de la defensa de los Estados-Nación por la imposición de la Europa federal, la culpa inexpurgable de acontecimientos históricos pasados como guerras, conquistas, etc. o la imposición del relativismo como nueva columna vertebral moral del sistema.
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