La equidistancia no es justicia cuando es entre delincuentes y víctimas
La equidistancia no es justicia cuando es entre delincuentes y víctimas

Hablaba con un amigo sobre las políticas penitenciarias del presidente de El Salvador, Nayib Bukele, y me decía que estaba saltándose todos los derechos humanos. No mentía. El dirigente latinoamericano está sometiendo a matanzas masivas a los miembros de las Maras -bandas salvadoreñas en las que sus miembros adornan todo su cuerpo con tatuajes-, humillando a los criminales ante el escarnio público y ejerciendo torturas a cada de sus integrantes. Esas políticas de mano dura han conseguido que el país más peligroso del mundo reduzca su índice de criminalidad y de asesinatos. 

Me encontraba en una tertulia de mesa y mantel cuando al hablar sobre la falta de dureza del Código Penal español una de las interlocutoras espetó de forma contundente: “pero existen los derechos humanos”. Otra vez el argumento con el que me había obsequiado mi colega en la otra conversación. Cuanto daño han hecho las malentendidas y manoseadas garantías universales.

Algunas personas creen que La Sexta da información.

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Ignoran el famoso binomio comunicante entre la libertad y la seguridad de que si quieres más protección debes renunciar a parte de esos derechos. El pijo, cosmopolita y caprichoso hombre posmoderno quiere caminar seguro por sus calles mientras se condena a los criminales a hacer cursos de inserción o se priva de medios a las fuerzas de seguridad del estado. Veía el otro día un vídeo en el que un afroamericano le propinaba una paliza a dos policías sin que estos pudieran hacer nada. No es que fueran unos matados, que también, (siempre digo que no entiendo como no se instruye a nuestros agentes en algún arte marcial) sino que saben que cualquier movimiento desproporcionado puede desembocar en una investigación de asuntos internos y su posible expulsión del cuerpo.

Los criminales cada vez tienen más derechos y las víctimas más indefensión. Todo porque vivimos en un sistema dominado por los falsos moderados que en realidad ejercen como aliados de los verdugos. Vivimos en jurisdicciones en los que el que okupa una casa tiene más derechos que su propietario. 

Nadie se atreve a decir que a lo mejor una de las formas de terminar con tanta peligrosidad está en actuar con mano dura ante los enemigos de la libertad. En cuanto subes un poco el tono y amenazas con endurecer un ápice nuestro código penal te viene el cenizo con lo de los derechos humanos. ¿Dónde estaban los derechos humanos de los asesinados por ETA? ¿Dónde estaba la dignidad de los cortados a trocitos por las bandas latinas? ¿Qué ha sido de las garantías de las chicas violadas y asesinadas? Todo eso parece no importar, aquí solo nos interesan los que aprietan el gatillo.  

Sino hubiese paz para los malvados sí que viviríamos en paz.  

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