Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, en el Congreso de los Diputados. /EFE
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, en el Congreso de los Diputados. /EFE

Me preguntaba hace algunas semanas si sería factible tumbar al Gobierno de Pedro Sánchez y desgraciadamente, a cada día que pasa, descarto con más fuerza esa posibilidad. No digo que el ejecutivo social-comunista no vaya a caer por el propio peso de su incompetencia, si no que la opción de conformar un gabinete alternativo es cada vez más quimérica.

Cuando parecía que los nacionalismos le podían dar la espalda el presidente de Gobierno sacó a relucir de nuevo sus armas de seducción para reconquistar el corazón de los pasionales secesionistas. Son unos románticos, les gusta ser cortejados, que se ceda ante ellos y se les prometa la luna mientras se les mira a los ojos a la vez que una llama de correspondencia se les dibuja en la pupila. Se sienten afortunados, saben que son el socio preferente de Pedro Sánchez, conocen de buena tinta la predilección del Gobierno a contentar sus prerrogativas antes que las del PP o Ciudadanos. A Vox ni lo menciono. Ya vemos como la banda maltrata a Santiago Abascal como si su grupo parlamentario fuera un mero complemento decorativo del Congreso.

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Si abogas por la igualdad entre todos los españoles y el régimen constitucional eres marginado cual apestado sin titubear trasladándote al gallinero de la indiferencia

PSOE y Unidas Podemos solo se juntan con aquellos quienes tienen el objetivo de alterar nuestra democracia. Si abogas por la igualdad entre todos los españoles y el régimen constitucional eres marginado cual apestado sin titubear trasladándote al gallinero de la indiferencia. La verdad es que a Sánchez se le quitaría el insomnio que le produce gobernar con Podemos si el Parlamento estuviera conformado únicamente por las 177 butacas que le respaldan. Vox y PP están de más. Ya asistimos en cada sesión al espectáculo que trata de abochornar a los diputados de la derecha para que abandonen las salas. La única palabra que aspira intercambiar Iglesias con Vox es «Cierre al salir». Su sueño más húmedo es ver una oposición diezmada y ridiculizada que huye despavorida mientras él viola nuestra democracia. No solo quiere azotarla haciéndola sangrar, sino degenerarla hasta que no la reconozcan ni los padres que la parieron. 

Delito que tiene un cooperador necesario, Ciudadanos. Los que me conocen saben lo mucho que me duele estar viviendo esto. Me quita el sueño ver como el partido que tanto ha luchado por las libertades de los españoles es ahora el tonto útil que pone su coche para perpetrar el crimen. De escándalo, las siglas que estaban llamadas a hacer una oposición sensata son ahora los que blanquean las conductas torticeras del Gobierno.

PP y Vox tienen que dejar de perseguirse, deben centrar todos sus esfuerzos en derribar al enemigo en común, al verdadero mal que nos asola

Cuando no solo no cortas las garras opresoras de un tirano, sino que le extiendes una alfombra roja no estás siendo opositor, sino benefactor. Apoyo incondicional, -recordemos que el partido de Inés Arrimadas lleva apoyando la barra libre potestativa de la que disfruta el gobierno con el Estado de Alarma desde mediados de marzo-, que por mucho que los líderes que permanecen en la disciplina naranja quieran justificar con una presunta vuelta al centro, no tiene explicación. Hasta algunos de sus fundadores como Arcadi Espada que soslayó en una entrevista para El Español que «los españoles están siendo obedientes como en el franquismo, no responsables», o Félix Ovejero que escribió en una red social el parecido de Ciudadanos a una vaca sin cencerro, critican la deriva del partido hacia ninguna parte.

Acontecimiento triste para España, patria que necesita a Ciudadanos, no al de ahora sino al de antes, al de verdad, no al sucedáneo cocinado a fuego rápido y viciado. Voy más allá, requerimos de una oposición unida no fragmentada. Si no sacar a Sánchez de La Moncloa será una quimera. Como dijo Rubén Amón en su artículo en El Confidencial de la semana pasada al referirse a la permanencia del presidente en el poder: «Llegará a 2023. Porque no hay alternativa. Porque amamanta con esmero a los lobos soberanistas. Y porque la derecha conspira contra sí misma». PP y Vox tienen que dejar de perseguirse, deben centrar todos sus esfuerzos en derribar al enemigo en común, al verdadero mal que nos asola, el que no esta cortando las alas de la libertad haciéndonos caer en el hoyo de la obediencia.

Por más veces que se le repitan las verdades, la mente fanatizada de la progresía presunta no entra en razón. No se puede aspirar llegar a un sitio que se desconoce su existencia

Solo así la democracia se abrirá camino también con discursos sensatos, intervenciones que en ocasiones dejan mucho que desear repitiendo la misma retahíla pese a que a veces no vengan a cuento. Hablo de cuando Santiago Abascal empezó a dar lecciones de historia a la izquierda sobre cómo el Che Guevara asesinaba a homosexuales en plena sesión correspondiente a la crisis del covid-19. Uno, como hasta miembros de Vox me reconocieron, estaba fuera de contexto sacar a la relucir la homofobia histórica de la izquierda en una votación para prolongar el Estado de Alarma.

Dos, por más veces que se le repitan las verdades, la mente fanatizada de la progresía presunta no entra en razón. No se puede aspirar llegar a un sitio que se desconoce su existencia. Solo con una oposición consciente, y esto quiere decir saber de que hay que hablar en cada momento sin confundir las sesiones extraordinarias relacionadas con la crisis sanitaria con las de control al Gobierno, podremos ganar la batalla de la verdad. Realidad que no solo tiene que ser, sino también parecer. Argumentar con datos y no con insinuaciones que den rienda a la interpretación deslegitimadora de terceros.   

Conseguiremos que este Gobierno caiga con una oposición unida que no se mengüe a sí misma

Veracidad que debemos encontrar de los referentes intelectuales de nuestra época. No de tiempos pasados, de ahora, de hoy, del presente. Si se tumbó a la tiránica y ladrona II República fue gracias a que grandes eruditos dieron el callo. Unamuno, Ortega y Gasset y Pío Baroja, siendo este último el que afirmó que «la Segunda Republica fue una fiesta que acabó en borrachera y después en riña», ejercieron al final del régimen republicano como grandes críticos que movilizaron el malestar a través del intelecto. Pensamiento que brilla por su ausencia en estos tiempos. Y no solo porque vamos como oveja sin pastor, si no también porque en cuanto algún iluminado dice algo ocurrente, un sequito le endiosa como si estuviéramos ante una gran autoridad.

En el país de los ciegos el tuerto es el rey. Personajes sobrevalorados como Alvise Pérez, que durante esta crisis se ha erigido como uno de los mamporreros de la derecha. Un hombre cuya aportación se resume a miles de tweets, a miles de caracteres bien conectados fruto de mensajes ingeniosos. Actividad que, desde mi punto de vista, no le valida para alzarse como líder de nada. Puede que este siendo duro o incluso elitista, pero es así. El día que el señor Alvise Pérez proporcione material de mayor calado como artículos o libros podrá encabezar la revolución, de momento tan solo es un valiente que envía mensajes con la paloma azul. No le quito merito, créanme. Pero considero desgraciadamente que todavía no está en posición de salir a la palestra y de acaparar todo lo que está ocupando. Lo mismo cabe decir de Pepe Reina u otros deportistas que están aupándose como lideres sociales. No digo que no merezcan serlo, pero sí que juzgo a esta sociedad por el hecho de poner por delante a estas figuras antes que a pensadores como Arturo Pérez-Reverte, Juan Ramón Rallo, Javier Marías, Juan Manuel de Prada u otros que a través de su trayectoria manifiestan tener más que aportar.

Conseguiremos que este Gobierno caiga con una oposición unida que no se mengüe a sí misma, y con un mensaje fundamentado en la verdad que no sea de gatillo fácil cayendo en el ataque obvio. No olvidemos la importancia de la comunicación. Transmisión que debe ser de laboratorio, no de barra de bar ni de Twitter.   

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