
Cuando un profesor entra en su aula, generalmente, y como debiera ser siempre, intenta transmitir el máximo de conocimientos a sus alumnos con entusiasmo e incluso pasión, como le gusta decir al profesor Fernando Paz.
Ser docente es una profesión muy bonita y vocacional que se disfruta. Sin embargo, aumenta el número de los que se dan de baja por ansiedad y/o depresión o lo sufren en silencio. ¿Qué está pasando?
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraLos profesores son las víctimas olvidadas de un sistema que los desprecia y no incentiva su autoridad.
Con demasiada frecuencia los docentes tenemos que enfrentarnos a alumnos que no tienen ni la más mínima idea de lo que supone el RESPETO. Un valor muy necesario para que haya un mínimo de convivencia pacífica entre las personas, y sin embargo, está cayendo en un pozo sin fondo.
Alumnos que miran con desprecio y altaneros, que insultan e incluso agreden físicamente a sus profesores se están convirtiendo en hábitos generales entre los menores. Si bien es cierto que se da más en los institutos, es cada vez más asiduo encontrar alumnos de 5 o 6 años que te mantienen la mirada fija desafiante.
No es de extrañar esta situación si tenemos en cuenta que, en sus propias familias, muchos de estos alumnos, crecen observando cómo sus propios padres se tratan a patadas con insultos e incluso a sus hijos, o cómo en las redes sociales está más que aceptado todo tipo de faltas de respeto con un enfrentamiento sin fin. La violencia es una constante en las aulas y a nadie parece preocuparle. ¿Qué les estamos inculcando a nuestras futuras generaciones?
Según últimos datos 4 de cada 10 profesores sufren denuncias falsas de sus propios alumnos. Los docentes permanecemos muchas horas con nuestros alumnos y podemos llegar a sentir gran cariño hacia ellos, ¿puedes llegar a hacerte una idea de lo que supone que un alumno te denuncie falsamente cuando su palabra vale más que la tuya?
No sólo los profesores tienen que soportar estas humillaciones, sino que han de hacer frente a los padres que van al centro educativo a pedirle cuentas porque tienen a su hijo sobreprotegido, e incluso sufren agresiones físicas de ellos. Si un padre es capaz de dar un puñetazo al profesor de su hijo ¿qué vamos a esperar de ese alumno?
¿Dónde ha quedado esa autoridad que suponía el profesor hace unos años? ¿Ese respeto y admiración que esta figura generaba en la sociedad?
Sumemos también la falta de interés por gran parte de los alumnos, acostumbrados a tener la dopamina por las nubes por el exceso de pantallas, juegos y sobreestimulación, que les impide centrarse en los contenidos de las asignaturas que reciben. Debido a esto, a veces las aulas parecen más un circo con domadores, un escenario de teatro o una dictadura de la diversión como han llegado a calificar, en lugar de un espacio donde recibir una profunda y verdadera cultura. Y ya sabemos, como nos recuerda el filósofo Richard Whately, que «enseñar a quien no tiene curiosidad por aprender es sembrar un campo sin ararlo».
Ni que decir de los contenidos ideologizados, desvirtuados de su verdad, que están inundando todos los rincones y que están generando verdaderos ignorantes aborregados.
Pero no todo queda en estos datos. Hemos de sumar la excesiva carga burocrática, inútil e innecesaria, y que debería hacer, en gran parte, la administración educativa. Horas y horas de documentos para rellenar y que no están haciendo que haya mejores resultados académicos, sino todo lo contrario, tal y como apreciamos.
Y esto es fruto del pésimo sistema educativo que va cuesta abajo y sin frenos y que, en lugar de mantener la educación en altos índices de excelencia regando con verdaderos conocimientos a los alumnos y respetando y cuidando a los docentes, está provocando un ambiente en la enseñanza cada vez más tenso. Está generando que los profesores en lugar de estar motivados y disfrutando de lo que hacen, pierdan el interés y se conviertan cuasi en meros funcionarios sin aspiraciones ni esa alegría que siempre les ha caracterizado, deseando que llegue el viernes para perder de vista el instituto o colegio durante 48 horas.
Mientras entre los muros de los centros educativos ocurre esto, las administraciones públicas parecen mirar a otro lado, poniendo un parche aquí y otro allá, ineficaces e insuficientes por el drama de esta problemática que aumenta irremediablemente cada día, al igual que lo hacen las ratios por aula y el número de alumnos procedentes de otros países que ni saben español, asunto que daría para exponer extensamente.
Lamentable situación, pues ya lo decía Nelson Mandela: «La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo».
Esta es la verdadera intención: lograr que los profesionales de la enseñanza pierdan todo interés por enseñar y que los alumnos salgan de los centros lo más ideologizados e incultos posible, sin capacidad crítica y sumisos al sistema… El futuro ciudadano democrático global hacia el que la Agenda 2030 nos quiere llevar.
Alicia Beatriz Montes Ferrer, Colaboradora de Enraizados