
Vladímir Putin no manipuló las elecciones presidenciales de 2016 para colocar a un agente suyo en la Casa Blanca, pero en 2020 los demócratas pueden dar un golpe de estado ‘constitucional’ para imponer una presidenta izquierdista y ‘multicultu’, por la que no habrían votado los ciudadanos norteamericanos.
En vísperas de la convención del Partido Demócrata, que se inauguró el lunes 17, el candidato a la Presidencia que será nominado, Joe Biden, anunció que escogía a la senadora californiana Kamala Harris como su compañera de ‘ticket’.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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En estas elecciones, la designación del vicepresidente por el candidato demócrata ha atraído mucho más interés que otras veces. El Partido Demócrata es una unión inestable de grupos, ‘lobbies’ y tribus, aliadas por el deseo de obtener el poder y con la mayoría de los medios de comunicación convertidos en altavoces de sus consignas, como ocurrió con la ‘trama rusa’.
Por primera vez en las elecciones de EEUU, el candidato a vicepresidente de un partido es más importante que el candidato a presidente
Biden, vicepresidente de Barack Obama (2009-2017) y ‘católico de cafetería’, nació en 1942. Tiene 77 años y si ganase las elecciones entraría en la Casa Blanca con 78, los que tenía Ronald Reagan cuando la abandonó en 1989. En esta ocasión, no se escuchan desde el bando demócrata los ataques que recibió Reagan por su edad, la cual no le impidió convertirse en el mejor presidente desde Franklin D. Roosevelt (1933-1945).
Pero Biden está mostrando desde hace meses una acelerada senilidad, con frases incoherentes y una confusión tal que hasta le dificulta leer las frases más sencillas escritas en un papel. Los demócratas no tienen tiempo de buscar otro candidato, de modo que su estrategia consiste en colocar a Biden un compañero de ‘ticket’ electoral que le sustituya cuando sea incapacitado por el Congreso.
En cuanto tuvo la candidatura demócrata segura, Biden anunció que buscaría para completar el ‘ticket’ electoral a una mujer. Pero esto tampoco es una novedad: Geraldine Ferraro en 1984 y Sarah Palin en 2008 fueron las primeras.
Biden muestra una senilidad que podría justificar, en caso de ser elegido presidente, su destitución por el Congreso
Entre los nombres barajados, surgieron Michelle Obama y hasta Hillary Clinton, la eterna derrotada. Al final, la elegida ha sido Kamala Harris. El entusiasmo del sector más izquierdista de la sociedad norteamericana ha sido tan grande que la ha elogiado como “candidata afroamericana”, o sea, negra, cuando su padre es de Jamaica y su madre de India, ambos de clase media-alta. En realidad, tiene tan poco en común con los negros de los barrios marginales de Baltimore y Chicago como Obama.
Más escandaloso, y más peligroso, es su presentación como ‘tapada’, esa institución de la política mexicana. La CNN la definió en un reportaje como “presidenta en potencia” y La Sexta emitió una pieza sobre Harris el 15 de agosto en sus dos informativos cuyo titular era: “¿La primera presidenta?”. Ante el premio que le espera, Harris ha aceptado acompañar a un hombre al que en las primarias definió como racista y acosador sexual.
A Biden le van a aplicar la eutanasia política y el pobre hombre no parece darse cuenta. Es como el abuelo riquísimo cuyos hijos esperan su fallecimiento para repartirse la herencia, mientras él sigue dando caramelos a sus nietos.
Desde la CNN a la Sexta, ya hablan de Kamala Harris como “presidenta potencial”
Ya en 2016, los demócratas intentaron frenar la elección de Donald Trump en el Colegio Electoral, con una campaña de mentiras y amenazas a los electores. Fue la primera vez que un partido trataba de cambiar el voto de los electores del otro partido. Es decir, un golpe de estado ‘constitucional’. Cuatro años después, los demócratas presentan, según reconocen sus portavoces de la ‘Prensa de Kalidá’, a un candidato con fecha de caducidad. ¿No es otro golpe de estado?

La Vicepresidencia de EEUU es un cargo constitucionalmente sin relevancia. Sustituye al presidente si éste muere, es destituido por la causa que sea (juicio político o enfermedad que lo incapacite) o dimite. Cuatro presidentes fallecieron de muerte natural (Harrison, Taylor, Harding y Roosevelt), otros cuatro fueron asesinados (Lincoln, Garfield, McKinley y Kennedy) y uno dimitió (Nixon). A la espera de que se produzca ese acontecimiento, más frecuente de lo que supusieron los constituyentes de Filadelfia, el vicepresidente preside los debates del Senado y vota sólo en caso de empate.
El candidato a vicepresidente suele equilibrar al candidato a presidente por razones de edad, origen geográfico o experiencia. Abraham Lincoln, segundo candidato republicano, llevó en 1860 y 1864 a dos demócratas. En los años 50, el moderado general Dwight Eisenhower se hizo acompañar de Richard Nixon, un congresista más joven y peleón que él. Kennedy ofreció el puesto a Lyndon Johnson para formar una candidatura equilibrada: un joven senador de Nueva Inglaterra y católico con otro senador, pero de Texas, más veterano y protestante.
La candidatura demócrata no se dirige a una nacion, sino a un mosaico de minorías
El sureño Jimmy Carter tuvo como vicepresidente a un senador del frío y norteño estado de Minnesota. El popular Ronald Regan prefirió a George Bush, con el que compitió en las primarias, porque representaba a las grandes y moderadas familias que todavía controlaban el Partido Republicano. Bush escogió a Dan Quyale, miembro de la generación del ‘baby boom’. Y Bush II y Barack Obama contaron, respectivamente, con Dick Cheney y Joe Biden, dos experimentados políticos de Washington. Algo parecido hizo Trump con Mike Pence, gobernador de Indiana.
Sin embargo, la regla tiene sus excepciones. Bill Clinton y Al Gore eran ambos de la misma generación y de estados sureños. Aunque Gore, senador e hijo de un senador, equilibraba al provinciano Clinton, gobernador del pequeño y pobre estado de Arkansas.
Nos podemos hacer una idea de la profundidad de los cambios sociales en Estados Unidos con la alteración del papel del vicepresidente en estas elecciones. Puesto que vivimos en la era de la identidad, elementos tradicionales como la edad, la experiencia y el estado de origen están siendo preteridos por la raza, el sexo o el ‘relato’ de la vida. Por eso, la privilegiada Kamala Harris puede ser un ejemplo de “luchadora” para las madres solteras que viven de los subsidios y pasar por “afroamericana”.
¿Aceptarán los demócratas una segunda derrota si este plan fracasa como ya les pasó en 2016?
A un viejo chocho de clase alta y blanco le acompaña una mujer hija de inmigrantes, de piel oscura y de nombre exótico. La candidatura demócrata no se dirige a una nación, sino a un mosaico de minorías, con el guiño a éstas de que ‘su’ candidata puede ser presidenta, gracias a una Constitución que denigran por haber sido redactada por un puñado de varones blancos, heterosexuales y (varios de ellos) dueños de esclavos.
¿Qué harán los demócratas si de nuevo Trump derrota al candidato-que-no-puede-perder? Porque de los nueve últimos presidentes electos que se presentaron a la reelección, desde Harry Truman en 1948, siete la consiguieron. Y en una noticia que no ha tenido eco en España, el actual presidente acaba de recibir el apoyo del mayor sindicato de policías de la ciudad de Nueva York, cuando esta organización no se había pronunciado por ningún candidato en décadas.