Recuerdo que hace algunos años –bueno, no les voy a engañar; hace ya bastantes años-, cuando estudiaba periodismo en la universidad –lo de “estudiar periodismo” es una falacia y una contradictio in terminis, pero, en fin, hay que repartir títulos universitarios a todo el mundo-, se publicaba un periódico semanal, que desconozco si sigue o no, llamado Gaceta Universitaria. Era bueno. Llevaba artículos y reportajes interesantes.
En una ocasión publicaron una encuesta que hicieron entre los universitarios. Los resultados eran extraordinarios (mi memoria no da para recordar los datos exactos, pero rondaban los que les pongo a continuación): el 94% de los jóvenes españoles se consideraba solidario; el 96% no era racista; el 89% se veía como tolerante, y algunas cifras más, todas fabulosas.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraSi uno no conociese España y hubiese leído ese reportaje, evidentemente quedaría encantado con su juventud. Pero, ¿esto es real? Ciertamente, no se puede meter a todos los universitarios en el mismo saco: los hay extraordinarios, luchadores e idealistas y los hay también vagos, desmotivados y mentirosos.
Vamos a por otra estadística: uno de cada cuatro jóvenes españoles –los mismos que se consideran a sí mismos tolerantes, solidarios y demás- se ha planteado suicidarse. ¡Nada menos que el 25%! Estos chicos y chicas, ¿no tienen a quién acudir? ¿No hay quien les escuche, ayude y oriente?
El dato de España lo supera, con mucho, Suiza, que corona en Europa la lista de jóvenes suicidas: un adolescente se quita la vida cada cuatro días en el país helvético. Los datos son escalofriantes: “10.000 adolescentes y jóvenes que intentan suicidarse cada año. Cerca de 100 jóvenes mueren. En países donde la gente realmente debería vivir feliz, la tasa de suicidios es más alta. La presión es fuerte: en la escuela, con amigos y familiares…”, señala el articulista.
Cruzamos el charco. La tasa de Estados Unidos es similar a la española: uno de cada cuatro jóvenes contempla la idea de quitarse la vida, según un informe publicado en ese país en agosto y que ha pasado prácticamente desapercibido en los grandes medios de comunicación, no se vaya a distraer la población de los temas verdaderamente importantes, como son el lenguaje inclusivo, la disforia de género, poner faldas a los muñecos de los semáforos, llamar “munda” al mundo y el machismo de las señales de tráfico, fruto de la herencia heteropatriarcal de la cultura opresora de Occidente.
Monseñor Munilla ha recogido esta noticia en su cuenta de Instagram y cita al Papa Francisco: “Las sociedades más ´avanzadas´ son precisamente las que tienen el porcentaje más bajo de tasa de natalidad y el mayor promedio de aborto, de suicidios y de contaminación ambiental y social”.
Pues no le falta razón. Cuando uno habla con jóvenes, encuentra un buen número de ellos envenenados con las ideas nihilistas, materialistas, hedonistas, individualistas, narcisistas y egoístas que impregnan buena parte de la atmósfera de nuestra sociedad. Y no es fácil escapar de ellas.
¿Cómo se rescata a un joven del suicidio? Pues seguramente yo no tenga la fórmula mágica, pero estoy seguro de que pasa por escucharle, valorarle, ayudarle a tener unas metas concretas en la vida, exigirle con dulzura y tiento; no juzgarle ni regañarle. En fin, que se sienta incondicionalmente amado y con una puerta siempre abierta. Y, si con esto logramos salvar la vida de uno solo de estos adolescentes y jóvenes, habrá valido la pena.