
¿Globo sonda? No nos engañemos: el mensaje de la ministra de Educación no ha podido ser más tajante: «De ninguna manera se puede decir que el derecho de los padres a escoger una enseñanza religiosa o elegir centro educativo podrían ser parte de la libertad de enseñanza» que emana del artículo 27 de la Constitución. La ministra ha desenterrado el hacha de guerra, al negar una obviedad como una casa: que los hijos son de los padres, no del Estado, y que el papel de éste en la educación es subsidiario.
No se puede considerar una “disquisición teórica” que la ministra haya lanzado ese mensaje en el Congreso Nacional de Escuelas Católicas, y ante 2.000 representantes de tales centros. Ni una “controversia artificial” que el lobo, precisamente el lobo, enseñe las fauces ante Caperucita, precisamente Caperucita.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraMuy acertado ha estado Alfonso Aguiló, presidente de la Confederación Española de Centros de Enseñanza (CECE), con un razonamiento gráfico: “Es difícil hablar de libertad de educación sin poder elegir colegio; de la misma manera que no se puede hablar de libertad de prensa sin poder elegir qué periódico comprar». El problema es que el Gobierno del PSOE pretende cargarse la demanda social -esto es, el criterio que permite concertar cuando un aula tiene el mismo número de alumnos que otras públicas de su entorno-. Pero si los centros no está sujetos a la demanda social, “lo están al capricho de la Administración», como ha denunciado el secretario general de la Federación de Sindicatos Independientes de Enseñanza.
La Carta Magna es muy clara al respecto. El artículo 27 proclama el derecho de todos a la educación y reconoce la libertad de enseñanza y, por si fuera poco, incluye en el pack el derecho de los padres a que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus convicciones (27.3); la libertad de creación de centros con ideario propio (27.6); y el mandato a los poderes públicos para apoyar a los centros docentes que reúnan los requisitos establecidos por la ley (27.9). Y así lo ratifica el Tribunal Constitucional en distintas sentencias.
La obsesión por controlar la educación es un clásico de los socialistas, más o menos explícito, incluso antes de juntarse con las amistades peligrosas
No estamos, por tanto, ante un lapsus de la ministra. Porque el PSOE siempre le ha tenido ganas a la libertad de enseñanza. La obsesión por controlar la educación es un clásico de los socialistas, más o menos explícito, incluso antes de juntarse con las amistades peligrosas. Ya desde los tiempos de Felipe González quisieron cambiar educación por adoctrinamiento y elaboraron una serie de leyes, como la LOGSE de Rubalcaba, que se tradujeron en el desembarco del relativismo en las aulas, la rebaja sistemática del nivel académico y la pérdida de la autoridad del docente.
Desde entonces no han perdido ocasión de tratar de imponer su catecismo ideológico, su libro rojo en las aulas. Trufado primero de consignas marxistas, y ahora de consignas de género -es el signo de los tiempos-. No importa, por poner un ejemplo, que el Constitucional haya avalado la pertinencia de la separación por sexos. El PSOE va derecho contra la educación diferenciada -una consigna típica del generismo-, por más que la evidencia pedagógica haya demostrado la relación de causa-efecto entre educación diferenciada y rendimiento escolar, pues chicos y chicas no maduran psicológicamente a la vez.
Paralelamente, los socialistas sometieron a chantaje económico a los colegios de religiosos, y ante el complejo envite éstos terminaron cediendo parcialmente al soborno, perdiendo así independencia frente al poder político. El PSOE reeditó entonces la decimonónica desamortización, pero no de bienes materiales sino de un intangible tan estratégico como el conocimiento, entrando como un elefante en una cacharrería en las aulas, saltándose a la torera la neutralidad del Estado, y cercenando el derecho de los padres a elegir la educación de los hijos.
Si Sánchez consigue formar Gobierno, no tardará en sumarse a la ofensiva contra la titularidad de los templos de la Iglesia que Podemos ha estado amagando
Ahora lo hace de forma abierta y descarada, con la declaración de guerra de la ministra, convirtiendo en papel mojado el artículo 27 de la Carta Magna. Nunca se habían atrevido a tanto, hasta ahora, que Sánchez está obsesionado por no quedarse atrás en la carrera de radicalismo de su socio de la ultraizquierda, una carrera en plan Thelma y Louise hacia el precipicio (y llevándonos a los españoles a bordo). El PSOE ya incluye en su programa la eutanasia, y si consigue formar Gobierno, no tardará en sumarse a la ofensiva contra la titularidad de los templos que Podemos ha estado amagando. No parece que tenga el menor escrúpulo, quien a propósito de la exhumación de Franco ha dejado claro que modificaría los acuerdos Iglesia-Estado.
Es verdad que en el PSOE ha habido históricamente una parcela moderada, más bien minoritaria, pero moderada y sensata (de Julián Besteiro a Redondo Terreros, pasando por Francisco Vázquez, entre otros), y respetuosa con la libertad. Pero la cabra marxista siempre ha tirado al monte, hasta el extremo de convertir al Partido en títere de la antigua URSS (como ocurrió en los años 30, con Largo Caballero o Juan Negrín). De ahí que resulte, por cierto, un tanto farisaico que vaya presumiendo de limpieza de sangre democrática y dedicándose a ver las pajas en ojos ajenos (como Vox), en lugar de las vigas en el propio.
Ese recelo por la libertad ya afloró con Felipe González, y se materializó con Zapatero, con la ofensiva laicista y el intento de adoctrinar a los escolares con Educación por la Ciudadanía. Ahora, al borde de un nuevo Frente Popular, con comunistas y separatistas, el PSOE se quita la careta y asoma la patita totalitaria al negar un derecho constitucional tan básico como el de la educación.
No sabemos si finalmente cuajará un Gobierno frentepopulista -crucemos los dedos-, y Sánchez sacará a pasear por España al monstruo de Frankenstein. Lo que ya sabemos -por seguir con la literatura de terror- es que en el estratégico frente educativo, Sánchez es al PSOE, lo que Mr. Hyde al Dr. Jekyll.