Durante estos últimos días ver a miles de compatriotas salir a la calle agitando los colores nacionales ha despertado en mí sentimientos contrapuestos. Por un lado, alegría, al ver que hay muchos compatriotas que lucen con orgullo nuestra bandera y se manifiestan cívicamente contra un Gobierno que, sin duda, ha aprovechado esta crisis sanitaria para limitar nuestras libertades mucho más allá de lo necesario. Por otro lado, tristeza, al ver que solo la mitad de los españoles se enorgullecen de nuestros colores nacionales, mientras la otra mitad no disimula su rechazo cada vez mayor hacia una bandera que debería ser de todos.
No han faltado voces críticas que han acusado a la derecha de apropiarse de los colores nacionales. Incluso algunos veteranos socialistas, como Manuel Conthe, han tildado el uso de la bandera por la derecha de vergonzoso. Según él, si VOX sigue utilizando la bandera nacional en sus actos, muchos españoles que no simpatizan con VOX terminarán viendo la bandera como un “símbolo faccioso de la ultraderecha” (sic).
Algunas personas creen que La Sexta da información.
Suscríbete a Actuall y así no caerás nunca en la tentación.
Suscríbete ahoraEn definitiva, volvemos a un viejo debate. ¿Es lícito utilizar los colores nacionales para actos partidistas? ¿O deberíamos reservar el uso de la bandera para actos en los que todos los españoles podamos participar, con independencia de nuestra orientación política?
Si echamos un vistazo a los países de nuestro entorno, no parece que el uso de la bandera en actos políticos genere demasiados problemas. En Italia, la tricolor es profusamente utilizada por Fratelli de Italia en sus mítines, sin que eso sea obstáculo para que el Partido Demócrata, heredero del poderoso Partido Comunista Italiano, luzca el rojo, el blanco y el verde en su logo. Los colores republicanos están presentes en los mítines de todos los partidos franceses, desde los nacionalistas de Marine Le Pen a los comunistas de Melinchon. Y hemos visto a los líderes de la izquierda portuguesa y griega celebrar las victorias de sus partidos empuñando con orgullo sus colores nacionales.
Visto así, parece que el problema con la bandera no lo tiene la derecha, que hace un uso de los colores nacionales similar al que hacen partidos políticos de distinto corte en otros países del mundo. El problema radica en que la izquierda española evita la utilización de la bandera roja y gualda.
El argumento de que la izquierda no utiliza la bandera de España en sus mítines porque es de todos y no se quiere apropiar de ella no se sostiene, porque vemos al PSOE utilizar la señera, la ikurriña o lo bandera de Blas Infante, sin que parezca preocuparles que haya una mayoría de catalanes, vascos o andaluces que no votan socialista. Y en los mítines de Podemos y de Izquierda Unida si se ven banderas de España, pero de las que dejaron de ser oficiales hace 80 años.
La bandera rojigualda es la bandera de todos. Es la que la Constitución establece como símbolo de la Unidad de nuestra Patria y nos representa a todos los españoles
El otro argumento que da Manuel Conthe, que llama “efecto Azor”, y que consiste en que muchos españoles asocian la bandera al franquismo, tampoco se sostiene. Primero porque quedan ya pocos españoles que puedan guardar recuerdos tan traumáticos del régimen, y segundo, porque España no ha sido el único país del mundo que ha tenido una guerra civil y una dictadura. Portugal, Grecia, Chile o incluso la misma Francia, ha tenido también enfrentamientos civiles y regímenes autoritarios que han hecho uso de la bandera y no por ello sus partidos de izquierda han renegado de sus colores nacionales.
Si. La izquierda tiene un problema con la bandera. Y lo peor de todo, es que tras ese problema se esconde un problema aún mayor, que es que gran parte de la izquierda impugna el acuerdo constitucional de la transición, uno de cuyos gestos más elocuentes fue la aceptación por parte del Partido Comunista de Santiago Carrillo de la bandera nacional, que presidió todos los mítines comunistas durante aquellos años convulsos.
Fue gracias a ese gran acuerdo entre políticos que habían vivido la guerra civil y la postguerra lo que nos permitió a los españoles cerrar una de las etapas más oscuras de nuestra historia y, por primera vez, tener una Constitución fruto del consenso y no de la imposición de media España sobre la otra media.
La bandera rojigualda es la bandera de todos. Es la que la Constitución establece como símbolo de la Unidad de nuestra Patria y nos representa a todos los españoles. Una inmensa mayoría de españoles, con independencia de su adscripción política, sienten esos colores como sus colores nacionales.
No es bueno que la derecha patrimonialice los colores nacionales. Pero la solución no está en reprochar a los simpatizantes de VOX y del PP que utilicen una bandera que es de todos, sino en los partidos de izquierda utilicen los colores nacionales en sus mítines. Está claro que Podemos no va a utilizarlos, porque para ellos representan un orden constitucional que no aceptan como legítimo. Sería muy conveniente que el PSOE remarcase su compromiso constitucional utilizando con naturalidad nuestra bandera en sus actos.
Como hizo un día Pedro Sánchez, cuando se puso con su señora debajo de una gigantesca bandera nacional. No recuerdo haber leído ninguna crítica de Manuel Conthe a ese gesto.