Soy coronel de la Guardia Civil, retirado. Durante más de cuarenta años he servido a España
prestando servicio en tan Benemérito Cuerpo, al que accedí por pura vocación transmitida por
mi propio padre, que a su vez le había dedicado su vida profesional y siguió amándolo hasta el
último aliento de su vida. Crecí a la sombra de los valores vividos en una Casa-Cuartel y quise ser yo también Guardia Civil, atraído por los mismos valores que eran su sangre: honor, firmeza, constancia, valor, lealtad y arrogancia.
Orgulloso de ser soldado, me enriquecí con las experiencias que me proporcionó mi vida al servicio de España y gocé siempre de la confianza de mis superiores, porque siempre fui leal con ellos. Lealtad bien entendida, que debe fluir en las dos direcciones, tanto hacia el superior como al inferior. Si se quiebra la lealtad, se quiebra también la confianza y, como el honor, ya no se recupera jamás, aunque sólo el superior tenga la facultad de disponer o proponer ceses.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
Suscríbete a Actuall y así no caerás nunca en la tentación.
Suscríbete ahoraUna vez más, el Ministro del Interior, el señor Grande-Marlaska, ha tenido la osadía de adoptar una decisión difícilmente justificable, si no arbitraria, contra la Guardia Civil, en la persona de uno de sus coroneles, siempre coroneles, lo cual da qué pensar.
Y lo hace apelando a la falta de confianza, como si la relación entre un Ministro del Gobierno y un Coronel de la Guardia Civil tuviera algo que ver con la confianza. Me falta en el relato, una vez más, la posición de los mandos del Coronel a la hora de valorar esa confianza a la que alude el Ministro.
Cuenta la anécdota que nuestro fundador, el duque de Ahumada, recibió del presidente del Gobierno, a la sazón el general Narváez, la orden de cesar a un cabo que, en el cumplimiento de las órdenes recibidas, había obstaculizado el paso del carruaje del General por un itinerario prohibido. Gallardamente, y con la lealtad debida a ambos, el duque informó al presidente de que el cese lo habría de disponer su sucesor. Así de simple: la lealtad por delante del cumplimiento de órdenes arbitrarias.
El honor es patrimonio del alma y cuando disfrute de la soledad de su propia intimidad, mire a su interior y compadézcase
No ha sido insólita en la historia de la Guardia Civil la actitud de mandos que, amparándose en
una pretendida disciplina a la que les obliga su condición de soldados, abdican de su deber de lealtad para caer en el más abyecto deshonor. La historia demuestra también que una vez que se emprende el camino de la cesión ante imposiciones arbitrarias, la arbitrariedad vuelve.
Por eso el Duque de Ahumada estableció en el código ético de la Institución, y los Guardias Civiles de todos los tiempos lo asumimos como dogma, que el honor ha de ser nuestra principal divisa, que debemos mantener sin mancha porque una vez perdido no se recobra jamás.
Señor ministro, allá usted con sus confianzas y sus inclinaciones, sus filias y sus fobias. La Justicia de los hombres decidirá si ha actuado con arbitrariedad y procederá en consecuencia. Los españoles le dirían, si pudieran expresarlo con su voto, si goza de su confianza o no; puedo
garantizarle que, de la mía, desde luego, no.
La historia le juzgará por sus hechos y va camino de merecer su reproche. Pero el honor es patrimonio del alma y cuando disfrute de la soledad de su propia intimidad, mire a su interior y compadézcase.
Con todo, lo verdaderamente preocupante, lo que me duele en lo más hondo, es el triunfo de la
arbitrariedad por la inacción de tantos como tienen la obligación de oponerse a ella. Algunos, soldados de verde, incluso asumiendo el deshonor como pago por su silencio.
Cuando acabo este escrito, me llega la noticia de la dimisión del Director Adjunto Operativo,
teniente general Ceña. Me alegro por él y por todos los españoles que, con su acción, recibimos un ejemplo de honorabilidad, del que tan necesitados estamos.
¿Y qué hay del resto de mandos del Coronel Pérez de los Cobos? ¿También han perdido la confianza en él?