El ministro del Interior Fernando Grande-Marlaska y el presidente del gobierno Pedro Sánchez.
El ministro del Interior Fernando Grande-Marlaska y el presidente del gobierno Pedro Sánchez.

Sí es así, si estoy exagerando, retiro mis palabras y pido mil disculpas a quien sienta su sensibilidad herida. No se trata de echar más leña al fuego en una situación tan dramática para todos. Pero no ¿les llevan a ustedes los demonios cuando oyen al ministro Grande-Marlaska decir que “este Gobierno no tienen ningún motivo para arrepentirse de nada”?. Y lo dice con 12.000 muertos, cifra que nos convierte en el país del mundo con más muertos por millón de habitantes, cientos de miles de parados, la economía sentenciada y un Estado policial. 

¿Y no tiene que arrepentirse de nada? ¿El ministro que es de Justicia -y encima magistrado- será capaz de repetir esas mismas palabras si termina sentándose en el banquillo de los acusados? ¿Dirá lo mismo Pedro Sánchez si finalmente prosperan las denuncias actuales y futuras por prevaricación ante la crisis del coronavirus

Algunas personas creen que La Sexta da información.

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¿Qué quiere decir exactamente el señor Grande-Marlaska, ministro de Interior y magistrado por más señas? ¿Qué nadie va a responder penalmente de la muerte de decenas de miles de españoles; de la calamitosa gestión de la crisis; del peligro al que expone el Ejecutivo con su incompetencia a médicos, enfermeros, voluntarios y personal sanitario; de la amenaza que para la salud pública de los españoles representa este Gobierno -puesto que aún no ha remitido la epidemia y cualquiera se fía de los erráticos consejos de esta colección de incompetentes-? 

Alguien ha llegado a comparar esta crisis con el Desastre de Annual, en el que perecieron 9.000 españoles en quince días, por su magnitud y sus consecuencias 

¿Quiere decir el señor Marlaska que piensan irse de rositas después de destruir bonitamente 900.000 puestos de trabajo en quince días, y conducir a España a la mayor caída del PIB desde la posguerra, y a la mayor crisis económica desde la Guerra Civil? 

Es verdad que, aunque las autoridades hubieran adoptado las medidas de prevención mucho antes, tampoco se habría evitado el daño. No sería justo imputar a Sánchez y a sus ministros todas las calamidades provocadas por el tsunami, pero es obvio que un actuación más diligente y competente las hubiera reducido, como ha ocurrido en otros países como Alemania o Corea del Sur. Y podría haberlo hecho, porque como reconoció el propio Gobierno, conocían la gravedad de la pandemia desde enero. Y eso entraña una responsabilidad grave.

Alguien ha llegado a comparar esta crisis con el Desastre de Annual: el derrumbe de la comandancia general de Melilla, en el verano de 1921, en el que 9.000 soldados españoles perecieron en quince días, a manos de los rifeños de Abd El Krim. Lamentable episodio que se debió a la negligencia del Gobierno y a los errores de los militares. Lo comparan por su magnitud porque, como Cuba y Filipinas, marca un antes y un después en la Historia de España, y porque sus causas tienen mucho que ver con las incompetencias de un régimen corrupto (como era el de Alfonso XIII). De hecho, aquella vergonzosa página de la historia de España fue la antesala de la Dictadura de Primo de Rivera y, a la larga, de la caída de la monarquía y la llegada de la II República.

El Gobierno de Sánchez quedará para la Historia como el responsable de este nuevo Desastre, que también marcará un antes y un después y tendrá graves consecuencias. Alguien podría objetar que si le hubiera tocado el marrón al PP es probable que tampoco lo habría hecho mejor. Es probable. Pero conjeturar tal cosa es historia-ficción. Lo cierto es que a quienes les ha tocado ha sido precisamente a socialistas y comunistas. Se siente. 

Y socialistas y comunistas no sólo se han distinguido por su irresponsabilidad y su ineptitud, sino además por imponer un Estado policiaco, echar el cierre al Congreso, y repescar la censura en las ruedas de prensa de la Moncloa, lo que ha motivado el plante de El Mundo, El País y La Razón… y la rectificación del Gobierno a regañadientes.

La salud pública puede convertirse en una excusa perfecta para manipular el miedo y controlar a la sociedad, hasta llegar al silencio de los corderos. Lo reflejaba con ironía Alberto Olmos -y lo recogía Miguel Vidal en el Brief de Actuall-. Máxime, ahora que el Big Data y la inteligencia artificial proporcionan a los gobernantes una capacidad de invadir las vidas de los ciudadanos, como no lo había logrado ningún tirano de la Antigüedad o ningún señor feudal. 

Como ha recordado el historiador israelí Yubal Harari, por primera vez en la Historia, “la tecnología hace posible vigilar a todo el mundo todo el tiempo” Y pone el ejemplo del KGB: “Hace cincuenta años no podía seguir a 240 millones de ciudadanos soviéticos las 24 horas del día, ni aspirar a procesar de modo eficaz toda la información reunida. (…) Ahora los gobiernos pueden recurrir a ubicuos sensores y potentes algoritmos, por lo que no necesitan espías de carne y hueso”.

El caso de China es paradigmático: mediante un ejército de cámaras con reconocimiento facial y obligando a los ciudadanos a tomarse la temperatura pueden detectar quiénes son los posibles portadores del coronavirus y seguir sus movimientos. 

Pero esas técnicas de perfume totalitario e invasivo no son exclusivos de las dictaduras. Si las empresas y los gobiernos occidentales empiezan a recopilar datos biométricos en masa, apunta Yuval Harari, “serán capaces no sólo de predecir nuestros sentimientos sino también manipularlos y vendernos lo que quieran, ya sea un producto o un político”. Y apostilla: “Semejante vigilancia biométrica haría que las tácticas de hackeo de datos de Cambridge Analytica parecieran de la Edad de Piedra”

La pandemia puede constituir una excusa incontestable para un ejercicio de ingeniería social

En ese sentido la pandemia puede constituir una excusa incontestable para un ejercicio de ingeniería social a gran escala. Ya que si a la población se le da a elegir entre privacidad o salud, se aferrará a esta última, casi sin pensarlo. Si para ello hay que dejar que nos escrute el Gran Hermano se deja; si para ello hay que limitar los derechos civiles y políticos, incluida la censura, se impone. Tal cual, es lo que ocurre en China. Y es lo que, a otro nivel, ya está ocurriendo en la España del Frente Popular y el Gobierno de Sánchez.

Lo de menos es la pandemia -porque el futuro nos deparará otros muchas amenazas a nuestra seguridad-, lo demás es que los gobernantes, van a medir con injerencias en nuestra libertad el grado de sumisión acrítica de una sociedad, el grado de mansedumbre de un rebaño acobardado, el silencio de los corderos. Y de eso sí que nos arrepentiremos todos. 

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Nacido en Zaragoza, lleva más de 30 años dándole a las teclas, y espera seguir así en esta vida y en la otra. Estudió Periodismo en la Universidad de Navarra y se doctoró cum laude por el CEU, ha participado en la fundación de periódicos (como El Mundo) y en la refundación de otros (como La Gaceta), ha dirigido el semanario Época y ha sido contertulio en Intereconomía TV, Telemadrid y 13 TV. Fue fundador y director de Actuall. Es coautor, junto con su mujer Teresa Díez, de los libros Pijama para dos y “Manzana para dos”, best-sellers sobre el matrimonio. Ha publicado libros sobre terrorismo, cine e historia.