Desde que Donald Trump llegó a la Casa Blanca en 2016 hemos repetido en estas mismas páginas que era un cisne negro que no estaba previsto que ganara, un grano en el sistema que era preciso extirpar. Como sucediera con el Brexit el pueblo llano no había votado correctamente, y había salido un personaje incómodo e ingobernable. De modo que los lobbies que reparten el bacalao -a la manera de las familias que inmortalizaron Mario Puzo y Ford Coppola– debieron decirse: “Una y no más… el error no se debe repetir”.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahora¿Les parece paranoico o peliculero? Pues vayan al semanario Time (en este enlace) y verán cómo esos lobbies han logrado que el error no se vuelva a repetir, mediante un complot secreto para manipular las elecciones, asegurarse de que Mr. Trump coge la puerta y “salvar la democracia”. O mejor dicho, para salvar su chiringuito de poder caciquil, recurriendo a métodos mafiosos. Lo cuentan ellos mismos, con arrogante desparpajo: “La historia secreta de la campaña en la sombra que salvó las elecciones de 2020”.
De esta revelación cabe extraer, al menos, siete lecciones
1.- Trump no se equivocaba al denunciar el pucherazo
Son los autores del reportaje, no nosotros, los que reconocen que, en cierto modo, Donald Trump tenía razón cuando denunció fraude en las elecciones. Textual de Time: «“Todo fue muy, muy extraño”, dijo Trump el 2 de diciembre. “A los pocos días de las elecciones, fuimos testigos de un esfuerzo orquestado para ungir al ganador, incluso cuando todavía se estaban contando muchos estados clave”. En cierto modo, Trump tenía razón.»
Lo cual da también la razón a Rudy Giuliani y al equipo legal de Trump, que presentó numerosas pruebas ante los tribunales de presunto fraude en los Estados donde la victoria de Biden estaba en entredicho: Michigan, Wisconsin, Nevada, Georgia o Pennsylvania. En todos ellos se paralizó el conteo en mitad de la noche de forma simultánea y más de 1.000 testigos bajo pena de cárcel juraron en sus testimonios que vieron fraude. Pruebas y testigos que fueron ignorados por el Supremo norteamericano.
2.- No fue algo espontáneo sino una campaña orquestada
El reportaje de Time abona la sospecha de que el resultado electoral no fue espontáneo sino -parcialmente- inducido. Como dice Ian Bassin, fundador del grupo Proteger la democracia: “Es sumamente importante que el país comprenda que [el resultado] no sucedió accidentalmente. El sistema no funcionó mágicamente”.
Y tanto. Como sintetiza el semanario: «Su trabajo tocó todos los aspectos de la elección. Consiguieron que los estados cambiaran los sistemas de votación y las leyes y ayudaron a asegurar cientos de millones en fondos públicos y privados. Se defendieron de las demandas por supresión de votantes, reclutaron ejércitos de trabajadores electorales y consiguieron que millones de personas votaran por correo por primera vez. Presionaron con éxito a las empresas de redes sociales para que adoptaran una línea más dura contra la desinformación y utilizaron estrategias basadas en datos para combatir las difamaciones virales.»
Esa presión surtió efecto porque las redes sociales llegaron a suspender las cuentas del presidente de EE.UU. cuando aún no se había ido de la Casa Blanca.
3.- Hubo una conspiración…
El lenguaje recuerda a una novela de espías, tipo Tom Clancy o Le Carré, pero lo que sigue es del reportaje: Los conspirados formaban “una camarilla bien financiada de personas poderosas, que abarcan industrias e ideologías, que trabajan juntas detrás de escena para influir en las percepciones y cambiar las reglas y leyes, dirigen la cobertura de los medios y controlan el flujo de información”.
Tampoco es nuestra la palabra “conspiración” para designar la maniobra anti-Trump. Lo afirma, textual, Time: «Se estaba desarrollando una conspiración entre bastidores, que redujo las protestas y coordinó la resistencia de los directores ejecutivos. Ambas sorpresas fueron el resultado de una alianza informal entre activistas de izquierda y titanes empresariales. El pacto se formalizó en una declaración conjunta concisa y poco notoria de la Cámara de Comercio de Estados Unidos y la AFL-CIO [ la Federación Estadounidense del Trabajo y Congreso de Organizaciones Industriales, el más poderoso sindicato de EEUU] publicada el día de las elecciones.
Ambas partes -sigue diciendo Time– llegarían a verlo como una especie de negociación implícita, inspirada por las masivas, a veces destructivas protestas por la justicia racial del verano, en la que las fuerzas laborales se unieron con las fuerzas del capital para mantener la paz y oponerse al asalto de Trump a la democracia.»
Es importante añadir que el sindicato AFL-CIO no era precisamente neutral: respaldaba a Biden y en las anteriores elecciones apoyaba a la candidata Hillary Clinton. En tanto que la Cámara de Comercio discrepaba de Trump por el rechazo de éste a la inmigración masiva. Y no por altruismo. A la Cámara le interesa esa inmigración porque proporciona mano de obra barata, a costa de precarizar el empleo de los norteamericanos, como apunta elentir en su blog, una de esas páginas web que -como la aldea de Astérix es un pequeño bastión que desafía a lo políticamente correcto y da la batalla cultural-.
4.- …con un cerebro, con nombre y apellidos
El complot para manipular las elecciones tenía un cerebro, con nombre y apellidos. Se trata de Mike Podhorzer, asesor principal del presidente del mencionado sindicato AFL-CIO y experto en tecnología aplicada a las campañas -a través de la empresa Analyst Institute. El semanario lo califica como “arquitecto” del montaje para tumbar a Trump. Durante casi un cuarto de siglo ha reunido las últimas tácticas y datos para ayudar a sus candidatos favoritos a ganar las elecciones.
Ya en 2019 Podhozer quiso “proteger” el proceso electoral y diseñó un plan para impedir que Trump continuara en la Casa Blanca cuatro años más
Ya en 2019 y ante el riesgo de que el republicano fuera reelegido, Podhozer quiso “proteger” el proceso electoral y diseñó un plan y aglutinó a fuerzas diversas para impedir que Trump continuara en la Casa Blanca cuatro años más. Su nombre aparece vinculado a activistas de izquierda y a organizaciones próximas al movimiento Black Lives Matter. Es además directivo de America Votes, lobby cercano al Partido Demócrata que recibe gran parte de sus fondos de Democracy Alliance, financiado a su vez, entre otros, por el inevitable George Soros.
5.- Y si fallaba, estaban dispuestos para tomar la calle
Los movimientos anti-Trump que la pasada primavera habían provocado disturbios en varias ciudades, estaban dispuestos a tomar la calle si el republicano volvía a ganar.
Más de 150 grupos, desde la Marcha de las Mujeres hasta los Socialistas Demócratas de América, se unieron a la coalición “Proteja los Resultados”. El ahora desaparecido sitio web del grupo tenía un mapa con una lista de 400 manifestaciones postelectorales planificadas, que se activarían por mensaje de texto el 4 de noviembre. Para detener el golpe que temían, la izquierda estaba lista para inundar las calles.
“Queríamos ser conscientes de cuándo era el momento adecuado para pedir que las masas se desplazaran a la calle” llega a declarar a Time, Angela Peoples una de las implicadas en la conspiración.
6.- El presidente Biden está, como mínimo, bajo sospecha
La famosa trama rusa de la que acusaron a Donald Trump se deshizo como una pompa de jabón. No había nada, era todo puro infundio para desprestigiarlo y demostrar que había ganado en 2016 con malas artes. La diferencia con Joe Biden, es que las pruebas de una conspiración son ahoa reales, y las aporta alguien tan poco sospechoso como el semanario Time.
Si Biden llegó a la Casa Blanca merced a un complot, significa que no ganó en buena lid; y que por lo tanto carece de legitimidad
De las revelaciones se desprende que el nuevo presidente Biden está, como mínimo, bajo sospecha; y que su Gobierno no es legítimo. No estamos diciendo que Trump ganó las elecciones y el demócrata las perdió: estamos diciendo que fueron fraudulentas y que el resultado final queda en entredicho. Si Biden llegó a la Casa Blanca merced a un complot, significa que no ganó en buena lid; y que por lo tanto carece de legitimidad. Como carecía de legitimidad, salvando las distancias y las circunstancias, el Frente Popular que ganó en España las elecciones de febrero de 1936.
El nuevo presidente, por tanto, no es fiable. Ni él, ni quienes le rodean, ni “la camarilla bien financiada de personas poderosas” que han urdido la trama secreta para manipular las elecciones. Cualquier ciudadano de EE.UU. que lea las revelaciones de Time debería echarse a temblar ante un mandatario que ha llegado de esa forma al poder.
7.- El marxismo cultural no da tregua en la batalla de las ideas…
El que han echado los conspiradores contra Trump no es solo un pulso político, sino también cultural. Al margen de sus excentricidades y sus errores, el republicano era el paladín de determinados valores que chocan contra los intereses del Nuevo Orden Mundial: el patriotismo, la familia, la vida… Con su llegada a la Casa Blanca, en 2016, Trump coló un gol a los lobbies del marxismo cultural. Y éstos no le perdonaron su posición contra la ideología de género, el Acuerdo de París del cambio climático, o su defensa de la vida desde la concepción que le llevó a poner contra la cuerdas a Planned Parenthood.
Era necesario acabar con el outsider que ponía en peligro los lucrativos intereses de esos lobbies. No por casualidad uno de los contactos que estableció Mike Podhorzer en su programa para manipular las elecciones era Planned Parenthood.
8.- El elitismo es el caciquismo del siglo XXI
En un pasaje de El gatopardo, el príncipe Salina pregunta a Ciccio Tumeo, el organista de la iglesia y compañero suyo de cacería: “¿Y usted don Ciccio, qué votó el día 21?” Cogido por sorpresa, el pobre hombre vacila; y el príncipe se irrita: “¿De quién tiene miedo?. Aquí solo estamos nosotros, el viento y los perros”. A lo que Ciccio responde: “Perdone excelencia, su pregunta es inútil. Bien sabe que en Donnafugata todo el mundo ha votado por el ‘sí’”.
Aunque ya no estamos en la Sicilia de 1860, ni en la Extremadura que describe Delibes en Los santos inocentes, los caciques siguen mangoneando el voto. Antes eran terratenientes o señoritos, ahora son “camarillas bien financiadas de personas poderosas” que confunden la democracia con sus intereses, que dictan cuál es el voto correcto, y que siguen considerando imbécil al pueblo.