Hablaba el otro día con Cristina Casabón, –articulista de The Objetive–, y me decía que tendía demasiado a la crítica en mis escritos. Digo esto, porque éste es mi último artículo del año y no quisiera que me tuvieran como un articulista enfurecido. Así que relax, despacito y con buena letra. He descafeinado la achicoria que sorbo mientras tecleo y junto letras.
Ojalá no escribiera en tono crítico, pero es que la cosa está muy mal. Se han perdido valores, se ha perdido el rumbo, hemos apostatado de la totalidad. Minutos antes de escribir esto, reflexionaba sobre la eterna paradoja existencial que ocurre en mis adentros. Por un lado, no me fío de casi nadie, –reconozco que el recelo es uno de mis defectos, es el precio que he pagado por estar en política–, pero por otro lado me encanta la gente. Tengo la sensación, que a la vez que ando con excesiva prudencia con las intenciones de terceros, tengo la capacidad de ponerme a hablar con cualquier ser viviente que pase por ahí. Esa es la eterna paradoja, la dicotomía que decía Chesterton de las almas llamadas a cambiar las sociedades, aquellos que aman y odian a la sociedad a partes iguales.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
Suscríbete a Actuall y así no caerás nunca en la tentación.
Suscríbete ahoraReacción de lo que está asolando el ecosistema vital en el que cohabitamos. Siempre digo, cuando me encasillan en el lado derecho de la bancada ideológica, que soy más reaccionario que conservador. No es que sea un facha totalitario, no; es que lo que ocurre en nuestros días está destruyendo las costumbres tal y como las conocemos. Es ese activismo existencial el que me hace saltar ante determinadas actitudes. Arrojo que en ocasiones sale caro y vale más la pena la cobardía de los silenciosos, como diría Sabina. Una actitud cobarde como la que está teniendo el Partido Popular, con la última cacicada de eliminar la subvención a la Fundación Madrina por parte de Martínez-Almeida.
No les culpen, están actuando como la mayoría de la gente haría, mirando para otro lado ante el respeto que les produce el ser reprobado por la masa. No se dan cuenta de que de la misma forma que existe el derecho al aborto, también se debe dar el derecho a las mujeres que no quieran interrumpir su embarazo y apoyarles en lo que sea necesario. Pocos son los que tienen la osadía de ir a contracorriente. Hasta la psicología, como establece el psicoterapeuta estadounidense Nathaniel Branden, refleja que uno de los mayores logros que puede alcanzar la mente humana es la autoaceptación. Es decir, la afirmación de unos valores y principios sin que exista miedo a ser criticado por ellos. Asumir lo que uno es sin reparos.
Por eso la sociedad no cambia, y si lo hace es para peor, porque al final impera el criterio de los equivocados porque los sabios tienen miedo de ser defenestrados por los ignorantes. Así estamos, inmersos en la inopia, sin que nadie tenga la valentía de decir y actuar como piensa.