Según el ex juez Baltasar Garzón, el franquismo robó unos 30.000 niños a sus madres, por rojas, por pecadoras o por pobres (algunos entusiastas añadieron a esa cifra un cero y alcanzaron los 300.000). Según Emilio Silva, fundador de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, hay 114.000 muertos enterrados en cunetas.
Según la Asociación de Perjudicados por la Incautación del Gobierno Franquista, éste confiscó a sus mayores el equivalente a 3.000 millones de euros. Según el periodista Carlos Hernández, el franquismo abrió 296 campos de concentración (aunque algunos duraron unas semanas) por los que pasaron 500.000 personas.
Uno supondría que a juzgar por los millones de víctimas de la atroz dictadura, más los miles de lectores de la miríada de libros que muestran sus horrores, los supervivientes y sus descendientes llenarían las calles en cuanto tuvieran una ocasión para luchar contra el franquismo que vuelve a levantarse después de 40 años de descanso.
Y resulta que cuando llega la hora de la verdad, la hora de ponerse delante de una cámara de televisión con una de esas banderas inconstitucionales con la fea franja morada, los vociferantes desaparecen.
Las asociaciones y ONG de izquierdas han vuelto a demostrarnos que no representan más que a su ‘staff’
“Más de 100 organizaciones y colectivos memorialistas y de víctimas del franquismo, organizaciones vecinales, feministas, cristianas, ecologistas, políticas, sindicales, culturales, etc” convocó en la Puerta del Sol para el 18 de julio pasado un acto de condena al franquismo y de rechazo al traslado del cuerpo del general Franco a la cripta de la familia en La Almudena. Entre ese centenar largo de organizaciones y colectivos figuraban: Redes Cristianas, la UGT, Europa Laica, Juezas y Jueces para la Democracia, alguna asociación de vecinos… Además, el acto gozó de publicidad gratuita en La Sexta y la SER. ¿Y cuál fue el resultado?
Vayamos al número de asistentes. “Cientos de personas”, según Diario 16. “Más de 200 manifestantes”, según Público. Y “un par de centenares de manifestantes” según la agencia Efe. Es decir, en torno a dos personas por asociación convocante. El presidente y la secretaria o la presidenta y la secretaria o la presidenta y el secretario…
Pero, ¿dónde están las víctimas? ¿Existen o son como los niños robados, un cuento para asustar a incautos y llenarse los bolsillos? Además, estoy seguro de que si cruzásemos las fotos de los asistentes a estos actos, descubriríamos que muchos de ellos van a todos.
Cualquier acto de la Iglesia reúne a más gente y sin embargo los católicos son un cero a la izquierda en la vida pública
La verdad es que estos antifranquistas han tenido más poder de convocatoria que una treintena de asociaciones y ONG pacenses que convocaron una manifestación delante del Ayuntamiento de Badajoz para exigir a los partidos que no pactaran con Vox. Sólo hubo nueve asistentes.
Hay más participantes en cualquier acto medio serio que convoca la Iglesia católica, como los 12.000 que acudieron a la renovación de la consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús. Desde luego, los católicos deberían de preguntarse por qué siendo tantos carecen de influencia y se han convertido en el pito del sereno en nuestro país.
En los digitales de derechas uno de los tipos humanos que abundan es el indignado que sentencia que la mitad o más de las noticias no habrían debido publicarse. El cura que pide la supresión del celibato obligatorio, la teóloga que se declara favorable al aborto, el concejal que casa a dos perros, el activista solidario que insinúa la despenalización de la pederastia, el artista que pinta un cuadro blasfemoa… “¿Por qué se dan estas noticias que a nadie interesan?, ¿por qué les prestan atención?”
Más de 100 asociaciones convocan un acto antifranquista en el centro de Madrid y acuden 200 personas, las mismas de siempre
Pues mire, entre otros motivos para saber cuántos son los que tanto gritan. Gracias a que las redes sociales permiten difundir fotografías sin trucar, estamos comprobando que estas asociaciones que hablan en nombre de “las mujeres”, o “los jóvenes”, o “los inmigrantes”, o “los jubilados” solo representan a un puñado de agitadores, por lo general a sueldo de partidos de izquierdas.
Como dice con acierto Luis Fernando Pérez Bustamante, “Ahora habría que estudiar cuántos de esos cien chiringuitos se llevan dinero público”. Es decir, copiar la auditoría que se está haciendo en Andalucía, donde el PSOE había liberado de la desagradable tarea de trabajar a miles de afiliados gracias a entidades públicas como la Fundación Andalucía Emprende, que gastaba el 99% de su presupuesto. Pero me temo que el Gobierno del PSOE, lo apoye Unidas Podemos o Coalición Canaria, no quiera hacerlo… porque supondría quitarle la sábana al fantasma.
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