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¿Y qué?

Toni Cantó (Ciudadanos) y Pablo Fernández (Podemos).

Toni Cantó (Ciudadanos) y Pablo Fernández (Podemos).

Toni Cantó se enzarza en un rifirrafe en el programa de Ana Rosa con el dirigente de Podemos Pablo Fernández acusándole de haber concurrido a unas elecciones junto con una compañera acusada de ser cómplice de asesinato, y el vasallo de Pablo Iglesias responde con un “¿Y qué?”, provocando el escándalo en el plat

Convicciones fundamentales para toda Causa Justa, término soslayado por Simon Sinek en su obra El juego infinito relacionándolo con los liderazgos destinados a conquistar un fin más grande que el propio precursor de la iniciativa. Altruismo estéril e incluso inexistente sin su llevanza por un perfil conocedor de la justicia. Una que se cosecha, según Platón, con la armonización de la prudencia, la fortaleza, y la templanza. Virtudes desconocidas por nuestros dirigentes, y de ahí que sean estériles sus intentos de conseguir una justicia real para todos los ciudadanos.

Se ha hablado tanto de extirpar a la moral de los asuntos públicos, -aspecto entendible por un servidor-, que hemos dejado a las garras opresoras de personajes sin escrúpulos gestionar nuestra vida. Hemos olvidado la existencia del mal, la realidad de que en el mundo existen individuos poseídos por causas injustas y oscuras inspiradas para dividir, destruir, socavar… Sobrevivimos entre comportamientos relativos, los cuales, no tienen por qué ser necesariamente erróneos, simplemente dejamos a las conciencias, -sin caer en la cuenta de que no todos los seres humanos escuchan a la suya-, aconsejar sobre la moralidad de actos concretos. Del mismo modo que han desaparecido las actitudes malévolas, se ha prescindido de la bondad dejando el espacio en una especie de limbo en el que todo está permitido. Podemos robar, violentar las leyes, asesinar… El fin justifica los medios. Llamamos a los ladrones, cautos; a los reclusos, demócratas; y a los asesinos, hombres de paz. Todo bien, todo correcto.

Es esa banalización del mal de la que habla Hanna Arendt en su obra Eichmann en Jerusalén, la que hace que asumamos conductas deplorables como legítimas. Por eso alcaldes imputados por corrupción, como el de Onteniente (Valencia) arrasan en las urnas haciéndose con la mayoría absoluta del consistorio pese a las sospechas delictivas, o dirigentes como Jordi Pujol son ovacionados en auditorios obviando los desfalcos perpetrados a los catalanes. En este mundo sí parece haber paz para los malvados.

Ahora es más necesario que nunca la exposición pública de los hombres y mujeres con una idea de justicia para truncar esta huida hacia ninguna parte de los cínicos profetas

Infames como los sediciosos que perpetraron el golpe del 1-O. Personajes que seguramente vayan a ser indultados más pronto que tarde por el Ejecutivo de Sánchez y que están viendo como su partido de referencia en Madrid, ERC, está siendo decisivo en la gobernabilidad de España. Utilizan la misma democracia para socavarla mientras se autodefinen como tolerantes a la par que califican a los disidentes como fascistas. Paradójico que los mismos condenados por violentar unas leyes democráticas sean definidos como demócratas. Hasta este punto ha degenerado nuestro panorama. Cosmos en el que se define a filo terroristas como hombres de paz haciéndoles hueco en el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) o permitiendo su competencia en las decisiones gubernamentales de nuestro país. Luego nos echaremos las manos a la cabeza cuando minen nuestro sistema. Por lo menos no han sido traidores y nos han avisado, ya dijo aquel dirigente de Bildu de cuyo nombre no quiero acordarme de que su objetivo es destruir nuestra democracia desde dentro.

Ya es hora de que nos convenzamos de que todo el que divide o destruye no está infundido por el bien sino por el mal. Calamidades que no pueden ni deben ser banalizadas o relativizadas, es ahí, cuando se olvida por completo la importancia mínima de que existen ciertos principios morales comunes cuando las sociedades se corrompen y, por ende, desaparecen. Y si no que se lo pregunten al Imperio Romano o a los Visigodos cuando España fue conquistada por los árabes en el 711…

Los que me conocen saben que Burke fue decisivo en mi decisión de iniciar mi periplo político con su célebre frase: “El silencio de los buenos es la victoria de los malos”, y en esto coincide Cayetana Álvarez de Toledo cuando tras ser cesada como portavoz del PP resistió las presiones para que dejara el escacho alegando el imperativo moral que le impedía echarse a un lado. Ahora es más necesario que nunca la exposición pública de los hombres y mujeres con una idea de justicia para truncar esta huida hacia ninguna parte de los cínicos profetas que obran con equivocación disfrazándola de acierto.

Firmes con nuestros principios y valientes hacia nuestro destino, esa Causa Justa que jamás podrá ser conquistada por los injustos ignorantes de la virtud.

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