«El PSOE es el partido de la libertad. Aquellos que hoy ensalzan a Otegi convendría que recordaran las palabras y la memoria de Ernest Lluch». Son palabras que cualquier socialista bienintencionado podría decir hoy, ahora que el Gobierno ha sentado a la mesa de los presupuestos, con vitola de invitado especial, al partido de la banda terrorista ETA.
Lo grave -porque lo sigue siendo a pesar de la dormidera social por avalancha de mentiras- es que son palabras del presidente del Gobierno. O al menos, como la vicepresidenta Carmen Calvo dixit, del ser humano conocido como Pedro Sánchez Castejón el 27 de abril de 2016, siendo secretario general del Partido Socialista Obrero Español pocos meses antes de que fuera defenestrado por la vieja guardia para resurgir poco después de sus cenizas. Y, por lo que se ve, probablemente desde el Averno.
El PSOE ha sido el partido supuestamente consitucionalista que más ha hecho por blanquear a ETA. Lejos, muy lejos, quedan actitudes valientes de algunos de sus hombres y mujeres a quienes compartir parte de su visión política desde el socialismo (no olviden que ETA es una organización de raiz marxista) no les impidió combatir con entereza a la banda asesina.
Desde la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero a la secretaría general del PSOE, el partido se convirtió en el mejor valedor de la banda. Jesús Eguiguren, condenado por maltratador, fue el encargado de mantener un hilo directo con Arnaldo Otegui, condenado por secuestrador y terrorista, y pactar con ETA la rendición del Estado ante la banda.
No hay Pablo Iglesias que valga para que sea imposible conciliar el sueño. Basta con un colchón húmedo y pestilente, rebosante de la sangre de sus compañeros de partido asesinados por ETA
No otra cosa fue el proceso al que luego el Partido Popular, con Mariano Rajoy a la cabeza y Pablo Casado en los hombros, se sumó con entusiasmo. Las víctimas de ETA, las que no han cedido a sus cantos de sirena, esperaron en vano que el PP publicara las actas de la negociación con la banda asesina como primero exigió en pantomima habitual a Zapatero y luego prometió para llegar al poder.
Arnaldo Otegui ha pasado de ser terrorista a hombre de paz. Y de hombre de paz a invitado de honor de Pedro Sánchez. Por lo visto, cualquier basura es bienvenida si conviene a la megalomanía y la ambición desmedida del presidente del Gobierno.
Parece evidente que cuando Pedro Sánchez tomó la primera decisión al llegar a La Moncloa -cambiar el colchón- no lo hizo pensando en su pluriempleada mujer sino para encamarse con el terror si era conveniente para sus intereses. Así, no hay Pablo Iglesias que valga para que sea imposible conciliar el sueño. Basta con un colchón húmedo y pestilente, rebosante de la sangre de sus compañeros de partido asesinados por ETA:
Germán González López, Enrique Casas, Vicente Gajate, Fernando Mújica, Francisco Tomás y Valiente, Fernando Buesa, Juan María Jaúregui, Ernest Lluch, Froilán Elespe, Juan Priede, Joseba Pagazaurtundua e Isaías Carrasco. Descansen en paz.
Al menos por estos doce, Pedro Sánchez no debiera haber pactado con ETA los presupuestos del Reino de España.
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