Indro Montanelli decía, con sorna, que Stalin era el personaje que más admiraba “porque es el que mayor número de comunistas ha eliminado”. La cifra de rivales políticos -con Trotsky a la cabeza- , miembros del Partido, mariscales y generales del Ejército Rojo, comisarios del pueblo etc. todos ellos marxistas-leninistas es interminable. 

La paradoja podría aplicarse, mutatis mutandis, al PSOE, que ama tanto a los pobres que se dedica a fabricar millones de ellos. Con Felipe González, tres millones de parados; con Zapatero, cinco millones de parados; con Pedro Sánchez vamos ya por los tres millones y medio, y se calcula que, debido al parón provocado por el confinamiento, rozaremos fácilmente los cinco millones.

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El PSOE es el defensor de los desheredados, de los oprimidos, -desde que Alfonso Guerra abogaba por los descamisados hasta Pedro Sánchez que dijo que “la justicia social será la primera prioridad de la coalición de gobierno”-. Pero las tres veces que ha gobernado desde la Transición (de 1982 a 1996 con González; de 2004 a 2011 con Zapatero; y desde 2018 hasta hoy con Sánchez) no ha hecho otra cosa que despilfarrar herencias recibidas, destruir empleo y hacer la vida imposible a trabajadores, jubilados, pymes y clases medias. 

En un alarde de demagogia -que es a la vez un jugada política para abrir la mano a los proetarras de Bildu y quedar sometido a su chantaje- Sánchez ha anunciado la derogación, siquiera parcial, de la reforma laboral de Rajoy.

Al Frente Popular no le interesa crear empleo, sino repartir miseria y comprar voluntades a base de subsidios, con el dinero de todos los españoles 

Pero esa demagogia no engaña a nadie, porque aquella reforma era una asignatura pendiente de la economía nacional, que se enfrentaba a la crisis financiera de 2008. Al eliminar trabas burocráticas, la reforma introducía flexilibidad en un mercado laboral excesivamente rígido. A partir de entonces era más sencillo despedir al trabajador, pero también más fácil contratar. Se reducían los costes laborales, se movía el mercado de trabajo, se limitaba el poder de los sindicatos al hacer depender la negociación de los convenios de cada empresa y no del sector. 

La reforma laboral del PP tuvo la virtud de reducir el desempleo en 1’2 millones respecto al nivel de la legislatura de Zapatero. Cargársela ahora, en las puertas de la mayor recesión de nuestra historia es sencillamente suicida y un motivo más para desanimar a los inversores. Como ha apuntado José Ramón Pin Arboledas en una acertado símil, derogar la reforma es “una locura comparable a la manifestación del 8 de marzo en Madrid en plena expansión del coronavirus”. 

Si resulta caro despedir al empresario no le merece la pena contratar. Ese es el punto. Pero al Frente Popular no le interesa crear empleo, sino repartir miseria y comprar voluntades a base de subsidios -con el dinero de todos los españoles-. Con este tipo de medidas, y al reforzar sus alianzas con el Lado Oscuro separatista y proterrorista, Sánchez e Iglesias exhiben su verdadera talla moral. No les interesa otra cosa que el poder, aunque lleve a España de cabeza al precipicio.

El partido de los cien años de honradez es el que más casos de corrupción acumula. Si ya sé, todos lo hacen -incluido el PP-. Pero no es excusa, para que los del puño y la rosa se lleven la palma e incluso merezcan el copyright de la corrupción institucionalizada -los ERE de Andalucía-. Y esperate que se investigue judicialmente la actuación del Gobierno durante la pandemia. Hay mucha tela que cortar y muchas alfombras que airear de quienes se han aprovechado del dolor de millones de españoles para sacar tajada.

Y el partido que va presumiendo de campeón de la igualdad es el que más desigualdades genera. Lo estamos viendo ahora con el castigo a trabajadores y clases medias al que está sometiendo el Gobierno de Sánchez, con su pésima gestión de la crisis del Covid 19 y sus errática decisiones en materia económica. Es lo de Rebelión en la granja, de Orwell: todos somos iguales, pero algunos son más iguales que otros. El marqués de Galapagar por un lado, y las cifras de paro por otro; Pedro Sánchez por un lado y las colas de españoles ante los comedores sociales, por otro. Una escena, por cierto, que no se veía desde la posguerra -con la excepción de los últimos años del zapaterismo-. 

¿Posibilidades de salir del atolladero? Díficiles. Todo indica que Sánchez, cerradas las alianzas con socios bolivarianos e indepes, va a tratar de resistir. Lo que se va a traducir en pobreza, sudor y lágrimas de los españoles. La derecha tiene un bonito plan B, con el gobierno en la sombra del PP, que incluye medidas económicas que pasan por adelgazar el tamaño del Estado, meter tijera en la estructura burocrática hipertrofiada del Ejecutivo social-podemita y recuperar la unidad de mercado. Una batería de reformas, con las que según Pablo Casado se podría evitar el rescate e incluso recaudar más. 

Pedro Sánchez tendrá que hacer algo con su socio, que más que socio es un parásito ideológico, que trata de llevarnos al modelo venezolano

El problema es que políticamente no hay forma de meter cuña, mientras los frentepopulistas permanezcan atrincherados con sus apoyos parlamentarios. O Pedro y Pablo se enfrentan a duelo, reeditando el pulso socialistas-comunistas de la Guerra Civil; o la situación económica y social se deteriora hasta tal extremo que todo salta por los aires. Y quizá entonces haya que llamar al bombero pepero para que apague al fuego.

Lo que está claro es que la UE no va a ayudar a España con las disparatadas y utópicas propuestas de Pablo Iglesias. O sea que Pedro Sánchez tendrá que hacer algo con su socio, que más que socio es un parásito ideológico, que trata de llevarnos al abismo venezolano. Por eso decía lo del duelo. ¿Quién ganará?

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Nacido en Zaragoza, lleva más de 30 años dándole a las teclas, y espera seguir así en esta vida y en la otra. Estudió Periodismo en la Universidad de Navarra y se doctoró cum laude por el CEU, ha participado en la fundación de periódicos (como El Mundo) y en la refundación de otros (como La Gaceta), ha dirigido el semanario Época y ha sido contertulio en Intereconomía TV, Telemadrid y 13 TV. Fue fundador y director de Actuall. Es coautor, junto con su mujer Teresa Díez, de los libros Pijama para dos y “Manzana para dos”, best-sellers sobre el matrimonio. Ha publicado libros sobre terrorismo, cine e historia.