Imaginemos que es usted el dueño de la plantación, una tierra que ha heredado de sus padres. Y el administrador (o capataz o mayoral) es tan inútil que la lleva a la ruina; y tan desleal que mientras usted se empobrece él, se enriquece. El colmo llega cuando al ver que las tierras no salen adelante, el administrador tiene la inmensa caradura de pedirle a usted más dinero.
En lugar de asumir su responsabilidad -para eso se le ha contratado- y esforzarse por levantar el negocio, ese negocio que él mismo ha arruinado por su mala gestión y su despilfarro, tiene la desfachatez de darle a usted un sablazo.
Eso son los impuestos. Y eso es lo que está haciendo el mayoral, capataz, o aparcero que hemos contratado en España (bueno que algunos han contratado, los que le han votado) para que lleve la tierra que heredamos de nuestros mayores. En primer lugar, ha sido un pésimo administrador porque ha logrado que seamos el país que mayor destrucción económica ha sufrido en 2021 (con una caída del 10’8% del PIB en 2020, el peor dato económico en tiempos de paz); el de mayor tasa de paro de la UE, el que más empleo ha destruido de toda Europa y el de mayor déficit público, herencia envenenada para los próximos años.
Además ha sido desleal. Porque nos ha empobrecido a nosotros, los dueños de la plantación, mientras él seguía con sus cuentas intactas, asegurándose su futuro personal, con el sueldo vitalicio de expresidente. Y no digamos sus ayudantes (como Pablo Iglesias).
Y en lugar de asumir su responsabilidad y enmendar sus errores, emprendiendo reformas para dinamizar la economía, estimular el empleo, racionalizar el gasto público y meter tijera al despilfarro de la clase política (empezando por el mismo) no se le ocurre otra cosa que saquear nuestros bolsillos, exprimiendo como un limón a la sufrida clase media.
Como se ha señalado aquí otras veces, tomando pie de Esposo y Samaniego, esto es como si la inútil cigarra pidiera dinero a la industriosa hormiga. ¿Qué digo pidiera? Como si esquilmara directamente, sin pedirnos permiso, porque en eso consiste la catarata de impuestos que se nos viene encima.
Sucesiones, Patrimonio, Sociedades, Carreteras -el peaje por circular por las autovías-, IRPF -con su proyecto de suprimir la reducción por tributación conjunta-… a lo que se suma subidas del IVA para productos de primera necesidad, de las bebidas azucaradas, del diesel, tasas tecnológicas, impuestos verdes etc.
Nadie se libra de la voracidad del sheriff de Nottingham: pensionistas, trabajadores, empresarios…
Vamos en dirección contraria a países de nuestro entorno. Los gobiernos de Portugal, Grecia e Italia rebajan la presión fiscal para reactivar sus economías
Y no es la solución para impulsar la economía, sino todo lo contrario. Como advierte el Instituto de Estudios Económicos (IEE) esa subida de impuestos puede destruir 2’5 millones de empleo y reducir aún más el tamaño del Producto Interior Bruto (PIB). Hasta la OCDE ha llamado la atención al Gobierno de Sánchez señalando que semejante sangría fiscal en mitad de una crisis como ésta es contraproducente porque va a agravar el estado del enfermo.
Vamos en dirección contraria a países de nuestro entorno. El Gobierno socialista portugués ha presentado un programa de estabilidad a Bruselas en el que promete bajar la presión fiscal hasta 2025. El Gobierno griego ha anunciado un conjunto de rebajas fiscales «para reactivar la economía»; y el italiano de Mario Draghi ultima su Plan de Recuperación sin ninguna subida impositiva.
Pero lo peor no es eso. Lo peor es que el administrador inútil y desleal se burle de nosotros. Lo ha hecho por boca de su acólita, la ministra María Jesús Montero, al justificar el sablazo por razones de sostenibilidad: hace falta -ha dicho- “un cambio de conducta medioambiental”.
Ya salió lo verde. La coartada de lo sostenible para empobrecernos y hacernos volver a la edad de la piedra, cargándose energías eficientes y seguras y apostando por molinillos de viento y placas solares. No es casualidad que el cambio de conducta medioambiental que quiere imponernos el Fisco, coincida con la Ley de Cambio Climático que el Gobierno y sus socios ultras, separatistas y filoterroristas acaban de colar en el Parlamento.
Bajo su ropaje progresista y posmoderno, esa ley no puede ser más retrógrada, ya que prohíbe el uranio, la energía nuclear, que ya caminaba hacia la fusión, es decir la energía que hubiera resultado definitiva e inagotable, a la larga la más barata de todas. Como apunta Eulogio López en www.Hispanidad.com Una riqueza tirada a la basura por la verde Teresa Ribera.
Sus planteamientos no son científicos sino ideológicos: se basan, en síntesis, en el camelo neomalthusiano de que la Tierra está en peligro, amenazada por la mano del hombre -como si este fuera el principal agente contaminador, dogma carente de rigor-, y que es preciso frenar el crecimiento económico para salvar a la naturaleza.
Las profecías catastrofistas de los calentólogos se han ido incumpliendo sistemáticamente, dejando al descubierto su incompetencia, y que lo realmente hay detrás no son sino intereses particulares de lobbies. Si nos atenemos a criterios científicos, veremos que no hay evidencias de “un emergencia climática”. Así lo explicaron 700 especialistas internacionales en una declaración conjunta.
Y dos expertos han publicado recientemente sendos libros donde desmontan la histeria catastrofista. El biólogo español José Miguel Mulet, autor de Ecología real; y el norteamericano Michael Shellenberger, fundador del Centro para el Progreso del Medioambiente (California), autor de No hay apocalipsis.
En lugar de invertir en energía nuclear, España ha gastado miles de millones en energías renovables, lo que ha generado algunos de los precios de la energía más altos de Europa.
Algunas ideas que exponen:
– El aumento de las emisiones de dióxido de carbono, que elevarían la temperatura de la Tierra, se encuadra dentro del escenario moderado que elabora el IPCC, (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climátito) por debajo de 2 grados.
– Las emisiones de CO2 llegaron a su «pico» en el mundo desarrollado hace ya décadas.
– La energía eólica y solar son peores para el medio ambiente que la energía nuclear. Ambos requieren respaldo de gas natural, ya que no pueden proporcionar energía más de aproximadamente un tercio del tiempo.
– En lugar de invertir en energía nuclear, España ha gastado miles de millones en energías renovables, lo que ha generado algunos de los precios de la energía más altos de Europa.
Michael Shellenberger aludió en una entrevista al caso español, diciendo que como las demás economías avanzadas, nuestro país lleva décadas reduciendo sus emisiones de CO2; y se pregunta: “¿Por qué proponer menos crecimiento a cambio de menos emisiones si sabemos que podemos tener menos emisiones y más crecimiento?”
En suma, la justificación verde del sablazo del Gobierno de Sánchez es injustificable. Otro cuento de la cigarra. Otra forma de seguir expoliándonos y fomentar el paro y la pobreza.
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