
Para la izquierda, la mentira es tan imprescindible como el agua para el pez, el aire para el pájaro y el estiércol para el escarabajo. No podría vivir sin ella aunque lo intentase.
Hace un año, cuando el Gobierno ‘de progreso’ preparaba su Presupuestos Generales, el batallón de ministros y su tertulianada nos dijeron que sí, que habría subida de impuestos, pero… que sólo afectaría a los que más tienen, a los privilegiados; o sea, a los ricos. En cambio, las clases medias y humildes estarían exentas de volver a apretarse la cartera. Me acordé entonces de ese chiste grosero de “sólo la puntita”.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraLa promesa de Pedro y Pablo ha tardado en seis meses o así en convertirse en mentira. Bueno, mentira lo era desde el principio; ahora queda como tal incluso para los fanáticos y para los moderaditos.
El Gobierno ‘de progreso’ anunció una subida de impuestos a los más ricos. Ahora descubrimos que ricos somos todos
Del subidón de impuestos (todavía lejos del que perpetró Mariano Rajoy a las dos semanas de entrar en La Moncloa y contra su compromiso electoral), lo que más destaca es el peaje en las carreteras.
La lamentable prensa española no sólo ha llenado sus redacciones de jovenzuelos, sino que también ha debido de eliminar sus departamentos de documentación. El tratamiento dado a la noticia parecía propio de quien carece de coche, porque o bien usa el de sus padres o es tan ecológico que se desplaza en bicicleta.
Ninguna de las piezas periodísticas que leí mencionó que el primer ministro que propuso implantar un peaje en las autovías fue Josep Borrell, en 1991, cuando era ministro de Obras Públicas.
Tampoco que las autovías gratuitas y, por tanto, progresistas y avanzadas, fueron la alternativa socialista al plan de autopistas de peaje, tan reaccionario que fue heredado (¡cómo no!) del franquismo y mantenido por la penosa UCD.
El PSOE se opuso a la construcción de autopistas, pero ya en 1991 Borrell habló de poner peajes a las autovías
La red de autovías empezó a construirse en los años 80 mediante el sencillo método de desdoblar las carreteras nacionales de más tráfico con fondos recibidos de la Unión Europea.
La casi totalidad de los periodistas se limitaron a repetir el argumentario difundido por Moncloa a sus cargos y portavoces: cuesta un dineral la construcción y la conservación de la red de carreteras; y, nueva mentira, es injusto “hacer que una pobre abuelita que cobra una pensión, que no tiene ni coche lo pague”.
Casi ninguno recordó que los automovilistas y camioneros pagan el impuesto de matriculación, el IVA, el impuesto especial de carburantes, las inspecciones obligatorias de ITV, más multas y tasas diversas, incluso una por dar de baja el vehículo. El coche es una máquina fiscal aceitada para todas las Administraciones.
Los conductores pagan todos los años miles de millones de euros. ¿Qué hace el Estado con ese dineral?
En 2019, el Estado recaudó del sector del automóvil 30.000 millones de euros, más luego 21.513 millones por impuestos al consumo de hidrocarburos y 5.493 millones por adquisición de vehículos nuevos. El coste del mantenimiento asciende a 4.500 millones. Con el conocimiento anterior, la pregunta que un periodista de verdad habría tenido que hacerse es: ¿qué hacen los políticos con ese dineral para que ahora nos digan que necesitan imponer peajes en carreteras ya pagadas?
El Gobierno de Pedro y Pablo ha seguido las malas costumbres del Gobierno de Mariano y Soraya de seguir inflando el gasto y la deuda pública. Ahora, con el covid-19, hace falta todavía más pasta. Y los políticos ni se plantean reducir el gasto, que les permite ‘comprar’ votos, mediante subsidios, televisiones, subvenciones a grandes empresas, salarios de funcionarios y personal de libre designación, observatorios, ONG, ayudas al desarrollo, aportaciones a la ONU y sus agencias, transición ecológica, etc, etc, etc.
Bruselas aporta los fondos con los que el PSOE cree que va a lograr su victoria en las siguientes elecciones y exige que España demuestre que puede devolverlos. El método le da igual: suprimir organismos inútiles, reducir el gasto en pensiones (que es la mayor partida de los Presupuestos Generales), o aumentar la recaudación. Si los españoles aguantamos, es asunto nuestro. “Disfruten ustedes de lo votado”, pensarán en Alemania y Holanda, y con razón.
Nos van a encerrar en las ciudades para que no estropeemos el campo ni contaminemos, tal como plantea la Agenda 2030
La tercera mentira de este asunto, la sacarina con el que el Gobierno ‘de progreso’ pretende endulzar el latigazo, es que los peajes son una manera de conseguir “una movilidad sostenible que combata la agresión al medio ambiente”. Semejante estupidez la dice una ministra, que se desplaza en coches y aviones pagados por el Estado.
La Agenda 2030 sigue su implantación. Nos están encerrando en las ciudades, porque salir de ellas será cada vez más caro, hasta que nos quiten el coche. En cambio, a los March, los Botín, los Del Pino, los Pujol o las Koplowitz los peajes para irse a sus fincas son calderilla. Nos están empobreciendo, porque nos hacen pagar impuestos y luego tasas y peajes. Y ante la excusa ecologista, más de uno y de una, tonta ella y tonto él, como los Amantes de Teruel, aplaudirá y entregará su escaso dinero a los ‘salvamundos’. Antes pobres que contaminantes.
En la actualidad, las clases con intereses opuestos no son la burguesía y el proletariado, los hombres y las mujeres, los blancos y los negros, sino, los que pagan impuestos y los que de ellos viven. Lo demás son distracciones. Apague la televisión, querido lector.