
“¿La Agenda 2030? Pero si es una simple declaración de buenas intenciones. ¿Es que a ti no te parece bien que la ONU y los Gobiernos se comprometan a luchar contra el hambre y el maltrato a las mujeres? No hay ninguna conspiración detrás de ella. No seas conspiranoico, hombre, que ya eres mayor. Y, mira, si de verdad unos supuestos amos del mundo la estuvieran moviendo, ¿crees que llegaría a España? ¡Imposible! ¿Cómo van a dejar los españoles de comer carne y de viajar? Es como si dejasen de ver fútbol”.
Estas reflexiones tan propias de la ‘gente de orden’ las hemos escuchado desde antes de la pandemia e incluso después de ella. La moraleja es que nunca pasa nada serio y en el caso de que pasase no nos alcanzaría, porque nadie sabe dónde se encuentra España, salvo los borrachos británicos que suelen caerse de los balcones.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraBueno, pues la Ley de Cambio Climático está concluyendo sus últimos trámites en las Cortes antes de ser promulgada por el rey y publicada en el BOE. Y fuera de España, en la lejana y exótica Francia, el presidente Emmanuel Macron, que es como Pedro Sánchez, pero mucho más eficiente, está aplicando la Agenda 2030 a una velocidad de crucero.
En Francia, el partido de Macron, el PP local y la izquierda van a prohibir el uso del avión en vuelos cortos y sustituirlo por trenes
Hace unas semanas dimos aquí la noticia de que el Ministerio de Transición Ecológica francés (que también existe en España) prohibió que el 1 de enero de 2023 estén en el mercado de alquiler viviendas con un consumo energético superior a 450 kWh/m2 año. Y no porque falte electricidad en Francia y haya cortes de suministro, como en las socialistas Venezuela y California, sino porque hay que salvar la Tierra.
La semana pasada, la oligarquía francesa dio un paso más en el cumplimiento de la Agenda 2030 y la Asamblea aprobó en primera lectura y envió al Senado un proyecto de ley que prohibirá (¡cómo conjugan los super-demócratas el verbo prohibir!) los vuelos interiores en distancias que puedan cubrirse en dos horas y media de tren. Es decir, la partitocracia pretende bajar a los ciudadanos que les votan de los aviones y meterlos en trenes.
Los afectados son los viajes entre París y Nantes, Lyon y Burdeos. En todas estas ciudades, por cierto, ganó la candidatura de Macron en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. También los franceses deben aprender que el voto tiene consecuencias en su vida cotidiana. Me pregunto si el Estado también bajará los precios de los billetes de tren para ayudar a la ‘transición ecológica’.
Si el avión es contaminante y egoísta, deberían prohibirse los jets privados, los que usan los plutócratas y los políticos
Y esta medida la aprueba la mayoría de los diputados días después de que el Gobierno aprobara dar 4.000 millones de euros a Air France para ayudarla ante la crisis causada por la epidemia. Las incongruencias de los mandamases: quitan dinero a los ciudadanos para entregárselo a una aerolínea con la finalidad de que se recupere económicamente y luego a esa aerolínea le suprimen vuelos donde tiene poca competencia.
La excusa para hacer aterrizar los aviones es la ‘emergencia climática’ de marras. Como los aviones generan más gases de efecto invernadero que los ferrocarriles, hala, la gente al tren. Los amos nos lo anunciaron en el último Foro de Davos, a principios de año: los plebeyos tenían que regresar a los trenes-cama, tan románticos ellos, en vez de seguir usando el avión.
Si la partitocracia estuviera tan preocupada por esos gases, prohibiría los aviones privados. El ser humano más generador de CO2 y NO2 es Bill Gates, ya que se desplaza en avión (no en tren) para difundir su remedio al apocalipsis climático. Durante los confinamientos del año pasado, se descubrió que varios de los ricachones franceses, cuyas empresas cotizan en la bolsa, usaban helicópteros privados para salir de París y marchar a sus mansiones en Bretaña. “Viajes de negocios”, respondían los plutócratas a los insolentes que se atrevían a preguntarles por los motivos de sus desplazamientos.
Antes, el progreso consistía en que todos tuvieran casa y coche; ahora el progreso se limita a pisos compartidos y bicicletas
La primera propuesta debatida ampliaba la prohibición hasta las cuatro horas de viaje en tren, lo que indica cuál será el siguiente paso dentro de unos años, ante la inmensa demanda social de ONG y asociaciones subvencionadas. Puestos a prohibir el transporte ‘calentólogo’, sería más efectivo eliminar los inmensos cargueros que traen de China los productos que ya no se fabrican en Europa.
En España el Ayuntamiento de Barcelona ya ha propuesto la supresión del puente aéreo con Madrid y la simpática Greenpeace planteó en enero de 2020 lo mismo que ha aprobado la Asamblea francesa. ¡Si es que todos obedecen a los mismos amos!
El Congreso español quiere suprimir los coches con motor de combustión y que se sustituyan por coches eléctricos, y quien no se los pueda comprar (porque son caros de narices, incluso con las subvenciones), pues transporte público, bicicleta… o carromato. Antes el progreso consistía en que todos tuvieran coche y vivienda; ahora el progreso es pisos compartidos y bicicletas.
El ser humano más generador de CO2 y NO2 es Bill Gates, pues viaja en avión para difundir su remedio al apocalipsis climático.
Los viajes en avión, como la alimentación con carne y comidas traídas de otros países, las viviendas en propiedad, las pensiones de jubilación y las vacaciones en la costa acabarán siendo privilegios de los muy ricos y de sus testaferros políticos.
Estamos ante una guerra de clases, en la que, paradójicamente, los llamados marxistas hacen de perros de presa de los oligarcas.