Haití, el país más pobre, atrasado y castigado de las Américas, es una zona catastrófica desde el día mismo de su independencia, la segunda nación del continente en alcanzarla tras una metódica matanza de todos los europeos de la isla.
Se han invertido millones de dólares en tratar de paliar su espantosa pobreza o en poner algún orden en su caótico sistema político, siempre tendente a las peores y más macabras tiranías, sin resultado alguno. Basta pasar en avión sobre la divisoria entre la República Dominicana y Haití para localizar con nitidez la frontera, porque los frondosos bosques desaparecen bruscamente para dar paso a un terreno baldío y desnudo.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraTampoco puede decirse que ese sobrevalorado dinosaurio burocrático supranacional, las Naciones Unidas, hayan hecho mucho para arreglar las cosas. Sí, han intervenido en el país, pero no exactamente para mejorarlo: el año pasado, por ejemplo, nos enterábamos que los cascos azules de la ONU abusaron de 2.000 mujeres y niñas en Haití, tan jóvenes algunas como de 11 años. Con salvadores como estos, la verdad, casi mejor un terremoto.
Porque en 2010 sufrió un devastador terremoto que movilizó a gobiernos y ONGs de todo el mundo, pero cualquiera que visite este país que ocupa la parte occidental de la isla de Santo Domingo podría perfectamente imaginar que el terremoto fue ayer, a juzgar por desolador panorama. Miseria, analfabetismo, violencia, inseguridad, corrupción, plagas: Haití es la desesperación de los filántropos y de los responsables de las ayudas al desarrollo, porque nada parece aliviar de modo permanente a este desventurado país.
Pero entre tanta oscuridad se ha encendido una luz: desde hace muy poco, Haití dispone de línea telefónica para personas LGTBI en riesgo, ¿no es maravilloso? ¡Oh, sí, todavía quedan algunos problemillas por solucionar, que si el PIB más bajo de América y uno de los más bajos del mundo, unas comunicaciones deleznables, un tejido industrial prácticamente inexistente, una violencia incontrolable que convierte sus calles en zonas peligrosísimas…! Pero poco a poco; lo primero es lo primero. Y para nuestra época no hay nada que venga antes que las necesidades de ese pequeño porcentaje de la población con una atracción sexual alternativa.
En la práctica, el globalismo es sencillamente una forma de imperialismo, en el que una cultura impone por la fuerza sus códigos culturales, religiosos, éticos y políticos a todas las demás
Leo en la agencia Prensa Latina: “Todos los días la organización Acifvh, que desde 2016 agrupa a mujeres transgénero de Haití recibe muchas llamadas para solicitar apoyo psicológico, aseguró hoy su coordinadora, Yaisah Micaela Val. La Asociación Comunitaria para la Integración de Mujeres Vulnerables en Haití (Acifvh) puso a disposición de la comunidad LGTBI (Lesbianas, gays, transexuales, bisexuales e intersexuales) una línea telefónica para el acompañamiento de estas féminas que enfrentan situaciones extremas en las que incluso pueden perder la vida, aseguró Val a medios locales. Yaisah es una de las pocas transgénero en la nación caribeña que habla abiertamente sobre su identidad, pese a los tabúes presentes en la sociedad. La psicóloga educativa de 45 años, explicó que la idea de la comunicación telefónica surgió tras el suicidio el mes pasado de una joven transexual”.
El problema del globalismo no es que haya, en principio, nada malo en la idea de un mundo unido bajo un mismo gobierno que respete la pluralidad cultural. Eso no es malo, solo imposible y, como todo lo imposible, generador de un espantoso desastre si llegara a intentarse. No, el problema es que, en la práctica, el globalismo es sencillamente una forma de imperialismo, en el que una cultura impone por la fuerza sus códigos culturales, religiosos, éticos y políticos a todas las demás. Todo lo demás es cháchara inane.
Y está en marcha, sin que haya que recurrir necesariamente a las intervenciones bélicas (que también). La Doctrina Kissinger, por ejemplo, lleva desde los años setenta condicionando las ayudas a los países africanos a que acepten campañas de esterilización y abortos. Un mundo fraterno, unido y armonioso, sí, pero con mis reglas; con los caprichos y obsesiones de los occidentales, metidas a capón en sociedades que tienen necesidades mucho más desesperadas y perentorias.
¿Y qué grupo hay en Occidente más privilegiado, ensalzado, mimado e influyente que los LGTBI? Así que todo tiene que ser LGTBI, aunque sea en un país como Haití, donde quizá no tengan para comer, tal vez tengan que soportar la caprichosa represión de autoridades corruptas, puede ser que sufran violaciones, mutilaciones o muerte por el hecho de salir a la calle y tener un desafortunado encuentro, pero al menos ahora tienen una línea de ayuda LGTBI.
No nos deis las gracias, haitianos, nosotros somos así.