Imagen referencial / Pixabay
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Estamos a tres días del 8 de marzo y he decidido darme un paseo por la web del Instituto de la Mujer, que en realidad ahora se llama ‘Instituto de las Mujeres y para la Igualdad de Oportunidades’, cambio de nombre que servidora ya anticipó se iba a producir porque las podemitas del Ministerio de Igualdad y organismos anexos no creen que exista el ser humano denominado ‘mujer’. Las siglas de este organismo son IMIO.

La verdad es que darme una vuelta por el Instituto de las Mujeres, dependiente del ministerio de Igualdad que dirige Irene Montero (la madre de los hijos del vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias) siempre me depara alguna satisfacción.

Algunas personas creen que La Sexta da información.

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Y, efectivamente, me he llevado un alegrón al descubrir que el mencionado Instituto se ha gastado casi 32.000 euros (31.804,12 €) en pagar a una empresa denominada RED2RED CONSULTORES, S.L. para evaluar las actuaciones desarrolladas por el IMIO en centros educativos y dirigidas a aumentar la presencia de niñas y jóvenes en las ramas de estudio científico tecnológicas. 

¿Y qué ha hecho el Instituto de las Mujeres para que haya más niñas en las ramas científicas y tecnológicas? Pues aplicar en colegios e institutos dos programas en coordinación con las comunidades autónomas: Programa ADA de Iniciación a la tecnología en igualdad, en el que se desarrollan talleres de cuatro horas en centros educativos a lo largo del año y Programa DIANA de Programación creativa en igualdad en el que se desarrollan talleres de dos horas y media de programación en torno al día internacional de las niñas en las TIC (Tecnologías para la Información y la Comunicación). 

¿Y por qué se mete el Instituto de las Mujeres en esta aventura? Ojo a la misión que ellas mismas definen: “Queremos también contribuir a erradicar la creencia, en relación al campo de la ciencia y la tecnología, y aún presente en muchos ámbitos, de que las habilidades en ciencia y tecnología, son innatas en los chicos y, por el contrario, casi inexistentes en las chicas. Para ello ponemos a disposición del profesorado recursos para acercar la tecnología a niñas y niños de edades tempranas de forma lúdica y amigable, rompiendo con las creencias y estereotipos de género que con tanta frecuencia condicionan nuestras elecciones desde la infancia”.

Las actividades que se plantean en estos programas van dirigidas a alumnos de Primaria y de 1º de la ESO. He visto los materiales didácticos para incentivar el acercamiento de las niñas a la ciencia y a la tecnología. Por ejemplo, esta ilustración de la Guía para el Profesorado del Programa ADA y el vídeo ‘Creativa en Igualdad’. Y me he quedado igual que estaba. Ese tipo de ilustraciones ya estaban en los libros y otros materiales didácticos de Ciencias Naturales, antiguamente llamados ‘Conocimiento del Medio’ para las etapas de Primaria.

El problema es que el Instituto de las Mujeres, como el ministerio de Igualidad, está dirigido por podemitas que son mitad feminazis y mitad comunistas. Por tanto, tienen el ADN totalitario y no se lo pueden quitar

Pero todo esto me da que pensar. Si las niñas necesitan programas específicos para acercarse a las ciencias y a la tecnología es que las dirigentes del Instituto de las Mujeres creen que las alumnas son menos espabilidas que los alumnos y necesitan lo que en la pedagogía actual se llama ‘un refuerzo’. Por ese necesitamos gastarnos miles de euros para comprobar si, después de realizar los talleres y actividades específicas para que las niñas elijan ramas de ciencias y tecnología deciden ser ingenieros o informáticos.

Para que ustedes lo entiendan: el Instituto de las Mujeres dependiente del Ministerio de Igualdad considera que las niñas no acceden a estudios de ingeniería o tenología o informática y cosas así porque no se enteran en las clases de las asignaturas correspondientes (Tecnología, Ciencias Naturales) y hay que explicárselo aparte. 

Y, en el caso de que las niñas entiendan (gracias a los programas de refuerzo del Instituto de las Mujeres) cómo funcionan los motores o cuáles son los secretos de la programación informática, se trata de que elijan esos estudios. Que superen de una vez por todas “los estereotipos de género” que condicionan la elección de los estudios de las niñas españolas del siglo XXI. Toma castaña.

No tengo ni idea de en qué mundo viven Irene Montero y las directivas del Instituto de las Mujeres. Desde luego, no es el mío. En España, el 35 % de los alumnos que se matriculan en carreras relacionadas con la tecnología son mujeres. En cambio, en Ciencias de la Salud, las alumnas representan un 72 % respecto al total. 

No sé, querido lector, cuántos años tiene usted y si ha experimentado una presión insoportable para que usted misma (si es mujer) o las féminas de su familia no elijan una carrera relacionada con la ciencia o la tecnología. Más bien, creo yo, es que las mujeres en España elegimos lo que nos gusta estudiar y orientamos la carrera profesional según nuestras capacidades, inquietudes y posibilidades.  

El problema es que el Instituto de las Mujeres, como el ministerio de Igualidad, está dirigido por podemitas que son mitad feminazis y mitad comunistas. Por tanto, tienen el ADN totalitario y no se lo pueden quitar. Necesitan decidir qué tiene que hacer la gente en la vida, en la familia, en el trabajo y en el ocio. Y si las personas deciden seguir estudios diferentes a los que les gustaría a ellos les fastidia. Porque detestan que la gente sea libre. Y se gastan recursos públicos para que las niñas aprendan cómo funciona un tractor o cómo se construye un avión. Es el comunismo de Irene Montero y Pablo Iglesias.

Pero mire usted, Irene Montero: aunque entendamos perfectamente la revolución industrial y las claves de la ingenieria aeronáutica, a muchas mujeres no nos ha atraído nada ese mundo. Mire por donde. Y no somos víctimas de ningún estereotipo de género ni nadie nos ha condicionado lo que debíamos o no estudiar. Si las mujeres ya eramos libres para escoger nuestra carrera profesional en la década de los ochenta, que es cuando servidora pisó las aulas universitarias, dígame usted ahora qué limitaciones tienen las alumnas para decidir su futuro profesional.

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