Hoy llegan las vacaciones escolares en toda España, buen momento para hacer balance de la Ley educativa aprobada por el Gobierno de Rajoy la pasada legislatura. Con la LOMCE el PP prometió devolver la calidad de la enseñanza a las escuelas. Sólo el tiempo lo dirá. De momento, la asignatura de Religión no ha salido bien parada, pues ha dejado de ofertarse en bachillerato.
Jaime Urcelay, expresidente de Profesionales por la Ética, denuncia que incluso se incumplen los acuerdos Iglesia-Estado de 1979. Entonces España firmó unos acuerdos con la Santa Sede en los que estableció que la enseñanza de la religión se incluiría tanto en la educación primaria como en la secundaria, «en condiciones equiparables a las demás disciplinas fundamentales».
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahora-El 63,5% del alumnado escogió la asignatura de religión en el curso 2014-2015. ¿Por qué desde el poder no se le da la relevancia que sí tiene entre padres y alumnos?
La LOMCE ha dado pasos interesantes en la buena dirección, pero no deja de ser un reflejo de las indefiniciones y complejos culturales puestos de manifiesto por el Partido Popular en esta legislatura.
En cuanto a la asignatura de religión han faltado ideas claras y ha sobrado miedo a una izquierda que encubre su fracaso en la educación convirtiendo en una de sus prioridades algo tan sectario y antidemocrático como es la expulsión de la religión de la escuela.
-¿Acaso ahora no había mayoría social?
Nuestros gobernantes no han sido capaces de sustraerse a ese absurdo ambiente de «sospecha» hacia la religión que, de manera sistemática, se ha creado por los medios de comunicación dominantes y por la mayor parte de la clase política. Está claro, además, que la tan invocada «mayoría social» sólo cuenta cuando lo exigen sus intereses ideológicos.
-Los obispos sí se han pronunciado…
Ha sido un error dejar la defensa de la asignatura solamente en manos de los obispos. La jerarquía de la Iglesia tiene mucho que decir, pero los verdaderos sujetos de la educación son los alumnos y sus padres; ellos son los primeros responsables de reclamar al poder político que se facilite la enseñanza de la religión en la escuela como parte de su derechos educativos.
-¿En qué cosas sí ha mejorado esta nueva ley?
El nuevo modelo tiene un aspecto claramente positivo y es que la asignatura de religión ha recuperado, después de 20 años de discriminación, su valor curricular. Si los padres o los alumnos eligen la asignatura, ésta les contará para su expediente académico, a diferencia de lo que ocurría en la anterior redacción de la LOE.
-¿Antes no había alternativa?
Ahora hay una alternativa real, con contenido, para los alumnos que no desean la asignatura, habiéndose puesto fin de este modo a la absurda situación anterior que, de hecho, era toda una invitación a que no se escogiese la clase de religión.
-¿Y qué es lo peor de la ley?
En lo negativo, la consideración de esta asignatura como específica, deja en manos de las Comunidades Autónomas su carga lectiva. Y esto conduce a lo que ya estamos viendo: que en algunas de ellas los profesores de religión están comprobando que sus clases se han reducido exactamente a la mitad.
Otro aspecto muy negativo es que la religión deja de ser una asignatura de oferta obligatoria en Bachillerato, por lo que serán la Comunidad Autónoma o el Instituto quienes decidan si existe o no. El impacto sobre el profesorado es evidente.
-¿Una hora de clase a la semana es suficiente?
Sin duda es muy poco tiempo para conseguir unos objetivos consistentes. Las Administraciones Educativas que han optado por esa carga lectiva mínima no están reconociendo el valor de la decisión libre de las familias que, como reconoce el propio Preámbulo de la LOMCE, «son los primeros responsables de la educación de sus hijos».
-¿Se cumplen los acuerdos Iglesia-Estado cuando los alumnos de bachillerato ya ni siquiera tendrán la opción de cursar la asignatura?
El incumplimiento de los Acuerdos de 1979 es flagrante. El Estado está obligado por este Tratado Internacional a incluir la enseñanza de la religión en todos los centros, incluidos los de Bachillerato. En este aspecto la LOMCE no se ajusta a la legalidad.
-¿Qué pierden los jovenes que ya no podrán estudiar esta asignatura?
Creo que pierden una oportunidad de profundizar en el conocimiento de su propia identidad, ya que para un creyente solo la experiencia religiosa da respuesta plena a las preguntas clave de nuestra existencia.
-Aunque sólo sea por cultura religiosa, ya ni eso…
La falta de cultura religiosa mutila nuestro entendimiento del mundo en el que vivimos. Y esto, que es válido para cualquier latitud, me parece que es especialmente grave en el caso de España, una nación secularmente impregnada por el hecho religioso en sus costumbres, historia, cultura…
-¿No basta con que los jovenes estudien ética?
Si se siguen poniendo impedimentos a la asignatura de religión se estará haciendo un flaco favor al propósito de dotar de valores éticos a nuestros jovenes. No nos engañemos: puede existir una ética sin referentes religiosos, pero la ética encuentra anclajes sólidos cuando está unida a una experiencia espiritual y a una doctrina moral clara y coherente, que en el caso de los católicos es muy exigente en cuanto al comportamiento social y al compromiso con el bien común.