Catedrático de Filosofía del Derecho, su trabajo Liberalismo, Catolicismo y Ley natural obtuvo una gran acogida en el sector liberal-conservador de la sociedad española. Sostiene que cristianismo y libertad económica son ideas compatibles y que con el Papa Francisco la Iglesia ha vuelto a la época de la crítica «casi estridente» del capitalismo.
Francisco José Contreras cree que la cristofobia ha echado raíces en esta Europa que niega su propia identidad cristiana -«algo que constataría hasta un marciano»- con tal de evitar un choque de civilizaciones con el islam. Aunque el continente se postre genuflexo a lo políticamente correcto, la respuesta -asegura- no puede ser la de imponer una religión. Algo, por cierto, que ni siquiera atribuye a la idea cristiana de Dios.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
Suscríbete a Actuall y así no caerás nunca en la tentación.
Suscríbete ahoraHabla de un Dios liberal porque «creó un mundo en el que la fe no se impone, sino que se escoge».
Bueno, en el libro usé esa metáfora de un «Dios liberal». Me da la sensación de que Dios no ha querido revelarse de una forma inequívoca o aplastante, que no deje resquicio para la duda. Hablo de una «revelación tenue», como si Dios quisiera dejar abiertas las dos posibilidades: la de la fe o la del rechazo.
¿Pasa lo mismo con otras religiones?
Dudo de que el islam tenga una concepción «liberal» de Dios. En el islam el infiel es culpable de su increencia. Por eso en el Corán el trato que se da a los infieles no es muy clemente. En tierra islámica, los cristianos y judíos pueden ser tolerados como ciudadanos de segunda (dhimmis) con derechos muy recortados, y los politeístas son paganos exterminables.
Una de las críticas al liberalismo es que destruyó las barreras estamentales, o sea, la seguridad, que el mundo precapitalista sí garantizaba.
En el mundo precapitalista nacías prácticamente aprisionado en un estamento y/o gremio, y no había un horizonte de posible ascenso social basado en el esfuerzo y en la capacidad de asumir riesgos. Es verdad que aquello tenía sus ventajas en cuanto a seguridad, porque sabías a qué atenerte, había menos decisiones que tomar y uno era menos autor de su vida porque lo principal le venía fijado de antemano por su estirpe.
En palabras de Carlos Marx, «La incertidumbre caracteriza a la era de la burguesía».
Sí, pero la superación de la sociedad del Antiguo Régimen tuvo también muchos frutos positivos: aumento de la esperanza de vida, mayor prosperidad, casi desaparición de la mortalidad infantil, democracia y libertades… La humanidad en su conjunto ha salido ganando. En la aldea preindustrial tenías mucha certidumbre, pero se vivía en la miseria.
León XIII y Pío XI atribuyeron al liberalismo la miseria de los obreros y Juan Pablo II dijo en Centessimus Annus que la Iglesia no tiene un modelo económico que proponer. ¿Y ahora?
Creo que con Francisco se ha producido un retroceso respecto a los progresos que la Iglesia había hecho en materia de comprensión y aprobación de la economía libre, especialmente en Centesimus Annus. Hemos vuelto a la época de la crítica casi estridente del capitalismo. Francisco se ha referido al capitalismo como «una economía que mata». Los que creemos en la compatibilidad del liberalismo con el cristianismo nos hemos quedado bastante fuera de juego. Hemos sido descalificados por el magisterio de Francisco.
«Los que creemos en la compatibilidad del liberalismo con el cristianismo hemos sido descalificados por el magisterio de Francisco»
Si la era del comercio sustituye a la era de la guerra, ¿Occidente evita la guerra -como decía Kant- por dinero y no por moralidad?
Autores como Kant o Benjamin Constant pronosticaron que el comercio desplazaría progresivamente a la guerra, haciéndola innecesaria. En la era del comercio, resulta más lucrativo intercambiar bienes con el país vecino que invadirlo para rapiñar sus riquezas: el intercambio comercial pacífico beneficia a ambas partes.
Esto tiene su lógica y se ve confirmado por la experiencia histórica. Como demostró Michael Doyle en Ways of War and Peace, los estados liberales no se hacen la guerra entre sí. Hoy sería impensable, por ejemplo, que España fuera a la guerra con Gran Bretaña por Gibraltar.
¿Nunca ha habido guerras entre países liberales?
Todo depende de cómo definamos el concepto de Estado liberal. Doyle sostiene que no ha habido guerras entre Estados liberales; conceptúa a la Francia napoleónica, por ejemplo, como un Estado no liberal, una dictadura; las Potencias Centrales de la Primera Guerra Mundial, en su concepto, no eran tampoco Estados liberales, pues los emperadores alemán y austriaco ejercían aún realmente el poder ejecutivo y no respondían ante los Parlamentos respectivos.
Y es cierto que las siete décadas ininterrumpidas de paz en Europa occidental desde el final de la II Guerra Mundial son históricamente inéditas. Y eso bajo el signo del liberalismo. Con la democracia liberal generalizada en Europa, el continente ha conocido el período más prolongado de paz desde la Pax Romana.
¿Esa paz ha desembocado en el ‘carpe díem’? El ideal del ahorro está en desuso.
La crisis se ha debido al sobreendeudamiento de los particulares, y también del Estado. Los políticos no dan ejemplo porque endeudan al Estado hasta el punto que la deuda pública ha alcanzado un nivel récord de casi el 100% del PIB. Y la gente no está ya dispuesta a aplazar la gratificación: la gente quiere disfrutar ya, aquí y ahora. De ahí la tendencia a abusar del crédito. Eso sí: desde 2008, el sector privado se ha desapalancado, pero el sector público no. El ajuste ha recaído sobre las familias y las empresas, mientras el Estado sigue creciendo.
¿Quizá porque ahora se tienen menos hijos?
Antes se ahorraba para dejar algo a los hijos; ahora, o no se tienen hijos o se tienen muy pocos. Hay una incapacidad para el aplazamiento de la gratificación. Todo ello está relacionado con la visión materialista del mundo: «a vivir, que son dos días». El hedonismo es coherente con el materialismo. Si estamos aquí por puro azar y todo acaba con la muerte, el único sentido de la vida estriba en extraerle el máximo placer posible. Aquí y ahora.
«Antes se ahorraba para los hijos, ahora o no se tienen hijos o se tienen muy pocos, todo está relacionado con la visión materialista de la vida»
¿También influye el ‘papá Estado’?
Posiblemente los ciudadanos estén sobreprotegidos por el Estado socialdemócrata, el Estado-providencia. ‘¿Para qué voy a ahorrar, si el Estado me promete pensiones de jubilación y cobertura de mis necesidades esenciales?’ Así sucede con la jubilación, la sanidad… Por un lado, la sobreprotección y, por otro, el mal ejemplo de cortoplacismo que dan los políticos… Todo eso contribuye a la decadencia del ahorro.
¿Acaso sustituye el Estado del Bienestar el papel tradicional de la familia?
Puede ser. Si nos damos cuenta, el Estado ha ido asumiendo las funciones que siempre ha ejercido la familia. Por ejemplo, la educación de los hijos. Al convertirse la educación gratuita en un «derecho social», la familia queda dispensada de esa responsabilidad. Lo mismo sucede con la asistencia sanitaria o el cuidado de los ancianos, una función clásica de la familia que el Estado ha terminado asumiendo.
O sea, el Estado moderno es una de las causas del declive de la familia.
Hoy la conservación de la familia deja de ser una cuestión de vida o muerte, si la familia se rompe no es el fin absoluto. Imaginemos un padre o madre que está dudando en abandonar a su cónyuge y a sus hijos. Con el Estado socialdemócrata sabe que sus familiares no quedarán a la intemperie porque el Estado acudirá al rescate y sus hijos no se morirán de hambre. El papá Estado sustituye al papá biológico.
Curiosamente, los políticos apenas hablan de estos dos problemas.
Hay una reticencia a afrontar tanto el descenso de la natalidad como el problema de la desaparición del matrimonio. Cada vez se casa menos gente; y, entre los que se casan, cada vez hay más divorcios. Está prohibido conceptuar esto como un problema, porque parecería reaccionario.
«Hay una reticencia a afrontar el descenso de la natalidad como el problema de la desaparición del matrimonio»
En España se asocia al franquismo.
Sí, porque el régimen fue familiarista y natalista. Es ridículo, porque el hecho de que haya sido defendida por Franco no implica que la idea natalista no tenga entidad propia. Por esa regla de tres, hubiéramos tenido que dejar de hacer pantanos, pues Franco construyó muchos. En Francia hubo políticas natalistas en la segunda posguerra, y resultaron eficaces. Es increíble que aquí no se haya afrontado este problema, sobre todo cuando España tiene un horizonte demográfico tan negro.
¿Se tienen menos hijos porque hay menos matrimonios?
Es comprobable estadísticamente que las parejas casadas tienen más hijos que las que cohabitan sin casarse. Es lógico, porque el matrimonio implica una voluntad de compromiso definitivo. Una pareja de hecho tiene un compromiso menor. Es más fácil tener hijos con una pareja definitiva que con una provisional, sobre todo para la mujer: ‘¿voy a tener hijos con quien quizás se irá en un par de años, como me pasó con el anterior?’. El declive del matrimonio es uno de los factores que explican el descenso de la natalidad, aunque no el único.
¿Otro es el aborto? En su libro dice: «Si somos platónicos y no sofistas, los provida tienen una baza fundamental: la verdad». Si tienen la verdad, ¿por qué no están ganando la batalla?
Hay países donde sí se está ganando la batalla; por ejemplo, en Estados Unidos, donde crece el porcentaje de gente pro-vida. Aquí el movimiento pro-vida no es lo bastante potente, o no lo ha hecho todo bien. Pero hay otro motivo: una resistencia grande de la sociedad a mirar la verdad de frente, una ceguera voluntaria relacionada con factores como la sacralización de la libertad sexual. El aborto libre es una red de seguridad contraceptiva imprescindible en una sociedad sexualmente permisiva.
¿Y la Iglesia no se ha equivocado en este punto?
Creo que en los últimos tiempos la Iglesia no se ha pronunciado con la suficiente rotundidad y frecuencia sobre el derecho a la vida del no nacido. Algunos dicen que la Iglesia está obsesionada con el tema del aborto, pero lo cierto es que no recuerdo haber oído una sola homilía dominical sobre el tema desde que hice la primera comunión en 1972. No es cierto que la Iglesia está hablando todo el tiempo de esto: de hecho, no habla casi nunca.
¿Es la coartada para dejar de hablar de ellos?
Exacto.
Si ciertos sectores de la Iglesia no quieren hablar de estos temas, mucho menos en la política. ¿No será que en votos no resulta rentable dar esta batalla?
El bando pro-vida aún representa un porcentaje importante de poblacion, el 35-40%. Pero ese porcentaje de gente no está dispuesto a convertir el aborto en su primera prioridad cuando vota. De no ser así, el incumplimiento flagrante del PP en materia de ley del aborto le habría costado muchos votos. Yo, por ejemplo, no volveré a votar al PP por esto. Supongo que habrá miles de personas en mi caso, pero muchos otros ‘pro-vida’ están dispuestos a votar al PP como mal menor.
«No volveré a votar al PP por incumplir con el aborto. Seguro que habrá miles de personas en mi caso, pero muchos ‘provida’ están dispuestos a votarles como mal menor»
¿Son menos populares los principios cristianos?
Lo que sí es evidente es que los valores cristianos no cotizan alto en las instituciones europeas. Pensemos por la suerte corrida por la iniciativa ‘One of Us’. La Comisión europea decidió no dar trámite a la iniciativa.
Benedicto XVI dijo que de haber «una nueva dictadura anticristiana en el futuro, sería mucho más sutil que las que hemos conocido hasta ahora».
Yo no hablaría de una dictadura anticristiana todavía.
¿Y qué pasa dentro de la Iglesia? ¿Hay un movimiento modernizador?
En los meses que precedieron al Sínodo comprobamos cómo muchos obispos pedían que se reconocieran «elementos positivos» en las uniones homosexuales o en las formadas por separados que han rehecho sus vidas con persona distinta de su cónyuge legítimo. Hay toda una ofensiva dirigida a esquivar o difuminar mediante diversas argucias la indisolubilidad del matrimonio. Por ejemplo, la excesiva liberalidad en la concesión de nulidades matrimoniales podría terminar convirtiendo la nulidad canónica en un «divorcio a la católica».
«¿Renunciar a la indisolubilidad del matrimonio? Significaría que la Iglesia se rinde al mundo en todos aquellos aspectos de su doctrina que resultan demasiado exigentes»
¿Se aprobará a largo plazo?
Me parecería un error, sería una evolución muy inquietante. Significaría que la Iglesia se rinde al mundo en todos aquellos aspectos de su doctrina que resultan antipáticos o demasiado exigentes. No se puede tomar el evangelio a beneficio de inventario.
¿No hay que adaptarse a los tiempos?
Las palabras de Jesús sobre la indisolubilidad del matrimonio son inequívocas: si renunciamos a eso, ya podríamos renunciar a cualquier otra cosa. Las Escrituras se convertirían en algo infinitamente elástico, un chicle que se podría estirar según convenga. La Iglesia no puede hacer eso: estaría traicionando su misión, que es custodiar el depósito de la fe.
¿Qué consecuencias tendría para la sociedad?
Desde un punto de vista no religioso, sino de las necesidades de la sociedad, es preciso defender la solidez de la familia, el matrimonio y la natalidad. O sea, todo lo que la Iglesia venía defendiendo hasta ahora, y espero que siga defendiendo.
Quien sí ha renunciado a defender principios es el PP, que se conforma con la economía. En cambio, la izquierda tiene ideas propias. ¿Tiene hegemonía en los medios porque tiene ideas propias o son sus ideas las predominantes porque tienen hegemonía en los medios?
La derecha no tiene hegemonía en los medios, pero si la tuviera no sabría cómo utilizarla porque no tiene ningún mensaje ideológico que transmitir. Es una derecha que se ha desarmado ideológicamente. Al mismo tiempo, la hegemonía de la izquierda en los medios está relacionada con la dejación de los gobiernos de derecha, que han aplicado una política de comunicación desastrosa informada por el complejo de inferioridad moral frente a la izquierda.
¿Ha renunciado la derecha política a defender cualquier principio?
No se puede decir que la derecha haya dado la batalla de las ideas. En cambio, en EEUU hay empresarios que financian think tanks para influir en la batalla de las ideas. En España no es así. El poder económico carece de ideología, no le interesa nada la batalla cultural.
En Europa aún se recuerda el fracaso de la Constitución Europea que, por cierto, no hacía referencia al cristianismo. Giscard d’Estaing dijo que esa mención sería excluyente para los musulmanes.
El cristianismo forjó la identidad europea, es algo que constataría hasta un marciano. Esto no tiene que molestar a los musulmanes. No se trata de imponer el cristianismo como religión obligatoria, sino de constatar un hecho histórico. La resistencia a reconocer este hecho sólo se explica como un fenómeno de odio a las propias raíces: hay una cristofobia evidente.
Si para evitar el choque de civilizaciones hay que negar la propia civilización, Europa la niega sin problemas.
Claro, la negación de la propia identidad está relacionada con el choque de civilizaciones. La actitud de Europa parece consistir en pretender evitar el choque mediante la disolución de la propia identidad. Si consigo no ser nada, no chocaré con nadie. La afirmación de Giscard d’Estaing va en esa dirección: renunciar a la propia identidad cultural para no chocar con otro que tiene una más fuerte y a la que no va a renunciar. Se trata de una especie de rendición identitaria preventiva.
«La actitud de Europa parece consistir en pretender evitar el choque mediante la disolución de la propia identidad»
¿Acaso creen que una mención al cristianismo desencadenaría la unificación del poder político y el religioso?
Puede que sea un residuo de la época en la que hubo un conflicto entre la Iglesia, el liberalismo, la Ilustración… Es cierto que existió la Inquisición, existió una simbiosis muy fuerte entre el poder temporal y el poder espiritual durante siglos…. Y eso ha dejado una impronta en la mentalidad colectiva: a mucha gente le ha quedado un resabio histórico de desconfianza hacia la Iglesia y hacia su influencia en la sociedad.
Pero la frase «A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César» sugiere lo contrario.
Benedicto XVI dijo que la Iglesia, al renunciar al Estado confesional en el Vaticano II, volvía a la perspectiva cristiana original sobre los asuntos políticos. Los primeros cristianos no buscaban un Estado confesional. Por ejemplo, la Iglesia quiere que se proteja el derecho a la vida, pero sabe que sólo lo podrá conseguir desde dentro del juego democrático, convenciendo a un número suficiente de ciudadanos de que eso es lo justo. Es la perspectiva correcta.