Habría que preguntarse quién sintió más miedo -si los cómplices de los asesinos o la clase política- cuando ciudadanos de Ermua, cansados de poner la nuca y vivir con miedo, atacaron la Herriko Taberna del pueblo tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco. Un acto instintivo y furioso -de mucha rabia acumulada en décadas- que en realidad fue la respuesta de toda España, de la gente, diríase hoy.
Un ataque espontáneo y sincero de quienes estaban hartos de ver que los que brindaban con chacolí después de cada atentado eran los mismos que al día siguiente asistían al parlamento con normalidad democrática. Y hartos, claro que sí, de ver que quienes debían acabar con los terroristas no tenían más plan que la apelación a la «unidad de los demócratas», eufemismo empleado para anestesiar cualquier iniciativa ciudadana.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraEl caso es que aquella tarde, la del 12 de julio de 1997, se conoció la noticia de que Miguel Ángel Blanco había sido hallado en el bosque en Lasarte con dos disparos en la cabeza, 48 horas después del plazo impuesto por ETA al Gobierno para cumplir sus reivindicaciones. Los vecinos de Ermua, concentrados frente al Ayuntamiento de la localidad, dijeron basta.
Para asombro general las llamas de la ira prendieron la Herriko Taberna, lugar en el que se citaban chivatos, simpatizantes de la banda e incluso miembros de Herri Batasuna. El miedo, por fin, cambió de bando. Y allí acudió el propio alcalde de Ermua, el socialista Carlos Totorica, que se encargó de apagar el fuego -extintor en mano- en perfecta metáfora de lo mucho que la clase política no nacionalista temía que el espíritu de Ermua se le fuese de las manos.
Casi 20 después de aquello el periodista Miguel Ángel Mellado, director adjunto de El Español, ha publicado El hijo de todos, (La Esfera) libro en el que reconstruye los últimos días del joven concejal del PP en Ermua que, asegura Mellado, fue el artífice del fin de ETA. Un trabajo, sostiene, dictado por «el espíritu del Miguel Ángel verdadero».
Dos décadas después, ¿Qué queda del espíritu de Ermua? Uno sospecha que la clase política se dio cuenta muy pronto de que le convenía desactivar aquello.
Hay una frase de Cicerón que pronuncié en la presentación del libro: «La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio y el olvido». Tenemos que reavivar el espíritu de Ermua que nace tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco. Y tenemos que reavivarlo cada uno a su manera. Yo como periodista es lo que he intentado con el libro: hacer más presente ese recuerdo y esa movilización de la sociedad civil, es lo que llamo ‘la revolución del 14 de julio’ (día en el que enterraron a Blanco).
Las movilizaciones fueron impresionantes.
Se produjeron las mayores manifestaciones en la historia de España, incluso superiores a las del 23 F. Cuando se olvidan las cosas, además de cometer una injusticia con las víctimas del olvido, se está a punto de empezar a poner las piedras para volver a la senda equivocada.
¿Cómo están las cosas en política 20 años después?
Lógicamente las cosas no son exactamente igual que entonces. En ese momento ETA dejó de mandar. La incomodidad que puede despertar este libro es que se recuerda el episodio de los asesinatos sin sentido que cometió ETA apoyado por una parte de la sociedad vasca contra personas que lo único que hacían era vivir de acuerdo con una concepción de la vida. Se trata de que no se cierre una página en falso.
«Como dice Mayor Oreja: aunque se ha derrotado militarmente a ETA, el nacionalismo vasco -incluso el más radical- ha crecido»
Se produjeron ataques a Herriko Tabernas, algo que luego no volvimos a ver. ¿Se ha perdido músculo moral?
Aquello fue una reacción propia de un hartazgo. Cuando la olla a presión ya no puede soportar más, explota. La manifestación extrema de hartazgo se produce en Ermua. En la noche del 12 de julio unas horas después de que se conozca que Blanco es herido de muerte, el alcalde de Ermua improvisa una manifestación hacia Eibar, lugar donde le secuestraron, precisamente para calmar los ánimos. Después se entera de que han incenciado la herriko taberna, que servía de sede de HB, y el mismo alcalde coge un extintor para apagarlo y que el fuego no se propague. Ese espíritu de lucha democrática y pacífica contra los asesinos, ese espíritu de no dejarse amedrentar por los asesinos es el espíritu de Ermua.
Aunque ahora las cosas han cambiado.
Hay que mantener este espíritu aunque ahora la situación es muy diferente: ahora no matan a la gente por expresarse de una manera. Sin embargo, lo que es cierto como decía Mayor Oreja, a ETA se la ha derrotado militarmente y ahí jugó un papel decisivo el asesinato a cámara lenta de Blanco, pero el nacionalismo -incluso el más radical- ha crecido. El espíritu de Ermua, constitucionalista, está en un retroceso alarmante.
En una de las fotos del libro aparece Miguel Angel de nino, en el pie de foto se puede leer: «Nadie podía imaginarse que este nino acabaría convirtiéndose en el hombre que venció a ETA». ¿ETA está acabada?
Estará acabada en el momento que entregue los arsenales que tiene, que yo creo que son más simbólico que eficaces, y cuando públicamente pida perdón por las barbaridades que cometieron durante tantos años. ETA está vencida en parte, pero lo que hay que conseguir es que el espíritu de ETA no impere en parte de la sociedad vasca. Y para eso hay dos caminos: que pase cierto tiempo y que no dejemos de denunciar a los violentos y las fechorías que cometieron. En mi libro, Blanco es de algún modo un pretexto para hacer un homenaje a los inocentes que murieron a mano de los terroristas. También hablo del pacto de Lizarra que firmaron unos meses después del asesinato del concejal, el PNV y ETA, aunque el PNV negó inicialmente haberlo firmado.
«Yo no diría que Bildu es igual a ETA, a pesar de que algunos de los que están ahora en el partido estuvieron en ETA y otros muchos simpatizaron»
¿Podemos decir que ETA está acabada si Amaiur y Bildu están en las instituciones?
Yo no diría Bildu = ETA, a pesar de que algunos de los que están en Bildu estuvieron en ETA y otros muchos simpatizaron. En un Estado democrático se pueden permitir todo tipo de opiniones, pero no la violencia ni su apología. En el año 2000 se da un salto importantísimo cuando se usa la ley contra los apologetas de la violencia, que además estaban subvencionados por las instituciones. Si Bildu en cualquier momento fomenta la violencia, la ley no debe tener piedad.
¿Entonces Bildu no es la representación política de ETA?
En cierto modo son los herederos de ETA, pero no practican la violencia. Cómo vamos a disociar Bildu de ETA si Martín Garicano, que fue redactor jefe de Egin, cuando liberaron a Ortega Lara tituló «Ortega Lara vuelve a la cárcel». ¿Cómo vamos a olvidar que Otegui fue condenado por terrorismo? Muchos proceden de ahí y muchos tienen que pedir perdón, pero no podemos decir que Bildu es ETA. No he querido hacer una historia del abertzalismo en el libro, sino sobre una víctima de ETA para enfatizar que no debemos olvidar jamás a los que han perecido por la violencia, porque si los olvidamos sepultamos definitivamente el espíritu de Ermua, el espíritu de los demócratas.
¿La memoria de Miguel Ángel Blanco ha sido traicionada por la actual cúpula del PP?
No lo creo. Si la hermana de Blanco forma parte de las listas del PP y es presidenta de la Fundacion Víctimas del Terrorismo, no es para prestarse a una traición a la memoria de su hermano. ¿Cómo se traicionaría la memoria? Pues facilitándole la vida a los asesinos sin que antes hicieran un acto de contrición reconociendo lo que hicieron. Miguel Ángel decía que los asesinos tienen que estar en la cárcel y que las leyes están para cumplirlas. Se traicionaría la memoria si no se cumplen las leyes, y ahora se están cumpliendo.
¿Qué queda del PP de entonces? ¿Podemos decir que el PP de hoy se enfrenta al nacionalismo y a ETA de forma diferente?
El PP ha cambiado como ha cambiado el PSOE, pero evidentemente si Mayor Oreja hubiera sido el elegido por Aznar y continuara al frente del PP o fuera presidente del Gobierno, seguramente el PP sería diferente respecto al nacionalismo. Son formas diferentes de hacer política. Pero no se nos tiene que olvidar que Alfonso Alonso, que hoy es el candidato a lehendakari, fue entonces concejal en Vitoria. Alonso me reconoció que enfermó de miedo cuando empezaron a matar a concejales y veía que cayeron sus compañeros. Si a Blanco no lo hubieran matado como lo mataron y el alcalde de Ermua no hubiera reaccionado como reaccionó, probablemente la situación que viviríamos ahora sería peor.
Entrevista realizada a: Miguel Ángel Mellado