No sólo protagonistas de primera fila han hecho grande a España, como Hernán Cortés, Isabel la Católica o Cánovas, sino también personajes secundarios con un insospechado relieve épico, pero que han quedado en la sombra, eclipsados por aquellos gigantes.
Es el caso de Melchor Rodríguez (1893-1972), el llamado “Ángel rojo”, el anarquista pacífico que se jugó el tipo por defender a miles de presos políticos durante la II República y la Guerra Civil. Todo el mundo sitúa a Franco, Azaña, o La Pasionaria… pero no a este personaje singular que ha merecido una biografía novelada del prolífico José Luis Olaizola.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraCon casi 90 años, y cerca de 80 novelas, Olaizola conocía a Melchor por sus aproximaciones literarias a la Guerra Civil: es autor de Volverá a reir la primavera, sobre la figura de José Antonio y sobre todo de La guerra del general Escobar, con la que ganó el Premio Planeta en 1983, sobre un general católico fiel a la Republica que -como Melchor- salvó a opositores políticos y que, como el anarquista, fue coherente y no huyó al final de la guerra.
Usted tiene novelas sobre El Cid o Elcano… pero leyendo la vida de este humilde chapista y aprendiz de torero no sabe uno quién es más épico.
El más épico es Melchor Rodríguez, un chapista nacido en el barrio de Triana, que iba para torero y fue uno de los fundadores de la FAI, porque se jugó la vida por unos principios que eran universales, desde el anarquismo, pero al fin y al cabo universales: de libertad, de justicia. Además era muy humano, muy sencillo, nunca tuvo la sensación de que era un hombre importante.
No creía estar cambiando el mundo.
No, Hernán Cortés –del que también tengo libro- ya tenía conciencia de que era un conquistador, que estaba conquistando un Continente. Melchor estaba conquistando otras cosas distintas
Usted ya escribió sobre otro personaje olvidado de la Guerra Civil, el general Antonio Escobar, católico leal a la República, y fusilado en el franquismo… ¿le gustan los perdedores?
Los perdedores son muy atractivos… sobre todo si terminan en el patíbulo, como fue el caso de Escobar, o de Mariana Pineda, sobre la que también he escrito. Pero sobre todo me interesan personajes con valores humanos… sería incapaz de escribir una novela sobre Hitler.
¿Los valores humanos son épicos?
Los valores humanos llevados al extremo te convierten en un perdedor a nada que te descuides.
“El general Escobar y Melchor estaban hechos de coherencia: no podían renegar de sus principios, y uno acabó fusilado y el otro en la cárcel”
¿De qué pasta están hechos personajes como Escobar que le ofrecen una avioneta para salir de Madrid cuando está a punto de caer en manos de los nacionales, y decide quedarse?
Estaban hechos de coherencia: no podían renegar de sus principios. Escobar, consideraba que había hecho una guerra justa, porque no estaba de acuerdo con el Alzamiento de Franco, y por lo tanto tenía que pagar las consecuencias. Murió fusilado. Como él mismo decía: “las guerras hay que saber perderlas”.
Y Melchor también pagó las consecuencias al aceptar ser el último alcalde en funciones de Madrid, ante la inminente llegada de las tropas de Franco, sabiendo que le puede costar la vida. Acabó en la cárcel.
¿Escobar o Melchor son una vacuna contra el relativismo?
La coherencia es una vacuna contra el relativismo. No todo vale.
En esa coherencia del general Escobar hay un “pero”. ¿Se puede ser católico y leal a un régimen que fusiló a curas y religiosos?
Indiscutiblemente era un dilema para los católicos, y se comprende perfectamente la tentación de alinearse con los que oficialmente eran católicos (el bando de Franco). El problema es que ese catolicismo oficial extremado bajo el franquismo nos trajo estos lodos. Eso tampoco ha sido positivo.
Pero la muerte de más 6.000 curas a manos de la República ¿no le parece argumento de sobra para tomar partido?
Insisto en que comprendo a los católicos de la época y sobre todo a obispos y sacerdotes, porque les estaban matando. Pero valoro el papel de católicos como Escobar o el general Rojo -jefe del Estado Mayor de la República-, que consideraban que con su presencia atenuaban los horrores de un régimen laicista. Escobar, por ejemplo, evitó el fusilamiento del cardenal Vidal y Barraquer.
Y Melchor sin ser católico salvó a religiosos ¿era una rara avis de la izquierda radical?
Por eso, el título del libro es “El anarquista indómito”, porque Melchor Rodríguez repudia la violencia y los mandos anarquistas eran muy violentos, con Durruti el frente, lo mismo que los comunistas… el extremo es Paracuellos, cuyo responsables son Carrillo y José Cazorla, al frente de la Junta de Defensa de Madrid.
Melchor trató de evitar matanzas como las de Paracuellos, se enfrentó a los comunistas, logró ser nombrado director general de prisiones, para paliar las injusticias y abusos que se cometían en las cárceles. Sí, era una rara avis.
¿Se imagina a Melchor en Podemos?
No me lo imagino.
Yo tampoco. ¿Conoce a algún político tan íntegro como Melchor de los últimos 50 años?
Jaime Mayor Oreja, buen gestor, plenamente coherente con sus principios: su defensa de la vida le ha llevado a estar relegado.
Hablando de violencia, la otra cara de Melchor parece que es Carrillo.
Carrillo era peligrosísimo y se demostró en Paracuellos.
Pero en la Transición el personaje fue convenientemente blanqueado por Suárez.
Venía muy bien hacerlo. Como si no hubiera pasado nada con Carrillo, y había pasado mucho. Pero ya sabe, la política es la política.
Melchor salvó a miles de personas de ser fusilados desde generales franquistas como Muñoz Grandes hasta escritores como Rafael Sánchez Mazas. ¿Por qué se metía en esos líos?
Eso le decía su mujer, Francisquista, ¿por qué te complicas la vida salvando a gente que es del otro bando, que es de otra ideología? Y Melchor respondía que la justicia se tenía que cumplir igual para todos… su obsesión era que todo el mundo tenía derecho a un juicio justo.
Pero él era un humilde chapista del barrio de Triana. ¿Quién le inculca todo eso?
Tuvo mucha influencia un maestro de escuela que tuvo, don Antonio Salcedo –que aparece en la novela-, un humanista del PSOE, que le inculcó los valores de la honradez y el sentido de la justicia. Y por supuesto, el propio padre de Melchor, que murió cuando él era un nino, y que había luchado en la guerra de Marruecos. Eso Melchor lo mama desde pequeño.
La checa del Palacio de Viana, que él creó, era un oasis en el “mar” rojo… mientras que en las demás eran frecuentes las sacas y los fusilamientos.
Melchor la crea con toda intención, porque se da cuenta de que cualquier forajido podía crear una checa, y decide crear la suya, con el fin de salvar a los hermanos Álvarez Quintero, de los que era muy amigo. En esa checa llegó a celebrarse una misa diaria y hasta una boda.
¿Y los mandos comunistas no se dieron cuenta de que en esa checa no se fusilaba a nadie?
Los mandos toleraban esa checa porque Melchor tenía mucho prestigio, era un hombre de izquierdas, que había pasado por muchas cárceles, y los mandos hacían un poco la vista gorda.
O sea que para tener prestigio no hace falta ser violento
Esa es otra lección de Melchor Rodríguez: no hace falta ser violento
La Pasionaria le pidió que acogiese en la checa a seis monjas… no es tan extraño que le pidiera ese favor, porque tenía una raíz cristiana
La Pasionaria le pidió que acogiese en la checa a unas monjas…
Es cierto –y ya lo cuento en La guerra del general Escobar-. Pasionaria era una autoridad en el Partido Comunista y le pidió el favor a Melchor de que refugiase a seis monjas de la caridad; a cambio la Pasionaria proporcionó alimentos frescos a diario.
¿Pero Pasionaria no era el mismísimo demonio?
No es tan extraño que pidiera ese favor, porque la Pasionaria había sido educada en un colegio de monjas, se había casado por la Iglesia… tenía una raíz cristiana bastante profunda. Y parece que murió en el seno de la Iglesia… el padre Llanos lo recoge en algún libro y existe el testimonio de una bisnieta suya.
La historia del “ángel rojo” recuerda a la lista de Schindler, aunque sin el cinismo del alemán.
Sí, porque Schindler parecía un poco aprovechado: “el mejor negocio es la guerra”, decía. Para Melchor, en cambio, la guerra no era un negocio sino una desgracia, que había que atenuar.
En su libro hay una escena de pelos de punta: cuando un falangista preso en la cárcel de Alcalá le pide permiso para darle un abrazo, después de que Melchor se jugara la vida por defender a 1.500 reclusos.
Creo que ese falangista era Raimundo Fernández Cuesta, uno de los fundadores junto con José Antonio. Pero había otros personajes importantes del franquismo como el general Agustín Muñoz Grandes, Ramón Serrano Suñer (cuñado de Franco), el futbolista Ricardo Zamora, el locutor Bobby Deglané.
Es quizá la escena culminante de “El anarquista indómito”.
Es una escena que me encanta. Melchor se enfrenta a una turba de milicianos que querían linchar a los presos, tras un bombardeo de los nacionales sobre Alcalá, que causó víctimas civiles. Y luego viene el abrazo entre un anarquista y un falangista. Y qué les une… que son seres humanos en situación de peligro.
Como dice el propio Melchor, que había pasado mucho tiempo entre rejas, “si a mí me hubiera abrazado un director de cárcel me hubiera hecho feliz”.
¿Se podría decir que esa imagen prefigura el espíritu de la Transición?
Exactamente: esa imagen del abrazo es como un anticipo de lo que fue la Transición.
De hecho, después de la guerra, el general Muñoz Grandes intercedió por Melchor -que antes le había salvado la vida- e hizo que saliera de prisión.
“Lo de que Melchor no creía en Dios es dudoso: Él voluntariamente compra el nicho en el que quiere ser enterrado en el sacramental de San Justo”
¿En qué creía Melchor? ¿en la justicia social? Porque en Dios no…
Lo de que no creía en Dios es bastante dudoso porque su padre le había inculcado una gran devoción al ángel de la guarda. Y parece ser que a lo largo de su vida, Melchor le decía al ángel: “No te olvides de mí”.
Además escribió algunos poemas al Divino Impaciente, que era Jesucristo. Y hay un dato muy importante. Que él voluntariamente compra el nicho en el que quiere ser enterrado en el sacramental de San Justo… cuando los anarquistas siempre se enterraban en cementerios civiles.
Ver las orejas no al lobo sino al toro también ayudaría…
Es difícil que un torero no le rece a la Virgen. Y Melchor fue torero. El peligro ayuda mucho.
Siendo maletillero conoce, por cierto, al padre de Luis Miguel Dominguín.
Efectivamente aparece Domingo Dominguín, torero que inició a Melchor en la lidia. Y luego Dominguín intercedió por Melchor cuando estuvo en la cárcel durante el franquismo. Y yo tuve una gran amistad con Luis Miguel.
¿Luis Miguel no le contó nada de Melchor?
No, con Luis Miguel hablé de otros muchos temas, sobre todo a raíz de que Juan Antonio Vallejo Nájera le contó que se moría, pues le habían detectado un cáncer, y le pidió al torero que se acercara a Dios, rezando al menos media avemaría, porque –añadió- sé que una entera no las vas a rezar.
Otro gran personaje, Vallejo Nájera.
Así es. Escribimos juntos el libro La puerta de la esperanza, en la que él cuenta sus vivencias cuando sabe que va a morir. Pero esa es otra historia…
Volvamos al ángel rojo. Por qué los españoles no le hemos descubierto: sabemos quiénes fueron Azaña o José Antonio, pero nos hemos perdido a Melchor Rodríguez
En parte porque con el franquismo es un maldito, por ser anarquista, y no se podía hablar de él, a pesar de que a diferencia de Carrillo o Largo Caballero, Melchor es un pacifista, un hombre íntegro, y con valores. Pero es una pena, porque es uno de los personajes más interesantes del siglo XX.
“Se podía haber evitado la guerra con más ángeles rojos en el bando republicano, y con ángeles azules en el bando de Franco”
¿Con más Angeles Rojos como Melchor se hubiera podido evitar la Guerra Civil?
En los dos lados. Se podía haber evitado la guerra con más ángeles rojos en el bando republicano, y con ángeles azules en el bando de Franco.
En su funeral, en 1972, se cantó ‘A las barricadas’ y se rezó el Padrenuestro… ¿Quién cree que le recibió Bakunin o San Pedro?
San Pedro.
Como Buñuel, que decía que ateo por la gracia de Dios…
Yo más bien diría que Melchor era “un anarquista con corazón cristiano” como le definía su amigo Serafín Álvarez Quintero
Julián Marías, otro católico leal a la república, hace este balance de la guerra: “Los justamente vencidos, los injustamente vencedores” ¿está de acuerdo?
Totalmente. Marías por cierto era otro hombre coherente, que se ofreció a ser secretario del socialista Julián Besteiro, máxima autoridad republicana al final de la guerra. Y eso le costó la cárcel.
¿Se imagina a Melchor, si fuera alcalde de Madrid quitando las placas de personajes franquistas como hace Carmena?
En absoluto. Me parece ridículo quitar placas. Y lo digo yo que fui perseguido por el franquismo. En concreto por Fraga, ministro de Información y Turismo, por publicar una entrevista con Gil Robles, el antiguo líder de la CEDA, en la revista La Actualidad Española, de la que yo entonces era consejero delegado.
¿Le pusieron una multa?
Pidió mi cabeza.
¿Por una entrevista?
Es que Gil Robles criticó el referéndum de 1966 sobre la continuidad de Franco, a Fraga le sentó como un tiro y pidió mi cabeza y dejé el cargo. Me dejó en la calle, con 9 hijos.
¿Y qué hizo?
Volví a ejercer como abogado y en seguida a escribir libros. O sea que a Fraga le debo mucho: mi carrera de escritor, mi verdadera vocación.
La Memoria Histórica ha echado sal sobre heridas ya cicatrizadas.
Me parece una chapuza. Y Rajoy no la ha quitado, la inicia Zapatero pero Rajoy no quita una coma.
Decía Ortega que “derecha e izquierda” son dos formas de hemiplejia moral…
Yo por ejemplo no sé si soy de derechas o de izquierdas
Pero en España enseguida te etiquetan
Es el tópico: por ser yo padre de 9 hijos tengo que ser de derechas ¿por qué?
“’Por quién doblan las campanas’ me parece mala; ‘Los cipreses creen en Dios’, fascinante (…) y ‘Soldados de Salamina’, muy buena”
Guerra civil: ’Por quién doblan las campanas’ o ‘Los cipreses creen en Dios’?
Por quién doblan las campanas de Hemingway me parece mala, muy manipulada, muy poco real. En cambio, Los cipreses creen en Dios, de mi gran amigo Gironella, es fascinante, nos fascinó a todos.
¿Y Soldados de Salamina?
Muy bien.
Porque refleja…
Porque Javier Cercas escribió en El País que La guerra del general Escobar es la mejor novela sobre la guerra civil. Y desde entonces todo lo que escriba Cercas me parece maravilloso. [Risas] Bromas aparte, Soldados de Salamina es muy buena. Por cierto, Cercas se declara agnóstico pero estoy convencido de que es muy poco agnóstico.
¿También tiene un ángel?
Lo que tiene es una madre muy piadosa que le hace leer a Cercas mis artículos de Mundo Cristiano
Vd. no sólo ha logrado vivir de los libros sino que gracias a uno creó una ONG para luchar contra la prostitución infantil.
Fue porque una profesora de la Universidad de Bangkok me dijo que quería traducir al tailandés ni novela infantil Cucho (Premio Barco de Vapor). Y le cedí los derechos, no por generosidad sino por pereza, porque si me cuesta cobrar los derechos de autor en Francia, imagínese en Tailandia. Con las ventas y derechos de Cucho en tailandés se construyó una escuela. Ese fue el primer paso de la ONG.
… Que ha rescatado a muchas ninas de la prostitución.
Hemos logrado escolarizar a más de 2.000 ninas, más de 800 en la universidad, gracias a la ONG Somos uno, de la que yo soy el presidente, mi mujer la vicepresidenta y mis ocho hijos vivos los consejeros.
¿Por qué era importante escolarizar a esas ninas?
Porque escolarizar a ninas que vienen de lo más ínfimo, de las montañas del norte del país, es evitar que caigan en los prostíbulos de Bangkok. Tenga en cuenta que hay más de 40.000 prostitutas menores de 14 años en Bangkok. Conseguir escolarizar a más de 2.000 ninas es cambiar el mundo, como dice un misionero jesuita, el padre Alfonso de Juan.
A Melchor le pega mucho haber hecho algo parecido.
A Melchor le hubiera encantado. Era muy contrario a la prostitución, era partidario del amor libre, propio del anarquismo, pero con sentido; él siempre fue fiel a su mujer, Francisquita; y la prostitución le parecía degradante. Hay constancia de que jamás pisó un prostíbulo, ni siquiera durante su etapa de torero, que solían ir a esos establecimientos.
Tiene casi 90 años y lleva escritos 79 libros ¿qué le ha enseñado la vida… y la literatura?
Los libros me han enseñado a ser un poco mejor, tomando modelo de los personajes sobre los que he escrito, que todos eran mejores que yo. Esta vocación tardía me ha permitido conocer a muchos personajes, algunos cara a cara como a Juan Antonio Vallejo Nájera… escribir un libro sobre él y conocerle ha sido un tesoro; otros históricos, como el general Escobar me ha emocionado… hay veces que he terminado algunos libros casi llorando. Y por supuesto, Melchor Rodríguez.
«Me atrae mucho escribir sobre el bandolero Luis Candelas, que también acabó en un patíbulo… pero no es más que una idea. Pero me atrae, me atrae”
Y no le apetece conocer a alguno más… tiene algún otro proyecto
Mi maestro y paisano Baroja escribió 80 libros… no me gustaría quedarme por debajo de Baroja. Y hay un personaje que me atrae mucho que es el bandolero Luis Candelas, que tenía valores, que era simpático y también acabó en un patíbulo.
Veo que eso de los patíbulos le gusta.
Sí, atrae mucho, y además Candelas murió haciendo casi una confesión de fe. Pero no es más que una idea que tengo en mente. Pero me atrae, me atrae.
¿Y los casi 90 años qué le han enseñado?
Que a pesar de los problemas, de lo alboratada que he tenido la vida, con tantos hijos, tanto trabajo… vale la pena vivirla.
Pero también ha triunfado: ha sido un escritor de bestsellers.
Desde fuera puedo dar la imagen una persona triunfadora, como abogado, como novelista y ahora en el mundo de la solidaridad… pero esos triunfos son epidérmicos. Mi verdadero triunfo espero que se produzca de aquí a poco, cuando me toque dar cuenta de mi existencia y asomarme a la vida definitiva.
¿No le teme la muerte?
Como decía mi amigo Juan Antonio Vallejo Nágera, la muerte no es una puerta que se cierra sino que se abre a una vida más perfecta y más definitiva