José Francisco Serrano Oceja, doctor en Ciencias de la Información y especialista en información religiosa es una de las personas que mejor conoce el interior del devenir de la Conferencia Episcopal Española. No en vano es autor de la única historia escrita sobre esta institución.
Como miembro de la Asociación Católica de Propagandistas, es también un hombre interesado por la Doctrina Ssocial de la Iglesia y su aplicación práctica en la vida política. A las puertas de un intensísimo periodo electoral en España ha publicado en Freshbook ‘A la caza del voto católico‘, un breve ensayo en el que se analiza el papel de los votantes católicos en la España de hoy.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraEl nuevo escenario político con una mayor pluralidad de partidos con posibilidad de entrar en el Congreso, los parlamentos regionales y el hemiciclo de la Unión Europea, el desencanto de una gran parte del votante tradicional del Partido Popular y la irrupción de Vox hacen especialmente interesante este análisis, sobre el que ha conversado con Actuall.
¿No le dijeron nunca que no se debe hablar de política y religión y aún menos mezcladas?
No se debe hablar de política y religión confundiendo la política con la religión y la religión con la política, y haciendo de la política una religión y de la religión una ideología… Pero lo que es innegable es que la propuesta cristiana, en la historia, tiene una ineludible dimensión política, que no quiere decir política partidista.
«Pegarle, difamar, minusvalorar, desacreditar a la Iglesia, y a los católicos, sale demasiado gratis hoy en España»
La fe tiene mucho que decir sobre cómo articulamos las relaciones civiles, sociales, cómo determinamos el bien común, sobre qué bases asentamos la convivencia. La fe, no lo olvidemos, no es para la vida privada, la fe afecta a todos los ámbitos de nuestra vida, porque, si no, se convierte en ideología.
¿Existe el voto católico o es una entelequia, una etiqueta tan fácil como falsa?
Si por “voto católico” se entiende el voto que los católicos ponen en las urnas durante las elecciones, resulta claro que existe el “voto católico” entendido como el “voto de los católicos”. Es decir, existen católicos que votan.
El “voto católico” consiste en la forma en la que los ciudadanos, que se confiesan católicos, disciernen sobre las posibilidades electorales según la visión que nace desde la propia fe católica. Una respuesta que da por hecho que la fe católica, incluso cristiana si se quiere ampliar más el foco, ofrece unos criterios que tienen consecuencias sociales, políticas, económicas, morales, educativas, culturales, que afectan a la vida al fin y al cabo.
Define el clericalismo como un virus. ¿En qué medida se manifiesta esta tendencia en el comportamiento electoral del católico español?
Nos equivocamos si estamos esperando a que los obispos, o los sacerdotes, nos digan a quién tenemos que votar. No se trata de eso, ni mucho menos. Ya han pasado las épocas en las que se ha dado la tentación de dirigismo político por parte de los eclesiásticos.
En España hay todavía un riesgo de clericalismo, de extralimitación de las funciones de los clérigos respecto a la autonomía de los laicos, principalmente en quienes quieren imponer una comprensión social y ética de la fe cristiana.
Dice que uno de los problemas de nuestro sistema político es que “se sigue identificando a la izquierda con el anticlericalismo”. ¿Cree que esa identificación es exagerada?
Esa identificación es la realidad en la medida en que cierta izquierda, incluida la radical, considera que la Iglesia y lo católico es un lastre para la historia y para la satisfacción de los deseos de la persona, y para la construcción de un orden social ajeno a cualquier principio ético que tenga relación con la condición de lo humano.
En el libro expone que la Conferencia Episcopal Española ha pasado de ser una voz activa respecto al acontecer sociopolítico a guardar silencio, lo que ha provocado en algunos cristianos un cierto desconcierto. ¿Han de aprender los católicos a actuar con libertad y en conciencia, sin indicaciones concretas?
Sin lugar a dudas. Es la hora de los fieles cristianos, es la hora de que los cristianos nos convirtamos en un sujeto moral que demande a nuestros políticos medidas concretas en favor de la persona en su concepción integral, del respeto a la libertad de los padres, de la defensa de la familia entendida como la unión de un hombre y una mujer, de la vida desde el inicio hasta su final. Tenemos que intentar que se acabe la desamortización de la autonomía de los fieles cristianos que algunos han llevado a cabo en la Iglesia.
Pese a ese silencio del que hablábamos, ha habido obispos que se han manifestado claramente a favor y en contra del voto a determinadas opciones políticas, más allá de ofrecer pautas generales. ¿Qué le sugiere esta toma de postura?
Creo que los obispos que se han manifestado, en términos generales, lo han hecho en lo que se podría decir “las generales de la ley”, en los principios básicos. Y después han guardado un respetuoso silencio a la hora de sacar las conclusiones, que dependen de cada uno.
«La aparición de VOX ha alterado las posiciones en el tablero político y ha incrementado las posibilidades y la pluralidad del voto católico»
Me preocupa más quienes puede callar por miedo a lo que pueden decir de lo que afirmen, que lo que han hablado. Incluso los que han hablado saben que lo que dicen puede ser objeto de sano debate y diálogo privado y público. Lo que más me preocupa es el silencio en algunos obispos que esconda algo.
También afirma que vivimos una época en la que “la relación entre Iglesia y política no es pacífica”. ¿Quién hace la guerra a quién? ¿En qué medida?
No es pacífica para determinadas formaciones políticas que no comprenden la naturaleza y función de la Iglesia en la sociedad, y la libertad que demanda para el ejercicio de la misión. Y se empeñan en provocar la confrontación. Pegarle, difamar, minusvalorar, desacreditar a la Iglesia, y a los católicos, sale demasiado gratis hoy en España. Por ejemplo, quienes siguen sin entender el sentido de la clase de la religión en el proceso de formación de la persona o en los beneficios sociales inmediatos que la Iglesia presta a la sociedad con su labor caritativa y asistencial.
El carácter aconfesional del Estado recogido en la Constitución ¿Es ambiguo, ha sido mal explicado o directamente manipulado?
El carácter aconfesional está claro para quien lo quiera entender. Lo han confundido, por interés, quienes lo han entendido como un carácter laicista, rompiendo con la obligada neutralidad del Estado y con el reconocimiento a la Iglesia católica, expreso en el texto de la Constitución.
¿Sería bueno que la Iglesia en España ‘viviera’ en exclusiva de la autofinanciación, para alcanzar la plena libertad respecto al poder político de turno? ¿Es posible?
Los estudios más serios hablan ya de una autofinanciación técnica de hecho. El Estado es un mero instrumento facilitador del proceso de autofinanciación como lo puede ser, y hacer, con otras confesiones religiosas. En la conciencia de los católicos españoles está cada vez más clara la necesidad de financiar a nuestra Iglesia y de que la Iglesia sea clara en la gestión de los recursos en un proceso de trasparencia que se está implantando.
Los principios no negociables enunciados por el Papa Benedicto XVI ¿son aplicables en la política práctica?
Sin lugar a dudas. Si se fija, el cardenal Ricardo Blázquez, en su discurso de inauguración de la plenaria de los obispos, los ha recordado como tales sin citar la denominación que les dio el Papa. A mí me gusta la nueva formulación del cardenal Scola, “principios irrenunciables”: el respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural; la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer; la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común en todas sus formas. Los principios irrenunciables dependen también de lo que hagan los católicos que están en los partidos.
Dice: “El compromiso social de los católicos exige presentar en términos culturales modernos su herencia espiritual, intelectual y moral”. Dé algunas pistas de cómo llevarlo a cabo para los católicos con vocación política de dentro y fuera de los partidos…
Tenemos un problema en la creatividad a la hora de dar forma a ese compromiso. Si se habla de nueva política, y de nuevas formaciones política, y de nueva comunicación política, los católicos no hemos encontrado aún nuestro hueco, que es siempre, una manera de contribuir al bien de todos los ciudadanos.
Es cierto que existen algunas iniciativas que hay de alentar, pero en términos generales somos deudores de rutinas del pasado y en España tenemos una mentalidad muy estatalista que impide el protagonismo de la sociedad civil. Por ejemplo, si tenemos un problema con la ideologización de la historia por parte de grupos que la manipulan, nuestros colegios de inspiración cristiana debieran ofrecer fórmulas atractivas de recuperar y enseñar la verdad de la historia como proyecto común. Por ejemplo, proponer un día educativo sobre España, sobre lo que significa un proyecto de unidad común, sobre la contribución del catolicismo a nuestra forma de haber transitado por el tiempo…
Dos de los políticos del PP ‘purgados’ por no apoyar la micro reforma de la ley del aborto del PP han tomado rumbos muy distintos. Lourdes Méndez se ha sumado a Vox. Javier Puente, tras abandonar el partido, ha vuelto como candidato al Senado por el PP. ¿Es beneficioso que personas con ese compromiso estén en diversos partidos? ¿Hace eso más difícil -y tal vez por eso más consciente- el voto a los ciudadanos católicos?
La aparición de VOX ha alterado las posiciones en el tablero político y ha incrementado las posibilidades y la pluralidad del voto católico. Y eso es bueno porque VOX propone medias que coinciden con la sensibilidad católica. Y el giro ideológico del PP, al menos el intento, también es bueno en la medida en que se pueda llevar a efecto. Las relaciones entre PP y VOX y voto católico dependen ahora de los católicos que haya en VOX y en el PP y de lo que hagan.
Después de escribir este breve ensayo, es obvio que ha hecho un profundo análisis desde su posición como ciudadano y bautizado ante el intenso periodo electoral que llega. No me va a desvelar lo que ha decidido sobre su voto, ¿verdad?
¿Pero no hemos quedado que el voto es secreto? Si en el libro propongo una reflexión pública sobre el “qué” para hacer más fácil el “cómo” votar, lo que puedo decir es que a mí me ha ayudado a tomar una serie de decisiones más allá de emotivismos o imágenes televisivas, o filias, o fobias…