Italia ha vivido un primer enfrentamiento entre dos de sus asociaciones homosexuales activistas más importantes: Arcilesbica y Arcigay [Archilésbica y Archigay].
¿La causa? El rechazo por parte de la asociación de lesbianas a los vientres de alquiler por la cosificación de la mujer y las críticas a la transexualidad por apropiarse de lo que es propio a la mujer, su feminidad.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraEn el fondo, ha sido el primer choque derivado de las consecuencias de la ilógica ideología de género.
Entre el 8 y el 10 de diciembre Bolonia acogió el VIII Congreso Nacional de la Asociación italiana Arcilesbica. En la convención se presentaron dos documentos: «Redescubrir las relaciones» y «A males extremos, lesbianas extremas«.
En el último documento se percibe en el seno de Arcilesbica que hay dos cuestiones que han provocado bastante división: el vientre de alquiler y el transexualismo, tal y como informa La Nuova Bussola Quotidiana.
En el documento se lee con respecto al primer aspecto que «algunas socias han expresado su rechazo a la maternidad subrogada, otras se han declarado favorables a su regulación en Italia y otras se han mostrado a favor de una maternidad subrogada comercial».
Arcilesbica no rechazó en principio los vientres de alquiler. De hecho en el congreso de 2015 la asociación pidió «que se legalizara en Italia la maternidad subrogada altruista (voluntaria y gratuita), pero luego descubrimos que de hecho ésta no existe».
La Asociación Arcilesbica no es contraria al vientre de alquiler de por sí, sino contra el que comercializa con el cuerpo de las mujeres
De aquí su petición de que los vientres de alquiler fueran prohibidos en todo el mundo: «Estamos en contra de la introducción de la institución jurídica de la gestación para otros en Italia y nos adherimos a las campañas internacionales para abolir las leyes que han introducido en otros países, donde van parejas italianas para beneficiarse del mercado de neonatos/as».
Así pues, Arcilesbica no es contraria al vientre de alquiler de por sí, sino sólo contra el que comercializa con el cuerpo de las mujeres. Por los mismo motivos se opone al comercio de ovocitos y espermatozoides.
Obviamente en su documento no se menciona la masacre de inocentes que provocan los vientres de alquiler ni a la cosificación del niño incluso cuando esa técnica se practica gratuitamente.
Las lesbianas del congreso sugieren soluciones alternativas a los vientres de alquiler: la adopción, la acogida y la autoinseminación.
Esta última sólo es aceptada si «una mujer se quede embarazada gracias al semen de un donante conocido, que podrá ser el padre del niño o sólo su origen genético, según la relación que establezcan los genitores».
En definitiva, rechaza la fecundación heteróloga con un donante masculino anónimo, pero se muestra a favor si es un donante conocido.
Las lesbianas se han visto expropiadas del rol femenino por parte de los transexuales y creen que sobre la feminidad tienen el copyright las mujeres de senos y curvas auténticas
El segundo motivo de disenso interno en el mundo lésbico es la transexualidad que es rechazada por motivos culturales, pero no en principio.
La sección 5.1 de las actas se titula: «¿Lo femenino es accesible a todos?«.
La fuente del malestar entre las lesbianas se da porque se ven expropiadas del rol femenino por parte de los transexuales, los cuales interpretan de manera falsa la parte de las mujeres.
Si el feminismo radical ha inclinado la aguja de la balanza en abolir los roles sexuales porque también una mujer puede comportarse lícitamente como un hombre, hacer trabajos de un hombre, etc… viene incluido el principio de reciprocidad, y también un hombre podría comportarse, vestir y pensar como una mujer.
Si el criterio de la abolición de los roles sexuales estereotipados es válido, debe serlo para ambos sexos y no puede entenderse en un sentido unívoco.
Pero en cambio, no es así. Sobre la feminidad tienen el copyright las mujeres, es monopolio de aquellas que tienen senos y curvas auténticas.
La autenticidad del sexo biológico y no la idea de que el sexo sea una construcción social se vuelve central en la reflexión de las lesbianas. Es decir, que han hecho falta los transexuales para despertar la sana autoconciencia femenina. Cortocircuito arcoiris.
«Si un también un hombre puede ser una mujer, esto implica cancelar lo propio de ser mujer, significa matar la identidad sexual»
En la sección apenas citada se puede leer que la cultura queer ha hecho que «las mujeres paradójicamente sean de nuevo anuladas con la apropiación de lo femenino por parte de tod*s (en el texto aparece un asterisco).
Si también un hombre puede ser una mujer, esto implica cancelar lo propio de ser mujer, significa matar la identidad sexual, significa resbalar hacia una sexualidad borrosa, que es justamente el punto fuerte de la ideología de género.
El texto, de hecho, sigue con una crítica interesante: estamos yendo hacia la fluidez del género, la neutralización de lo femenino y de lo masculino. Pero el movimiento lésbico reclama la propia identidad: somo mujeres que estamos con otras mujeres.
Y esto no les gusta a muchos homosexuales masculinos. Sobre esto podemos leer en las actas: «Si no queremos ser pansexuales, sino lesbianas, no vamos bien; si queremos reunirnos sólo mujeres, no vamos bien; si damos valor a ser mujeres en un mundo que lo niega, no vamos bien».
Las posturas de Arcilesbica no las comparte el mundo gay masculino, justamente porque éste último está a favor del vientre de alquiler -única manera para que una pareja homosexual masculina tenga un bebé propio– y del transexualismo.
A este respecto, Arcilesbica declara que «parece urgente verificar con Arcigay la viabilidad de nuestros posicionamientos y, en general, de las diferencias dentro del movimiento. La retórica arco iris no es suficiente si los colores del mismo no admiten visiones diferentes. Ante la intolerancia estamos dispuestas a interrumpir las relaciones políticas que hemos privilegiado hasta ahora, poniendo de nuevo en discusión la pertenencia a este movimiento.
Mientras persista la actual situación de falta de reconocimiento por parte del liderazgo del movimiento LGBT de la autonomía de un pensamiento feminista lésbico, valoraremos una posible ruptura con el movimiento LGBT y la consiguiente búsqueda de alianzas con todas las realidades críticas a la homologación conforme al modelo heteropatriarcal y neoliberal«.
Esto indica otra paradoja: la confrontación dentro del mundo homosexual tiene lugar, de nuevo, entre hombres y mujeres en mérito a los papeles femeninos y masculinos, y la orientación sexual se convierte, en cambio, en un elemento neutro en el debate.
Lo que demuestra que la dualidad sexual es imprescindible en las relaciones entre las personas, también en las conflictivas.
Llevar al extremo las premisas teóricas de la ideología de género -tal y como han hecho en el congreso de Arcilesbica- sólo puede llevar a verificar su falta de fundamento
La posición oficial de Arcilesbica ha sido rápidamente criticada. De hecho, en la página web Gay.it, una de las más representativas en Italia del mundo LGTBI, se comentan así los resultados del congreso:
«En el congreso de la asociación gana la línea contraria al vientre de alquiler, transfóbica y anti-queer. […] ¿Puede una asociación, aunque sea histórica dentro del universo LGBT, seguir formando parte plenamente cuando fomenta una posición agresiva y acríticamente contraria al vientre de alquiler, a los padres gays, a la unidad entre mujeres cisgénero y transgénero, al no-binarismo?».
No está mal para alguien que se declara abierto a las diferencias y contrario a cualquier tipo de discriminación.
El feminismo lésbico, por lo tanto, aunque a través de un recorrido erróneo, está obligado a reclamar lo que el derecho natural afirma desde siempre: la humanidad está divida en hombres y mujeres y cada uno tiene su propia función. La cultura de género, en cambio, declara lo contrario.
El acuerdo entre los homosexuales varones y las lesbianas parece que subsiste sólo en lo relativo a la orientación sexual, es decir, la homosexualidad. Pero es un acuerdo frágil.
De hecho, sólo si se niega la identidad sexual masculina y femenina es posible predicar la homosexualidad, dado que la atracción sexual está vinculada de manera imprescindible a la identidad sexual masculina y femenina.
Sólo si borras tu pertenencia masculina podrás sentirte atraído por otro hombre, precisamente porque el deseo por la mujer es una atribución específicamente masculina.
En resumen, la homosexualidad deriva de una fragilidad de la identidad sexual psicológica. Por lo tanto, confirmar, como han hecho las lesbianas en Bolonia, el valor del papel de la mujer no hace más que poner en discusión también la homosexualidad en cuanto tal y, por lo tanto, también el lesbianismo.
En conclusión: llevar al extremo las premisas teóricas de la ideología de género -tal como han hecho en el congreso de Arcilesbica- sólo puede llevar a verificar su falta de fundamento.
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