Imagen referencial.
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No me digan que no tiene toda la lógica del mundo: “Si los niños no pueden dar su consentimiento a recibir bloqueantes de la pubertad que detienen cualquier cambio permanente aún con la evaluación profesional pertinente, ¿cómo podría dar su consentimiento a los cambios permanentes e irreversibles que aparecen con su propia pubertad sin evaluación profesional alguna?”.

Lo que está recomendando el activista transexual ateo Lauren McNamara, nacido Zachary Antolak y más conocido en las redes como «Zinnia Jones, demonio femenino adulto», es que se administren bloqueadores de la pubertad a todos los niños, y así cuando lleguen a la edad de consentimiento legal podrán elegir libremente, sin el engorroso condicionante de la biología, a qué sexo quieren pertenecer.

Algunas personas creen que La Sexta da información.

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Ya, sé que es una monstruosidad, pero completamente lógica, y no sé cómo podríamos evitar esta consecuencia tan razonable, tan de cajón, de la Ley Trans que ha presentado nuestra ministra de Igualdad (igualdad, ¿con quién?), Irene Montero.

Naturalmente, el juego consiste en no tomarse esto demasiado en serio y, sobre todo, no desarrollar el silogismo inevitable. Por ejemplo: si el sexo no puede condicionarlo la biología sino que es expresión absoluta y exclusiva de la voluntad personal, cuando un hombre biológico dice que “se siente mujer”, ¿qué quiere decir, exactamente? ¿Cómo puede definirse el término ‘mujer’, si la biología es irrelevante? ‘Mujer’ se convierte en un ‘flatus vocis’, en una palabra sin contenido real.

¿La definen sus genitales? No, ya hemos quedado en que no. Ni sus cromosomas.

¿La define su orientación sexual? ¡Válgame Foucault, no, qué disparate!

¿Sus actitudes, sus aptitudes, sus gustos? Nada de eso, aquí la diversidad es infinita.

¿Como puede ser que el varón sea un violador potencial, si ser varón no depende de la biología, sino de la autodefinición caprichosa y sobrevenida?

Entonces, ¿qué significa ‘la lucha de la mujer’? ¿Qué sentido tiene el feminismo? ¿Cómo puede determinarse la llamada ‘violencia de género’? Dos personas indiferenciadas e indefinidas, A y B, entran en una violenta discusión y A golpea a B. Y es un caso especial y una emergencia social si A ha tenido a bien definirse como ‘varón’ y B como ‘mujer’, y en ningún otro caso. ¿Por qué? ¿Como puede ser que el varón sea un violador potencial, si ser varón no depende de la biología, sino de la autodefinición caprichosa y sobrevenida?

Pero, claro, extraer las consecuencias obvias de este último disparate -como han visto claramente las feministas clásicas, del tipo de Lidia Falcón– llevaría automáticamente al cierre del chiringuito de nuestra Irene, y eso sí que no. Así que mantiene la farsa de las dos verdades incompatibles avanzando en paralelo, y así se puede cobrar dos veces.

El progresismo no es una rebelión contra este o aquel sistema político, sino una revuelta contra la realidad, muy especialmente con la realidad biológica

Pero volvamos con nuestra demonio femenino adulto, Zinnia, que llega a la conclusión anunciada un tuit más adelante: “La incapacidad de ofrecer consentimiento informado o de comprender las consecuencias a largo plazo es en realidad un argumento para administrar bloqueadores de la pubertad a toda persona cis o trans hasta que adquieran esa capacidad”. QED.

Lo hemos dicho más de una vez, pero conviene repetirlo (y repetirlo, y repetirlo): el progresismo no es una rebelión contra este o aquel sistema político, sino una revuelta contra la realidad, muy especialmente con la realidad biológica (contra la Ley de la Gravedad todavía no se atreven).

Lo que se pretende es que todos somos una masa informe, indefinida, que puede ‘autodefinirse’ sin limitación alguna, creando nuestra propia realidad que la sociedad debe reconocer e imponer a los demás.

El conservador distraído y perezoso, el liberal elemental que cree que lo importante es la economía y que quienes insistimos en la guerra cultural no hacemos más que confundir y entorpecer la lucha contra la izquierda, tiende a aburrirse con estos temas y pensar que “bueno, no le hacen daño a nadie, ¿no? ¿Por qué no seguirles el humor y tratarles según el sexo que elijan?”. Pero las ideas tienen su origen y sus implacables consecuencias, y quien crea que todo este asunto tiene algo que ver con la tolerancia y el respeto es que no está prestando atención.

Si se acepta la premisa -y aceptar la consecuencia es aceptar la premisa-, entonces la propuesta de Zinnia es la más justa y razonable, porque la premisa de todas estas leyes es directamente disparatada y más que inhumana, totalmente irreal.

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