Imagen referencial /Pixabay.
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‘Tito’ es el último niño argentino sometido a este abuso infantil legal y, oh, tan de moda, con solo 5 años, una edad a la que no se toma en cuenta a efectos legales ninguna otra cosa que diga ser o desear. El país austral parece feliz del disparate, que sigue los pasos de Luana, de 6 años, que en el 2013 había sido la primera ‘niña’ trans de Argentina y del mundo.

¿Por qué? Según cuenta la revista argentina Perfil, ‘Tito’ lloraba si le ponían un vestido, no le gustaban los juguetes “de niña” ni que le dijeran que se parecía a su hermana mayor, y solo disfrutaba cuando vestía la ropa de su primo. Hacia los dos años empezó a hablar de sí misma en masculino y cuando jugaba con su hermana, se empeñaba a fingirse chico.

Algunas personas creen que La Sexta da información.

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Vamos, solo un poco más exagerado de los ‘chicarros’ que he conocido y que con el tiempo se convirtieron en madres de familia perfectamente adaptadas, aunque solo sea porque la verdadera identificación sexual se produce en la pubertad. De hecho, es de sobra conocido -y cuidadosamente ocultado- el dato de que entre el ochenta y el noventa por ciento de los niños que se identifican con el sexo contrario al biológico superan esta disforia de modo espontáneo tras la pubertad.

Pero ‘Tito’ ya no podrá saberlo, porque pronto cayó en manos de los uno de los especímenes más peligrosos de la era moderna cuando solo responden a una ideología reduccionista: las ONG. En este caso, se trata de la Asociación por un Mundo Igualitario (AMI), una ONG argentina que los acompaña con asesoramiento legal y psicológico y que logró que la niña cambiara oficialmente su sexo en el Registro Provincial de las Personas de Mar del Plata.

Si hubiera dicho, a sus cinco años, que quería fumar o tomarse un trago, la hubieran ignorado; si hubiera dicho que solo quería comer chuches y los padres hubieran cedido, se harían reos de maltrato y podrían perder la custodia. Si hubiera dicho que era un dinosaurio, o un gato, o un astronauta, nadie le hubiera tomado en serio. ‘Tito’, que no puede votar ni dejar de ir al cole ni tomar prácticamente decisión alguna por su cuenta, misteriosamente, sabe que para el resto de su vida quiere fingir pertenecer al sexo opuesto a aquel en el que ha nacido.

En cosa de una década se ha convertido en dogma del pensamiento único que algo tan anclado en nuestra realidad biológica puede cambiar por decreto con solo desearlo

No tiene ni idea de lo que es la vida, ni experiencia sobre nada, pero ya tiene capacidad para condenarse a una vida de tratamientos hormonales, bloqueadores de la pubertad y otros fármacos de los que apenas se conocen los efectos secundarios a largo plazo, y probablemente un rosario de operaciones de ‘reasignación de sexo’. Todo eso que ni siquiera puede entrar en su cabecita puede decidirlo con 5 años. ¿En qué sentido no es eso abuso infantil? Yo ya tengo una edad provecta, y el Gobierno no confía siquiera en que sea capaz de mostrar libremente una conducta sensata para evitar el contagio o contagiar, pero un niño de 5 años puede decidir una vida de intentar lo imposible.

Y no es que estemos ante algún transcendental descubrimiento de la biología; no, nada ha cambiado básicamente lo que sabemos. Pero en cosa de una década se ha convertido en dogma del pensamiento único que algo tan anclado en nuestra realidad biológica puede cambiar por decreto con solo desearlo. Bienvenidos al siglo XXI, la era en que la realidad se ha vuelto opcional.

En uno de sus conciertos en directo, ese icono perfecto de nuestros días que es la cantante Lady Gaga exclamó ante sus fieles entregados: “¿Sabéis lo que odio? La verdad”.

Cuando yo era joven, el progresismo quería cambiar un sistema político. Pero desde hace tiempo es una mera revuelta contra la realidad y esa va a ser precisamente su perdición, aunque no sin antes destruir nuestra civilización y dejar tras de sí un reguero interminable de vidas rotas.

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