Menos mal, la Benemérita ya tiene un agente transgénero, ya puede considerarse homologada con el resto de instituciones del Estado: la Transición ha terminado.
A decir verdad, la persona que se ha incorporado al cuerpo como hombre ya lo estaba como mujer.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraEs un poco confuso, como suelen ser estas cosas, pero El Español, arrobado ante un nuevo triunfo de la diversidad, nos lo cuenta. Es la historia de Carmen González, una malagueña que ingresó a los 22 años en la academia de guardias civiles de Valdemoro (Madrid), preparó las oposiciones, superó las pruebas teóricas y físicas, hizo un año de prácticas en Haro (La Rioja) y la destinaron a su primer cuartel. Hasta ahí, nada especial.
Hasta que, explica el panfleto online de Pedro J, Carmen se dio cuenta por fin de que nunca había sido Carmen, sino Izan. Ya, suena raro, como de novela de Kafka o incluso de cuento de hadas, pero si la primera vez una escucha estas cosas con asombro, a estas alturas sabe que son historias que se escriben solas y que esta manera de expresarlo va con el género (juego de palabras no intencionado).
“En ese momento, Izan, posiblemente sin saberlo, creaba un precedente en la Guardia Civil”, escribe, triunfal, El Español. «Se convertía en el primer agente transexual. Su historia, al contrario de lo que seguramente habrá imaginado, no esconde capítulos de acoso, discriminación o transfobia en el trabajo. Sino todo lo contrario. Habla por primera vez precisamente por ese motivo. Para que quienes como él buscan incansablemente las mismas palabras todos los días en internet y no hayan [sic] respuesta; con esta entrevista por fin la tengan». «Les aseguro que no encontrarán ninguna barrera, sino puertas que se abren. Al menos, es lo que he vivido yo. En la Guardia Civil no podemos ir en contra internamente de lo que tenemos que proteger, que son los derechos de las personas», declara Izan, en una entrevista con El Español.
Ya es, a todos los efectos, un agente, no una agente. ¿Todos? Bueno, no exactamente. Sus compañeros varones, para ingresar en el cuerpo, han tenido que superar una serie de pruebas físicas que son distintas, menos exigentes, para las mujeres (no pregunte, que es peor). Y a las que, con toda probabilidad, no tendrá que someterse Carmen-Izan. Así lo cuenta ella: «No son pruebas super exigentes, pero yo tenía dudas y hablé con mi superior y después con Enseñanza. Allí me dijeron que, claro, nunca se habían encontrado con este panorama. Y que aunque sea un hombre, legalmente en la Guardia Civil me tienen que medir como mujer, sobre todo pensando en si hay algún problema con el examen. Así que seguramente me lo harán como mujer».
Oh, vaya. Qué alivio, ¿no?
«A nadie se le ocurre lo que sería la consecuencia lógica de creer de verdad que Izan es un hombre como cualquier otro, a saber: a nadie se le ocurre someterle a las misma pruebas que han tenido que superar todos los varones»
En todo esto veo dos flagrantes verdades que afectan a toda esta ‘maniobra Disney’ que se nos está imponiendo desde los poderes político, cultural y mediático. La primera es que no solo es una ficción, sino que todo el mundo sabe que es una ficción, y todo el mundo sabe que todo el mundo sabe que es una ficción. Y, sin embargo, es forzoso seguir con el guion, hacer como si se creyera, o de lo contrario arriesgarse a la muerte profesional y civil y a posibles consecuencias judiciales.
Pero como todo el mundo sabe, a nadie se le ocurre lo que sería la consecuencia lógica de creer de verdad que Izan es un hombre como cualquier otro, a saber: a nadie se le ocurre someterle a las misma pruebas que han tenido que superar todos los varones.
Y la segunda verdad es que en este reino de fantasía buenrrollista que se nos impone por decreto, todo gira en torno al deseo de estos confusos sexuales (no es un comentario ofensivo: el propio Izan confiesa que no se le ocurrió que fuera Izan hasta ver un vídeo en Youtube). Hasta ahora se entendía que la Guardia Civil era un cuerpo al servicio de los ciudadanos y que sus miembros tenían que reunir las condiciones precisas para asegurar una prestación óptima de ese servicio, del mismo modo que los bomberos están para apagar fuegos y rescatar a personas en circunstancias de peligro. Pero ahora la función debe supeditarse a esta, la más sagrada y alta de las ideologías modernas.
A mí me parece, por ejemplo, perfecto que las mujeres podamos ser bomberos o guardias civiles o mozos de cuerda. Pero solo si podemos realizar las mismas tareas que los demás bomberos, guardias civiles o mozos de cuerda, porque las profesiones existen para cubrir una necesidad, no para hacer política. Y si estoy atrapada en mi casa en llamas y una bombero no puede sacarme a en brazos porque las pruebas a las que se sometió eran más leves que las de su compañero, no creo que la victoria feminista o de género vaya a consolarme mucho mientras me consumo entre las llamas.