Todavía no he dejado atrás del todo esa sensación de estar viviendo “sus primeros pasos”, “su primer diente”, “su primer día de cole”, “sus primeras palabras”… y me veo viviendo ya “su último día de cole”, “su última audición de oboe”… y hasta “sus últimos día en casa”.
Es verdad que los hijos nos los presta Dios sólo un ratito para que le ayudemos a modelar su alma para ser felices haciendo felices a los demás, y que les enseñemos a construir lo que será en realidad “su propia vida”, igual que hemos hecho nosotros. ¡¡Pero cuánto cuesta soltarles!!
Ese pequeñajo que lloraba en silencio cuando le dejaba en el cole por la mañana, me deja ahora a mí llorando al irse a nuevo “cole”, a la Academia General de Zaragoza. Y es que no es sólo que se vaya a estudiar fuera, es que esa es ya su vida, su propia vida, y vendrá a casa sólo de vacaciones, “de visita” como quien dice.
No tienen ni idea en el Ejército de lo que se llevan, por cierto, están de enhorabuena. ¡¡Menudo regalazo le hacemos a la patria!!
Nueva etapa para la familia en la que a todos nos toca aprender nuestro nuevo papel, unos como madre y padre de hijo independizado pero muy hijo aún, otro como hermano que se queda sin su compañero y su hermano del alma y asume el papel de hermano mayor, otra como hermana pequeñaja que crecerá sin haber convivido casi con él y el resto como hermanos que pierden el ejemplo constante de un hermano mayor absolutamente fuera de serie. Y él tendrá que manejar esa nueva vida con la que aún le toca desempeñar en casa, una tarea difícil, desde luego.
Un sabor agridulce inevitable.
Y entonces miro hacia atrás, aunque no debiera porque por mucho mirar ya nada se puede cambiar, y veo ratos perdidos, momentos desaprovechados, enfados inútiles y cosas mal hechas, pero también la alegría de haberme dedicado a ellos casi por completo, de poder decir que no me he perdido casi nada y que siempre he estado allí. E incluso el orgullo de pensar que una pequeña parte de su manera extraordinaria de ser, he ayudado yo a forjarla a base de horas y horas a su lado.
Hoy me aferro a la satisfacción de tener miles de momentos suyos, de cada uno de mis hijos, porque la vida me puso en una tesitura amarga en la que tuve que elegir y tuve el privilegio de poder elegirles a ellos.
No tienen ni idea en el Ejército de lo que se llevan, por cierto, están de enhorabuena. ¡¡Menudo regalazo le hacemos a la patria!!
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