
James Caspian no es un peligroso tránsfobo según los estándares de los grupos de presión LGTBI. De hecho, ha dedicado una década de su vida profesional como psicoterapeuta a asesorar a personas que reclamaban una serie de cirugías para modificar sus órganos sexuales de tal forma que simularan los del sexo con el que se manifestaban acordes, contrario al genético.
A lo largo de su extensa experiencia, entre 2007 y 2017 pudo observar las personas que acudían a su gabinete cada vez eran más jóvenes, presentaban «problemas complejos de salud mental» y, cada vez con mayor asiduidad, atendía a personas arrepentidas tras haberse sometido a las mencionadas cirugías.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraDe esta observación primaria, propuso a la Bath Spa University del Reino Unido profundizar en el análisis: «Mi investigación preliminar había revelado un cisma cada vez más controvertido en la política transgénero y las experiencias de pacientes hospitalizados que me preocupó mucho y confirmó la necesidad de esta investigación. Algunas de las personas con las que hablé dijeron que estaban demasiado traumatizadas para hablar sobre sus experiencias, lo que demostró que era aún más importante investigar el tema, no menos», explica Caspian.
En concreto, la investigación se titulaba «Un examen de las experiencias de personas que se han sometido a una cirugía de reasignación de género inversa».
Y así comenzó a realizar su trabajo científico, como parte de un trabajo para un Master, hasta que, de manera inopinada, de la noche a la mañana, la universidad decidió suspender la investigación hasta que se produjera una evaluación del Comité de Ética.
Así, la Universidad sugirió cambios, no con criterios sobre la ética de la investigación, sino sobre las posibles repercusiones sobre la reputación de la universidad. «Si una universidad, un lugar para el intercambio de ideas, discusión, disensión, cuestionamiento, investigación y pensamiento crítico, es incapaz de tolerar el riesgo de la crítica, ¿dónde quedan entonces los principios más básicos de la libertad académica e intelectual de investigación?».
«No se trata de estar a favor o en contra de un grupo de personas. Sólo se trata de descubrir la verdad sobre algo», ha defendido Caspian.
La batalla legal de Caspian se ha librado durante los últimos tres años y ha llegado al Tribunal Europeo de Derechos Humanos con la ayuda de la organización Christian Concern.
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