Si en 2018 tuvimos la irrupción de las “asambleas autoconvocadas de mujeres” o el movimiento feminista, y en 2019 las movilizaciones por la salud mental (en Chile). Vale preguntarse, ¿cuál será la dirección o la hoja de ruta que tomarán los movimientos sociales en 2021? O ¿qué innovaciones, vanguardias o coyunturas serán las que marquen la agenda en un año cargado en elecciones y definiciones políticas?
Luego de revisar diversas fuentes abiertas, tales como actas públicas de la CONFECH (la Confederación de Estudiantes de Chile es la mayor organización estudiantil del país), redes sociales y páginas web de colectivos, centro de estudios y movimientos sociales, se puede advertir que el feminismo seguirá siendo el catalizador de la agenda social; no obstante, esta coyuntura estará aderezada por las demandas medioambientales y las reivindicaciones de los pueblos originarios.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraAsí, todo parece indicar que en 2021 será el debut del ‘ecofeminismo‘ –quizá bajo el título de “feminismos territoriales” o “ecología política feminista”–. El término “ecofeminismo” aparece por primera vez en 1974 con Françoise D’Eaubonne, una escritora y feminista francesa, en su libro Le féminisme ou la mort (El feminismo o la muerte), sugiriendo una unión o, al menos, algunos puntos de encuentro entre los intereses del feminismo y los de la ecología (Bergeré, Marion 2016).
De acuerdo con esta teoría, el segundo “sujeto” oprimido de la historia es la propia naturaleza (el primero ha sido la mujer). El hombre, habiendo querido “dominar” la Tierra, la ha explotado sin tener en cuenta que ella es la fuente de la vida (al igual que la mujer). Es más, D’Eaubonne nos sugiere que “el patriarcado es el que se adueña del potencial reproductivo de la mujer, explotándolo, al igual que explota un recurso natural, para tener más y más hijos”.
Por su parte, debemos considerar la tesis de la feminista italiana Silvia Federici –la cual visitó Chile en 2018– quien, en su libro El patriarcado del salario. Críticas feministas al Marxismo plantea la necesidad de superar la visión del sujeto asalariado industrial, de la lucha de clases solamente desde la fábrica, para visibilizar a aquellos trabajos no asalariados, pues nuestro modelo de desarrollo se construyó a expensas del trabajo no valorizado ni cuantificado. Es decir, del trabajo doméstico, del cuidado familiar y de la condición de reproducción de la mujer, porque –plantea la autora– desde los albores del capitalismo la principal función de las mujeres ha sido la reproducción de la fuerza trabajadora. En otras palabras, para que existiese un obrero explotado, primero existió una mujer relegada.
En esa línea, conviene traer a colación lo planteado por la Agrupación de Mujeres de Zonas de Sacrificio en Resistencia de Puchuncaví-Quintero (Chile), quienes denuncian que han sido completamente desterradas de la discusión política, “forzando a las mujeres a dejar de trabajar y hacerse cargo de los hijos (…) de llevarlos de la escuela al consultorio, del consultorio al hospital y así sucesivamente. Mientras tanto, las reuniones de autoridades políticas y sectoriales, así como de los organismos de emergencias reunidos con las empresas conformaron un verdadero parlamento machista tomador de decisiones en el territorio” (Bolados, Paola 2018).
Lo anterior pudiese parecer un conjunto de elucubraciones mentales muy complejas y fuera de todo campo fáctico. Sin embargo, si consideramos que en nuestro país existen reales problemas medioambientales (según el Instituto Nacional de Derechos Humanos, en Chile existen 118 conflictos medioambientales vigentes); que la crisis en la Araucanía se encuentra en su punto más crítico; y que el mismo Foro de Sao Paulo su último encuentro, en Venezuela 2019, nos advierte de que “solo desterrando el capitalismo será posible eliminar el patriarcado”, resulta menester tener presente esta alerta temprana.
En razón de lo antes expuesto, y en consideración del historial de respuestas tardías por parte de la derecha chilena en discusiones actuales –basta recordar el debate sobre el lucro, la gratuidad universitaria o el sistema de pensiones–, pareciese recomendable construir, desde ya, un discurso político coherente, con relato y dato, que se haga cargo de las situaciones, demandas o reivindicaciones sociales previamente expuestas. Pues, conocemos el poder de movilización y convocatoria que posee el feminismo, y sabemos que el año 2021 será convulso para nuestro país, donde estos temas –medioambiente, zonas de sacrificio, derecho de agua y pueblos originarios– estarán en el ojo del debate público y especialmente presentes –como “banderas de lucha”– en nuestras elecciones municipales, de gobernadores regionales y parlamentarias, así como en la discusión constitucional.