
Por fin hay en España una polémica de verdad, trascendental. Gira en torno al discurso de la joven periodista Ana Iris Simón, autora de una excelente primera novela, Feria, en un acto oficial montado para aplaudir a Pedro Sánchez por su proyecto o agenda o chiringuito España 2050.
Simón, nacida en 1991 y embarazada de su primer hijo, se convirtió en defensora de su generación, la mejor preparada de la historia de España, como dijeron los socialistas de la mía, condenada a contratos precarios y a compartir habitación en pisos. Reclamó la reindustrialización del país; la recuperación de “la soberanía perdida frente al capitalismo global y europeo”, el fomento de la natalidad, el trabajo y la vivienda; el freno a la inmigración; etc.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraDespués de leer a tres de mis columnistas favoritos, Candela Sande en Actuall, Enrique García-Máiquez, orgulloso y agradecido padre, y Hughes, poco más puedo añadir. ¿Cómo mejorar la genialidad de Hughes de que Ana Iris Simón representa a la izquierda paritoria frente a la izquierda paritaria del feminismo obsesionante?
Los globalistas de derecha y de izquierdas claman contra una mujer que propone que los españoles tengan más hijos
Para rellenar el espacio que me toca, voy a ofrecerle, querido lector, tuits y comentarios de rojos rojísimos y de liberales hayekianos que muestran una sorprendente unión de dos grupos de creadores de opinión que aparentan disentir pero hacen las paces para cargar contra el enemigo común. La semana pasada era Donald Trump, ayer era Vox y hoy es una embarazada que pide más hijos propios y menos inmigrantes.
Luis Garicano, eurodiputado de Ciudadanos y ex profesor en la London School of Economics, escribió un tuit que luego borró en el que descalificaba el populismo de derecha y el de izquierdas. Gracias a los vigilantes de Twitter lo hemos recuperado.
En la misma línea escribe el periodista Rafael Latorre en El Mundo: “Un lamento generacional pronunciado desde el lugar donde lo más reaccionario de la izquierda se junta con lo más reaccionario de la derecha”. Y para deshacer la “nostalgia parcialmente embaucadora” recuerda los muertos por la heroína de los años 80. ¿A que se entiende el vínculo entre sentimiento y droga?

El concepto de reacción aparece también en las quejas de un periodista de Infolibre (izquierda pura y dura). Pablo García se apunta al neomaltusianismo de la bomba de población: “¿Por qué pides fomentar la natalidad si hay más de 7.000 M. de habitantes y subiendo?”. Otro que cree que la Tierra va a hundirse bajo el peso de los humanos y que las personas se pueden, y deben, trasladar de un continente a otro. La misma opinión que tienen Mario Vargas Llosa y George Soros.
En la misma página de El Mundo que Latorre, Jorge Bustos elogia el discurso porque molestó a Sánchez, es decir, como táctica, pero añade que un liberal no lo puede apoyar: “Ni sus diagnósticos ni sus recetas son originales y para un liberal es imposible coincidir con las segundas y no hacerlo con los primeros”. Ese meñique levantado desmocha una columna por lo demás interesante.
¡Hasta el gran humorista José María Nieto (para mí mucho mejor que Mingote) se apunta al debate en el lado equivocado!
En El País, Raquel Peláez, asegura que le “pone los pelos de punta que una chica tan joven sugiera que para pagarnos las pensiones nos llegamos y bastamos los españoles. Será porque creo en el cosmopolitismo”.
Cosmopolitismo, sociedad abierta, globalismo… son palabras distintas para un mismo concepto.
Otra periodista de otro medio de izquierdas, Ctxt, repite el discurso más rancio del feminismo y el marxismo sobre la familia: estructura patriarcal, capitalista y de dominación que hay de demoler para alcanzar la sociedad ideal. Según Nuria Alabao, “Hay otras formas de organizar la reproducción social, más justas, o al menos, deberíamos ser capaces de imaginarlas”. ¿Cuáles son?, ¿las del mundo feliz imaginado por Huxley?
Un diputado socialista expone de manera más ramplona el problema, o mejor dicho, el delito: lo que dice la escritora (de izquierdas, por cierto) da munición a Vox.
“Ana Iris Simón envuelve las propuestas excluyentes de Vox en el papel celofán de los sentimientos de fraternidad hacia parte de nuestra ciudadanía que se siente abandonada. Cuidado”.
Cuidado, ¿a qué?, ¿a perder el escaño, el sueldo y las dietas?
En esta serie de ‘autocríticas’ de izquierda no puede faltar ese centinela que alerta a la tribu de los antifascistas de todo florecimiento de la bestia negra: Antonio Maestre. En una columna, acusa a Simón de “colar un mensaje reaccionario que podría firmar cualquier carlista, falangista o lepenista apelando a la pureza que la izquierda debe defender”.
En un texto delirante pinta en los años 80, los del socialista Felipe González, una España que parece sacada de una película de Mad Max y acusa a la periodista de olvidarse de los sufrimientos de sus padres para darle una carrera universitaria que casi no se merece, brilla el siguiente párrafo:
“Exportar de fuera la natalidad en vez de importarla dentro, dijo Simón. Es que no hay que elegir, no importa de dónde sean los bebés nacidos porque no existe el derecho a tener descendencia. Mantener la pirámide de población con una base amplia con niños españoles de color blanco no es una medida de izquierdas, sino racista, por eso no importa de qué color sean los niños que llenan nuestras guarderías, que sí tienen que ser gratuitas sin importar de dónde sean los progenitores”
Para la izquierda bruta existen los derechos a cambiar de sexo, al paisaje y a la sanidad universal, pero no a tener hijos
Y aquí está el puente que une a Antonio Maestre y a Luis Garicano, a Íñigo Errejón y a George Soros, a Pedro Sánchez y a Bill Gates: la sociedad abierta.

Para los liberales, no deben existir fronteras al capital, a fin de aumentar sus beneficios. Para los izquierdistas no debe haberlas para las personas, para disponer de un nuevo ejército revolucionario que sustituya a unos obreros nacionales carcas. La conclusión es que ambos están creando un mundo sin tradiciones, sin identidades, sin controles, sin límites… Sin refugio. Los dos grupos quieren realizar su utopía futurista y, por tanto, descalifican como reaccionario a todo disidente.
Y como dijo Nicolás Gómez Dávila, “la objeción del reaccionario no se discute, se desdeña”. Eso le está ocurriendo a Ana Iris Simón. Para el Imperio Progre pedir vivienda, familia, empleo y patria te convierte en enemigo. Sin embargo, los diques que separaban la derecha y la izquierda se han roto y las ideas se están mezclando, removidas por la realidad.