
La mentira es el abono de la izquierda.
Después de semejante frase, querido lector, pensará que soy un exagerado. Que usted conoce gente estupenda, cumplidora en su trabajo, amante de su familia y que recicla el plástico, que es de izquierdas y no miente. Por un solo Pedro Sánchez no podemos juzgar a los seis millones de ciudadanos que le votaron.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
Suscríbete a Actuall y así no caerás nunca en la tentación.
Suscríbete ahoraPermítame que matice. La mentira, sí, es el truco que usan los políticos de izquierda para engordar sus filas. Filas formadas por gente a la que el sectarismo le predispone a creer que ‘los suyos’ son excelentes y ‘los otros’ son malvados; y si en ocasiones ‘los suyos’ son condenados por corrupción o por terrorismo de Estado se debe a una conspiración de ‘los otros’. Porque ‘los suyos’ no roban y si roban no son de ‘los suyos’, sino de ‘los otros’.
En resumen, unos son siempre bondadosos, honrados, generosos y sencillos, mientras que los otros son retorcidos, mezquinos y canallas. Esta división del mundo, más propia de un cuento para niños que de la realidad, es la que acepta como principio indiscutido la inmensa mayoría de los militantes de izquierdas.
Con el número más alto de mujeres asesinadas por la llamada ‘violencia de género’ en años, Irene Montero calienta el 8-M con minifaldas
Irene Montero, la ministra de Igualdad a la que su tribu de colocadas como cargas (he escrito cargas, que no cargos; usemos lenguaje inclusivo, aunque sea polisémico) de confianza le llevan una tarta de cumpleaños, mientras el número de mujeres asesinadas es el más alto de los últimos años, ha lanzado otra gran mentira en la televisión.
En una entrevista con Ana Rosa Quintana, la ministra Montero afirmó que “cuando una mujer denuncia una agresión sexual, se le pregunta que si iba vestida con una minifalda y que a lo mejor, como iba con una minifalda, iba provocando y que por eso un hombre ha pensado que tenía el derecho…”. Cuando la periodista le corrigió con un desvaído “gracias a Dios, eso ya no ocurre, Irene”, Montero, sin perder su sonrisa profidén, se emperró en su consigna: “claro que está ocurriendo”. Y añadió que “claro que está ocurriendo en nuestro sistema judicial, que falta muchísima perspectiva de género…”.
El ‘negocio’ de Montero no es la verdad, ni el servicio a los españoles, sino la división de la sociedad y la conquista del poder
Los policías y los jueces que preguntan a una mujer violada si llevaba minifalda son tan inexistentes como los 114.000 asesinados enterrados en las cunetas, el “nos están matando”, la ‘brecha de género’ laboral, el tercio de mujeres que declara haberse sentido acosada sexualmente y el porcentaje de 0,01% de denuncias falsas en ‘violencia de género’.
Mientras tanto, no se habla de que España es una de las naciones del mundo con mayor seguridad para hombres y mujeres. Ni de las lamentables condiciones laborales de todos los trabajadores. Ni de los dos trabajadores enterrados en un vertedero gestionado por Administraciones controladas por el PNV, aliado del Gobierno de izquierdas.
Tampoco se habla de la red de pederastia en Mallorca, en la que se violaba a niñas bajo el amparo de la Administración local, que, menuda casualidad, controla la izquierda. Quizás por esto último, tanto Irene como Pablo, unidos en el Consejo de Ministros, el Congreso, el partido y el chalé, exigen que nos callemos sobre esas violaciones. Para estas víctimas, ni minifalda, ni “sólo sí es sí”, ni “yo sí te creo, hermana”.
Los sindicatos policiales y los representantes de la Guardia Civil han clamado contra Irene Montero y le han exigido que se disculpe o que señale qué funcionarios han hecho esas preguntas.
La jerarca comunista se inventa el desprecio por policías y jueces a las violadas para inocular ‘perspectiva de género’ en la judicatura
Por supuesto, la ministra comunista no hará ninguna de esas cosas. No dirá en qué comisarías y juzgados se pregunta a las mujeres por su ropa ni mostrará un informe o una sentencia que contenga alusiones a una minifalda. Pero tampoco dimitirá. No se lo exigirán las feministas profesionales, ni el patético ministro del Interior, ni los tertulianos, ni las víctimas de violación.
Porque el ‘negocio’ de Montero no es la verdad, ni el servicio a los españoles, sino la división de la sociedad y la conquista del poder.
Desde su reaparición en España gracias a la CIA y los servicios de información del franquismo, los socialistas introdujeron la mentira en el debate público, como su lema de “Cien años de honradez” y su promesa de sacarnos de la OTAN. Los podemitas han exacerbado esa estrategia.
Para la izquierda nada puede estar bien, nadie puede estar contento. La tranquilidad, el orden y la felicidad son aparentes. Debajo de ellos, hay desgracias, injusticias y opresiones. Y para acabar con el mal, está la izquierda. ¿Qué no existen los guardias civiles que riñen a las violadas por su ropa? Pues se inventan. Como que el SIDA lo creó la CIA y que en Cuba se pasa hambre por un bloqueo inexistente.
Para las niñas violadas bajo la tutela de un ‘Gobierno de progreso’ en Mallorca no hay ni minifaldas ni “Yo sí te creo, hermana”
No, la mentira no dañará a Irene Montero. Quienes podrían castigarla por difamar de esa manera a jueces y policías son quienes la mantienen en el poder: su pareja/secretario general, sus votantes y Sánchez. La joven comunista tiene que crear enemigos, azuzar las movilizaciones del Día de la Mujer (¿habrá ingenuas que volverán a convertirse en compañeras de viaje de las asociaciones feministas?) y justificar la inoculación en los tribunales de la ‘perspectiva de género’.
Cuando se pregunte, querido lector, cómo fue posible que los españoles de los años 30 pasasen de vivir más o menos despreocupados a matarse en las trincheras recuerde la siembra de mentira y odio que hicieron determinados irresponsables. Parecida a la actual.