La novela negra escandinava se ha convertido en un subgénero. He leído algunas de ellas, sobre todo varias de Hening Mankell. Y sus detectives son más tristes que Sam Spade o Philip Marlowe. Al menos éstos conocen a rubias fatales y trabajan en la soleada California, mientras que los policías suecos viven en ciudades en las que a las tres de la tarde te envuelve la niebla y las mujeres son feministas amargadas.
No, las suecas o las danesas (no discriminemos) no son las mozas retozantes de las películas de Alfredo Landa. El cine que describe mejor la vida en Escandinavia es el de Ingmar Bergman. Yo estoy convencido de que el frío y la oscuridad hibernan las emociones y deprimen el espíritu. La manera de soportar esa vida consiste en animarse con alcohol y otras sustancias… o en emigrar al sur, como hicieron los vikingos y los godos. Los vándalos no detuvieron su marcha hasta conquistar la provincia romana de África.
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraLos índices de felicidad tienen tantas trampas como esas películas sin público que ganan los premios Goya
Pues las encuestas realizadas por las Naciones Unidas, los países más felices del mundo son los escandinavos. Por orden del secretario general Ban Ki-Moonn, la ONU puso en marcha en 2012 el Informe Mundial de la Felicidad. El de 2021 lo encabeza Finlandia, por cuarto año consecutivo. Los cinco países más felices suelen ser Finlandia, Suecia, Noruega, Dinamarca y la isla de Islandia, donde hace más frío, hay más niebla y menos gente y bosques. Los hay que confunden la felicidad con un ADSL que funciona 24 horas al día.
Ya tenemos el titular. Finlandia es el país más feliz del mundo. ¡Cuánto hemos de aprender de los finlandeses! De su fiscalidad, de sus familias monoparentales, de sus programas de empoderamiento femenino, de sus altos números de funcionarios… y de sus tasas de alcoholismo, suicidio y depresión. Porque Finlandia también se halla en el pelotón de cabeza de las listas de suicidio, depresiones y alcoholismo.
¿Cómo pueden ser felices los finlandeses cuando su primera causa de muerte es el alcoholismo? Otra de las consecuencias del alcoholismo es una disparada tasa de violencia doméstica, muy superior a la que se registra en España. Nos dicen los progres que se debe a que las mujeres escandinavas, mucho más concienciadas, denuncian y no pasan una. ¡Otra mentira! Si los finlandeses rebosan felicidad, ¿por qué son tan propensos a la depresión y al suicidio? ¿Es que se mueren de la risa?
Según la ONU, los pueblos más felices son los que tienen más altos índices de suicidios, depresiones y alcoholismo
En la vecina Suecia, la soledad es un problema social de primer orden. Uno de cada dos suecos vive solo y la cuarta parte de los fallecidos muere en soledad. Además, docenas de cadáveres no los reclama nadie. Un dato aterrador: las suecas también están a la cabeza del mundo entre la clientela de los bancos de esperma.
Esta situación arranca de un proyecto socialdemócrata para construir la “familia del futuro”, enunciado en 1972. Nadie dependería de nadie. Lo que consiguieron Olof Palme y sus camaradas fue destrozar los vínculos familiares y crear una nación de personas aisladas y entregadas al Estado. Eso mismo están haciendo las feministas en España al separar los sexos mediante el odio, el miedo y la desconfianza, y lo veremos en unas décadas.
Miremos la encuesta con atención y daremos con la respuesta a esta paradoja. La clasificación de países más o menos felices se basa en hechos como el PIB per cápita, el salario, la esperanza de vida…; y también en elementos subjetivos, como las respuestas a una encuesta mundial de Gallup sobre la felicidad, en la que se tienen en cuenta asuntos como haber dado dinero a ONG, el sentimiento de libertad y auto-realización. Entre los hábitos finlandeses elogiados por los tontos del resto del mundo se encuentra la costumbre de beber solo en casa y en ropa interior.
La política y el sistema educativo erradican todo deseo de trascendencia y grandeza y lo sustituyen por la mediocridad y la pequeñez
Y un factor más es la mediocridad dominante. Como ha escrito R. R. Reno en su Retorno de los dioses fuertes, la política y el sistema educativo han erradicado desde la posguerra todo sentimiento de amor y arraigo, toda capacidad de sacrificio y lealtad, todo deseo de trascendencia y grandeza. «La ‘sociedad libre’ necesita ir a lo pequeño». Y en un ambiente en el que nadie destaca ni tiene grandes sueños, tanto la emulación como la envidia se disipan. Desparece el ansia de “ganar fama”, que movía a muchos de los conquistadores y navegantes del Siglo de Oro, y la sustituye el impreso para recibir una paguita hasta la muerte.
“Lo sagrado siempre llama a nuestra puerta” y quien se empeñe en hacer oídos sordos se quedará solo en su piso depresivo en uno de esos horrorosos edificios-colmena. Hasta que uno no puede aguantar más la pregunta de para qué vive, que coincide cuando ya no soporta las sesiones en el gimnasio. Es lo que ocurre en las sociedades con colesterol alto, y ése es el modelo que nos quieren traer los políticos y los ingenieros sociales.
Los índices de felicidad tienen tantas trampas como esas películas sin público que ganan los premios Goya. La conclusión consiste en que el Estado no da la felicidad y que ésta, como tantas cosas importantes más, depende exclusivamente de nosotros.