Hace pocos días tuve oportunidad de visitar el epicentro de las sorpresas políticas del 2023: Argentina. Fui al matrimonio de unos amigos y aproveché el viaje para tener reuniones de trabajo y compartir nuestra experiencia en el manejo de herramientas políticas con otros amigos, viejos y nuevos.
Llegué justo un par de días después de la toma de mando de Javier Milei como presidente y regresé a Lima dos días después del aniversario de la final del Mundial de fútbol Qatar 2022, ganado por Argentina. Y esos dos fueron los temas más relevantes en las mentes y los corazones de los argentinos en esos días. Nadie hablaba de otra cosa.
Para una gran mayoría de argentinos, 20 años de empobrecedor kirchnerismo habían socavado toda credibilidad en el relato del “socialismo del siglo XXI”, gender-friendly y promotor de la cultura y leyes de aborto. Quienes me contaban la campaña electoral de Javier Milei no podían dejar de ponerle un tono épico. Una historia que comenzaba años atrás con un economista excéntrico que defendía como el Quijote de la Mancha sus ideas de libertad y avergonzaba a sus rivales en debates en TV con estruendosa elocuencia y alguna que otra expresión subida de tono, pero siempre fiel a sus convicciones. Milei era la versión argentina del fenómeno Trump.
Nunca fue tan fácil para mí dictar una conferencia sobre relato político. Hace poco más de dos años los que hablaban de “Milei presidente” recibían la carcajada de casi todo el mundo. Entonces Milei se presentó a la elección de diputado con una estructura de partido político muy pequeña y con ideas muy claras. Logró ganar su banca junto a su compañera, Victoria Villarroel, otra líder pro vida. Eran solo dos diputados entre 257.
Pero entonces empezó a suceder el milagro. Primero vino la recolección de firmas para anotar a Milei en la carrera presidencial. Después todo fue muy rápido: la presentación como pre candidato, la victoria en las elecciones internas, el segundo puesto en la primera vuelta electoral y, finalmente, su victoria aplastante en el ballotage o segunda vuelta.
Y en todo ese tiempo, si bien fue moderando algunos aspectos de su discurso, Milei nunca dejó su esencia, aunque tuviera enfrente al todopoderoso aparato del peronismo. Entre otras propuestas, Milei todo el tiempo se declara pro vida. Al más puro estilo Churchill, Milei solo les prometió a los argentinos meses de sufrimiento antes de empezar a ver la luz. Nunca ocultó que, para sacar adelante el país, primero hay que pasar por las consecuencias negativas de las pésimas políticas del peronismo. Es la primera vez que el 56% del pueblo argentino vota a un presidente que no les miente ni les maquilla la realidad.
Pero lo más potente que escuché no estuvo relacionado con esta gesta política sino con el fútbol. “¡No sabés lo que fue aquí la final del campeonato del mundo contra Francia! ¡Una locura!” me contó mi amigo Martín Patrito, prestigioso profesor universitario y líder pro vida. Y, de hecho, ni me imaginaba lo que iba a contarme.
El fútbol es la pasión de los argentinos y, para muchos, una cuasi-religión. El capitán de su selección de fútbol, Lionel Messi, es considerado por muchos como “el mejor jugador de todos los tiempos”. En la final de Qatar 2022, Messi ganó el trofeo que le faltaba para redondear su brillante carrera: el Mundial. La última vez que lo había ganado Argentina había sido 36 años atrás con otro ídolo del fútbol argentino: Diego Maradona.
Pero el comentario de mi amigo Patrito fue mucho más allá, pues la locura a la que se refería era cómo la hazaña futbolística había tenido un enorme impacto en la batalla cultural.
La primera faceta de la batalla cultural la protagonizaron los jugadores argentinos quienes al ganar la Copa del Mundo 2022 mostraron claramente los valores con los que estaba conectado cada argentino: Dios, Patria y Familia. Se lo agradecieron a Dios, le dedicaron el triunfo a sus familias, padres, esposas e hijos (muchos de ellos presentes en Qatar), y, muy especialmente, al sufrido pueblo argentino.
En una entrevista en Lionel Messi afirmaba con total convicción:
“Yo siempre he dicho que todo depende de Dios, de lo que Él quiera. Él decide, decide los momentos siempre lo sentí de esa manera y que todo lo que pasa, pasa por algo. Siempre le pedí a Él y le agradecí por todo lo que me dio a nivel deportivo y familiar también”.
Para entender la trascendencia de estas declaraciones y su impacto cultural hay que tener presente que el anterior ídolo argentino, Maradona, era un hombre atrapado por la droga, de ideas revolucionarias marxistas, acusado de abuso sexual, con infinidad de parejas conocidas, casi todas en pelea por la mala relación con él.
En Argentina se bromea tristemente acerca de la cantidad de hijos extramatrimoniales y no reconocidos del ídolo. Maradona ayudó a los argentinos a ganar un mundial con un gol con la mano en el mismo partido en que convirtió el que se considera el gol más hermoso de la historia del fútbol. Así de contradictoria era su figura. Messi, en cambio, dio ejemplo de resiliencia, de templanza en el campo de juego. Y, fuera del campo, suele publicar fotos jugando con sus tres hijos que tiene con Antonella, su novia desde los 13 años. Son famosas ya las imágenes de Messi haciendo esfuerzos hasta ridículos en alguna sesión fotos para evitar siquiera rozar a una super modelo que evidentemente quería tener contacto físico con él. Este es el nuevo ejemplo para los argentinos. Ya el pueblo no tiene que mirar a un ídolo que les remite a drogas y desorden moral. Se puede quedar con el hermoso fútbol de Maradona, pero ahora tiene a otro que practica igual de bien el deporte, pero, además, es un hombre de valores.
Mi amigo Patrito me lo resumió así:
“La selección campeona del mundo conectando con los valores tradicionales del pueblo argentino ha hecho avanzar la batalla cultural como unos 20 años”.
Y al menos los resultados de las elecciones de noviembre así lo suscriben: muchos de los votantes de Milei fueron los mismos que vieron ganar a una selección de hombres trabajadores, que supieron recuperarse en varias ocasiones de situaciones adversas y que han hecho del trabajo su consigna. Y, como ya dijimos antes, si bien la batalla por el aborto recién empieza, que esté Milei y Villarroel en la presidencia y vicepresidencia del país es una noticia para tener esperanza.
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