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Laje: «Nunca he dejado de dar una conferencia por las amenazas»

El politólogo argentino se ha convertido en uno de los principales «luchadores» contra la ideología de género. El año pasado realizó una gira junto con el abogado Nicolás Márquez de la mano de HazteOir.org por toda España presentando su libro «El libro negro de la nueva izquierda» editado por la asociación que este 19 de octubre le premiará.

¿Cómo ha recibido la noticia de la concesión del premio HazteOir.org?

Ser reconocido por una institución que uno admira no es algo que ocurra todos los días. Recibí la noticia con profunda alegría, y tal vez como un empujón extra para seguir dando esta batalla cultural.

Usted ha visitado ya numerosos países, ofreciendo conferencias sobre la nueva izquierda y la ideología de género: ¿Ha notado diferencias en su implantación?

La agenda de género es bastante uniforme y homogénea; es decir, se compone de los mismos elementos políticos e ideológicos que procuran ser legitimados casi siempre con idénticos argumentos (e incluso idénticos símbolos) en todas partes. No obstante, lo que varía es el orden de imposición de esos elementos, dependiendo de cada país en concreto. A veces empiezan modificando los currículos escolares para hacerse del pensamiento de los más pequeños desde el inicio; otras veces arrancan con la despenalización o legalización del aborto, primero a partir de ciertas causales y luego de manera irrestricta; otras, como en Argentina, con el matrimonio y la adopción homosexual y luego con las leyes de identidad de género. El orden de los factores, como en matemáticas, no altera sin embargo el producto.

¿Cuál de todos ellos cree que es el más perjudicado hasta la fecha?

De todos los países que yo he recorrido, España. Allí todos los elementos principales de la ideología de género dominan la escena social y estatal: aborto, mordaza LGBT bajo el fetiche del «discurso de odio», feminismo extremadamente radicalizado, transexualización de la niñez, enormes estructuras estatales de género que suponen ingresos económicos para miles de ciudadanos que viven de esta ideología, etc. Creo que en España la ideología de género se ha apoderado por completo del Estado y, diría todavía más: es su religión laica oficial. Los dogmas no se cuestionan, y a los críticos del dogma del género les espera los correctivos de rigor. Quedé impresionado cómo en Barcelona, por ejemplo, más de 150 militantes feministas, LGBT y comunistas lanzaban piedras contra el hotel en donde estábamos parando junto al equipo de HazteOir; podía observar cómo, además, aquellos pintaban el edificio con aerosol y lo vandalizaban frente a la mirada alegre de la policía local (los «Mozos de Escuadra»), que estaba allí para proteger a los delincuentes.

Si hablamos de América, el país más complicado es Canadá. Y si hablamos de América Latina, Argentina y Uruguay llevan la delantera.

«El genoma humano, que determina precisamente nuestra pertenencia a la especie humana, no aparece fuera del vientre materno, ni en la semana 12, ni 14, ni 24, sino en el mismo momento de la concepción»

¿Qué herramientas se están utilizando precisamente para que la ideología de género cale en la sociedad? 

Hay una maquinaria para imponer la ideología de género en pleno funcionamiento, que avanza armónica y eficientemente, y que dispone de los siguientes elementos: a) El control de las instituciones académicas y educativas, fundamentalmente las universidades, que son las «fábricas culturales» de las sociedades modernas; b) El apoyo económico de ONG’s como Open Society, Rockefeller Fundation, Bill and Melinda Gates Fundation, Ford Fundation, Planned Parenthood, etc.; apoyo económico de agencias de organismos internacionales, como el Fondo de Población de Naciones Unidas, y el uso de créditos y préstamos de organismos internacionales crediticios que condicionan políticas no sólo económicas, sino ahora también culturales en los Estados que solicitan dichos préstamos; apoyo económico de Estados nación, a través de subsidios y becas a organizaciones y militantes de género, como es el caso de Canadá, cuyo presidente acaba de anunciar que su país donará 1.400 millones de dólares anuales para la causa del género; c) La presión política de organismos políticos y jurídicos internacionales, como es el caso de la ONU que por ejemplo solicitó a la Argentina la aprobación del aborto, o de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que está presionando a partir de una opinión consultiva a los Estados de OEA para legislar matrimonio homosexual, adopción homosexual y leyes de identidad de género (con éxito en Ecuador, por ejemplo); d) La hegemonización de la industria comunicacional y de entretenimiento, que está difundiendo, a veces de manera más solapada, a veces de manera más directa, ideología de género todos los días y a todas las horas.

¿Están siendo eficaces?

Demasiado, y los resultados están a la vista.

¿Cómo se puede frenar a la ideología de género?

Sólo el poder democrático puede frenarlo. La ideología de género tiene como debilidad ser contraria al sentido común e interesar de manera objetiva a porciones minoritarias de la sociedad. Ahora bien, es una minoría que actúa como mayoría, porque está bien organizada, porque milita desde hace décadas, conoce la política, y cuenta con el poder económico y mediático de su lado. Lo único que puede frenarla es que la verdadera mayoría silenciosa tome consciencia de sí, y se exprese al respecto, modificando así el contenido de la opinión pública, es decir, el contenido de esa abstracción a la que los políticos recurren para determinar dónde están los votos que ellos necesitan para gobernar. Los ejemplos de éxito en la lucha contra la ideología de género han sido producto de este poder democrático que decidió expresarse masivamente y que dio una lección a sus gobiernos.

¿Qué cree usted que pretenden los estados con la implantación de estas políticas que están imponiendo, surgidas de los postulados de la nueva izquierda?

Yo diría que los Estados pretenden poca cosa, porque los Estados han perdido gran parte de su soberanía. Hablar hoy de «soberanía estatal» o «soberanía nacional» ha dejado de tener sentido, en un mundo cada vez más dirigido por instancias supranacionales y muy poco democráticas.

En este sentido, gran parte de esos Estados que aplican políticas de género lo hacen por conformar ciertas agendas establecidas por fuera de sus fronteras. Distingamos entonces tres niveles de intereses: uno geopolítico, que revisando la agenda de ONU y sus conferencias de la mujer y de la población apunta claramente a lograr una suerte de ingeniería demográfica y natal, en un mundo que algunos consideran «superpoblado»; otro económico, que tiene que ver con las industrias y burocracias detrás de la ideología de género que dejan dividendos jugosos (el negocio del aborto, el negocio de las hormonas, el negocio de las cirugías, el negocio de la academia, el negocio de los nuevos órganos e instituciones estatales que se abren permanentemente y del cual viven cada vez más personas, etc.); y finalmente un nivel estrictamente ideológico, que tiene que ver con lo exitoso del discurso del género como matriz política a partir de la cual renovar a una izquierda totalmente derrotada en los años 80 y 90.

¿Por qué considera que la aceptación de cada género nuevo nos puede conducir a la legitimización de la pedofilia?

Porque la ideología de género postula la autopercepción como principio ontológico; esto es, la autopercepción como el motor efectivo de la realidad misma. Para la ideología de género no hay sexo, sólo género, lo cual significa, no hay naturaleza, sólo cultura y autopercepción. O yo soy lo que una cultura ha hecho de mí, o yo puedo tomar consciencia de estas determinaciones extrañas a mí mismo, «deconstruirlas», y recobrar mi plena libertad (re)construyendo mi propia realidad a partir de mi autopercepción: tal es la propuesta política de la ideología de género.

«No siento miedo, sino estrés y son cosas distintas. El miedo paraliza, el estrés enferma»

Y si esto es así, cualquier limitación en el campo de la sexualidad se vuelve arbitraria y cuestionable, porque la cultura misma se volvió arbitraria y cuestionable al desaparecer la variable del sexo (naturaleza). ¿Podría entonces un pedófilo argumentar que lo suyo es simplemente una «orientación sexual» más entre tantas otras en lugar de una parafilia? ¿Podría incluso argumentar que, dado que se percibe como niño, entonces es un niño y no hay nada de malo en que se aproxime sexualmente a otros niños? Suena extremo, desde luego, pero es una puerta que ya se ha abierto y ya hay grupos de pedófilos e individuos pedófilos que están buscando atravesarla usando esta ideología. Ejemplos concretos sobran, y muchos han sido descritos en el libro que publiqué con Nicolás Márquez.

¿Cuál es en su opinión el flanco más débil de la argumentación abortista, el que debería ser atacado con más fuerza por los provida?

Su intento por cosificar al ser humano por nacer, esto es, de privarlo de existencia específicamente humana, va contra los descubrimientos más modernos de la genética y la embriología. El genoma humano, que determina precisamente nuestra pertenencia a la especie humana, no aparece fuera del vientre materno, ni en la semana 12, ni 14, ni 24, sino en el mismo momento de la concepción.

Todas las potencias en acto primero ya están ahí presentes, codificadas, desarrollándose a velocidades sorprendentes; y eso que se está desarrollando como ser humano debe llevar, por fuerza lógica (y gracias a la genética y la embriología por fuerza empírica también), la esencia del ser humano, puesto que si no fuera así no podría desarrollarse como ser humano. Deberían explicarnos entonces los abortistas a qué especie, si no es la humana, pertenece esa «cosa» que se desarrolla, que tiene vida,que tiene un ADN humano distinto del de su padre y de su madre, único e irrepetible. Y seguidamente deberían explicarnos en qué momento y bajo qué procesos eso que no es de la especie humana se convierte de golpe en parte de ella. El razonamiento y los descubrimientos científicos más avanzados desbaratan el argumento abortista.

¿Le llegan a intimidar las amenazas que recibe por postularse en contra de la ideología de género?

Si intimidar significa modificar mi conducta, dejar de decir ciertas cosas, dejar de participar en ciertas actividades o tomar ciertos desafíos, la respuesta es negativa. No siento miedo, sino estrés, y son cosas distintas. El miedo paraliza, el estrés enferma. Nunca he dejado de dar una conferencia a pesar de las amenazas y jamás he dejado de decir lo que pienso a pesar de los problemas jurídicos y/o con el Estado. Pero el estrés sí que se siente, y uno vive en estado de alerta.

Como analista político, ¿cómo ve la batalla cultural en Argentina de cara a las próximas elecciones?

La batalla cultural en Argentina tuvo un triunfo para muchos (me incluyo) inesperado: derrotar en 2018 al lobby abortista, nacional e internacional, fue una gran hazaña. Recordemos que la Argentina es uno de los países más progresistas de América Latina, y eso hace que la batalla cultural sea especialmente dura, sobre todo después de 12 años de ingeniería cultural kirchnerista.

Lamentablemente, en temas culturales, Mauricio Macri no tuvo nunca un proyecto, y en líneas generales la cultura en Argentina hoy es más o menos la misma que durante Cristina Kirchner, aunque un poco menos estatizada. No obstante, mientras contesto estas preguntas, siendo hoy 14 de agosto de 2019, parece inminente la victoria del kirchnerismo en las elecciones nacionales de octubre, lo que nos volvería a colocar bajo la pesada maquinaria estatal de ingeniería cultural izquierdizante, y a esos propósitos ya han anunciado que impulsarán con toda su fuerza el aborto y que crearán nuevos organismos de género, como un Ministerio de la Mujer, que sería liderado por Victoria Donda, una militante de la extrema izquierda.

Creo que vendrán años muy difíciles para la Argentina, en todos los planos y, entre ellos, en el cultural. Porque la izquierda, a diferencia de la «derechita cobarde» como le llaman por ahí, sí entiende que la cultura es fundamental.

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