Para salvar la Tierra ya no basta con abstenerse de comer carne, como manda no la Madre Iglesia sino Naciones Unidas, sino que además hay que hacerse la vasectomía o (usar gomita, según). Hasta el príncipe Harry de Inglaterra y su mujer, Meghan Markle, han pasado del anglicanismo al malthusianismo, y han anunciado que no tendrán más de dos retoños, para frenar la sobrepoblación y el peligro que el homo sapiens representa para la Tierra.
Los niños contaminan. Este es el mensaje que está propagando el lobby ecologista-catastrofista, desde instancias como la ONU, y que está calando en sus terminales mediáticas. Y citan estudios con frases como ésta: “Al procrear no sólo estamos creando una nueva persona que emitirá gases de efecto invernadero sino que además esa persona puede procrear a su vez”… ¡Qué peligro!
Algunas personas creen que La Sexta da información.
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Suscríbete ahoraLos frikis del año dos mil han decidido sustituir los bistecs por los escarabajos, el avión por la burra, o la paternidad por cortarse la coleta
De modo y manera que lo que debe hacer un ciudadano responsable es desmentir al Génesis: “Creced y multiplicaos, y llenad la Tierra”; y vestirse de saco y ceniza por el delito de haber traído hijos al mundo Si los frikis del año mil se ponían a hacer cosas raras, como las procesiones de flagelantes, los del dos mil no quieren ser menos y han decidido sustituir los bistecs por los escarabajos, el avión por la burra, o la paternidad por cortarse la coleta. Han decidido que son más importantes las plantas o los pedruscos que los seres humanos, y que en caso de duda, es preferible exterminar a éstos.
Creer que con el antropoceno, esa discutible era geológica, el pérfido homo sapiens va a destruir la Naturaleza (convirtiendo el Amazonas en un Sahara o el Ártico en la manga del Mar Menor) además de una inexactitud carente de rigor científico es un insulto hacia el rey de la creación y su capacidad para saltar del hacha de sílex a las naves especiales; capaz de, por ejemplo, convertir el Negev en El Dorado de la floricultura -como ha hecho Israel, una potencia exportadora de flores-; ganar terreno al mar -como hicieron los holandeses de hace siglos-; o descubrir un Nuevo Mundo -como hicimos, ejem, nosotros mismos-.
Y todo ello con recursos escasos. La niña Greta y los catastrofistas olvidan que ésta ha sido una constante de la Humanidad, desde el hombre de las cavernas. ¿Que se acaban las reservas de petróleo? Robinson Crusoe inventa el fracking y multiplica los barriles; ¿que no damos abasto para producir electricidad? se recurre a las olas marinas. La tecnología llama a la tecnología y cada vez precisamos de menos energía para producir riqueza. Pero la clave no son los adelantos técnicos, sino la inventiva del ser humano para transformar la selva en civilización.
Incluso en las situaciones más dramáticas y adversas. La Historia se encarga de demostrarlo. La Guerra de Marruecos fue mala porque desangró a la juventud española del primer tercio del siglo XX; pero fue buena porque gracias a su experiencia como médico militar el doctor Fidel Pagés descubrió la anestesia epidural. Todas las embarazadas le quedan eternamente agradecidas.
La Gran Guerra del 14 fue un horror, con una mortandad de 30 millones de seres humanos. Pero gracias a los estudios que Alexander Fleming hizo sobre las gangrenas producidas por la metralla, descubrió posteriormente la penicilina. Con los antibióticos la esperanza de vida ha aumentado 30 años en el último medio siglo. Y quizá usted, amable lector, está aquí gracias a ella.
El ejército hitleriano provocó terribles estragos en Europa, pero también inventó la margarina y extendió el uso de las sulfamidas; de las bombas volantes V1 y V2 que castigaron Londres salieron los proyectiles de la carrera espacial; y tanto aliados como alemanes, enfrentados en las guerras aéreas y submarina, perfeccionaron el radar y el sonar, que tantos servicios han rendido al avance del transporte y las comunicaciones.
Con la Guerra Fría parecía que el mundo iba a saltar en pedazos -como advertía Stanley Kubrick en son de broma macabra en Teléfono rojo, volamos hacia Moscú-, pero sin ella no tendríamos internet. El origen de la Red fue Arpanet, un invento del Departamento de Defensa norteamericano para contrarrestar la tecnología militar de la Unión Soviética.
Ya somos mayorcitos para seguir creyendo que el progreso es lineal e irreversible. Más bien es un Guadiana, que aparece y desaparece, y cuyos retrocesos son, a veces, paradójicos pues frente a la adversidad o el peligro se suele avivar el ingenio del hombre.
Cada nacimiento supone la posibilidad de un Robinson Crusoe, un Fleming o un Gutenberg
La clave de todo es justamente lo que más desprecian Naciones Unidas y los heraldos del catastrofismo, con su “No Kids”: el capital humano. La ecuación correcta no es a menos bocas, más recursos, como predica el neomalthusianismo rancio, sino justamente lo contraria. Cada nacimiento supone la posibilidad de un Robinson Crusoe, un Fleming o un Gutenberg. Cada nueva vida es un enriquecimiento para la humanidad, aunque nazca en el África subsahariana o en la India de las hambrunas, y no sólo por la dignidad inestimable de cada persona, sino también por la posibilidad de cada nueva vida para transformar el mundo.
Pero los calentólogos demuestran no creer en el ser humano, sino en el negocio. Por ahí van los tiros, por ahí han ido siempre los tiros. Mientras que, allá por los años 70, Paul Ehrlich pronosticaba, en su libro La bomba demográfica, que la superpoblación ponía en peligro el planeta, los fabricantes de preservativos y a otras industrias anticonceptivas extendía el negocio al Tercer Mundo, bajo el paraguas del Fondo de Población de Naciones Unidas.
¿Les parece casual que el incumplimiento de las profecías catastrofistas sea inversamente proporcional al aumento de la cuenta corriente de los falsos profetas y los organismos patrocinadores? Desde Al Gore, que se hizo de oro vendiendo humo, hasta el lobby verde que usa a Pippi Calzaslargas, como pantalla para enriquecerse, como ha destapado The Times.Si fuera por quienes claman por la vida de los osos polares y contra el exceso de población, la humanidad se hubiera perdido la bombilla eléctrica, La pasión según Mateo, la tabla periódica, o películas como El hombre tranquilo, porque no hubieran nacido Edison (el menor de siete hermanos); Bach (el menor de ocho); Mendeliev (el menor de diecisiete); o John Ford (el menor de trece). Y hasta las feministas se hubieran perdido a la primera mujer que ganó el Premio Nobel -y por partida doble: de Física y de Química-, porque Marie Curie era la pequeña de cinco hermanos.