Llega un chico, que nace con genitales ambiguos, o incluso poco desarrollados -como los que tienen la llamada extrofia vesical- se cambia de sexo, se amputa los genitales, se pone vagina. Pero ¿realmente es mujer?
¿Qué pasa cuando, a pesar de todo, no se encuentra cómodo/a en su nueva identidad? ¿Por qué a pesar de su aspecto le gustan deportes típicamente masculinos como el kárate, la caza, el hockey sobre hielo o incluso el bosleigh? ¿Qué está pasando?
No es un ejemplo inventado. Responde a un estudio de la Universidad John Hopkins dirigido por el prestigioso psiquiatra norteamericano Paul McHugh, y realizado por el doctor William G. Reiner, sobre 14 pacientes de extrofia vesical, que se cambiaron quirúrgicamente de sexo para ser mujeres.
El estudio derriba los tópicos de la Ideología de Género y deja en evidencia su falta de rigor científico
El estudio venía a demostrar que lo determinante no es la cirugía de reasignación, sino la constitución genética del individuo. Por ejemplo, parece dejar una huella de por vida el desarrollo intrauterino fetal rico en testosterona –en el caso de los varones-.
Todo ello derriba los tópicos de la Ideología de Género y deja en evidencia su falta de rigor científico.
El trabajo aparece en uno de los capítulos del libro Como responder a la ideología de género: hablan los expertos, editado por Religión en Libertad que se puede descargar gratuitamente.
El libro recopila diversos informes científicos de juristas y psiquiatras en torno a la ideología de género. Uno de ellos es «Por qué dejamos de hacer operaciones de cambio de sexo», del doctor Paul McHugh, en el que habla de los ninos con genitales ambiguos.
El mencionado doctor Reiner decidió estudiar la extrofia vesical porque pondría mejor a prueba la idea de que la influencia cultural tiene el papel principal en la identidad sexual.
¿Qué es la extrofia vesical?
Se trata de una deformación embrionaria que produce una gruesa anormalidad de la anatomia pélvica, por lo que la vejiga y los genitales están terriblemente deformados en el momento del nacimiento.
El pene masculino no se ha formado del todo y la vejiga y el tracto urinario no están claramente separados del tracto gastrointestinal.
El desarrollo embrionario no es hormonalmente distinto al de los varones normales. Ellos se desarrollan dentro de un ambiente hormonal prenatal típicamente masculino proporcionado por su cromosoma Y y su función testicular normal.
Esto expone a estos embriones/fetos en desarrollo a la hormona masculina de la testosterona, como les sucede a todos los otros varones en los vientres de sus madres.
Les castraron (amputando sus testículos y cualquier otro vestigio de estructuras genitales masculinas) y reconstruyeron una vagina
Pero a pesar de esto los médicos decidieron reasignarles quirúrgicamente el sexo para que crecieran como ninas y no como ninos. Así que les castraron (amputando sus testículos y cualquier otro vestigio de estructuras genitales masculinas) y reconstruyeron una vagina.
Lo cual iba contra una evidencia: la investigación sobre animales ha demostrado que el comportamiento sexual masculino deriva directamente de su exposición a la testosterona durante su vida embrionaria.
Hablamos de los años 70 cuando este tipo de prácticas eran universales.
¿Conclusión inicial que cabía sacar?
Primera, que los seres humanos cuando nacen serían neutrales en lo que se refiere a su identidad sexual
Y segunda, que lo más determinante para la identidad sexual última, son las influencias posnatales y culturales y no hormonales, especialmente en la primera infancia.
Los varones con genitales deformados (el síndrome de extrofia vesical) se reconvertían quirúrgicamente para parecerse a ninas; y a los padres se les instruía para que los educaran como tales.
Pero… había un problema. ¿Qué pasaba con la testosterona a la que habían sido expuestos los ninos en el útero? ¿Realmente podían ser educadas como ninas?
El problema era complejo porque su identidad, a pesar de la cirugía transexual, no estaba clara.
En primer lugar, por razones médicas.
Estos ninos/ninas no tenían ovarios y sus testículos habían sido quirúrgicamente amputados, lo que significaba que tenían que recibir hormonas exógenas durante toda su vida.
Y la misma cirugía de cambio se sexo les negaba cualquier posibilidad de fertilidad en el futuro. Y uno no podía preguntar al pequeño paciente si quería pagar este precio.
Los médicos que asesoraban a los padres las consideraban cargas aceptables con el fin de evitar la angustia en la infancia de unas estructuras genitales malformadas y se esperaba que pudieran seguir un rumbo sin conflictos hacia su maduración como ninas y mujeres.
Y en segundo lugar, la identidad tampoco estaba clara por razones psicológicas.
El doctor Reiner descubrió que estos varones re-diseñados nunca se sintieron cómodos como mujeres cuando fueron conscientes de ellos mismos y del mundo.
Desde el principio de su vida infantil actuaban espontáneamente como chicos y les gustaba más reñir que “jugar a casitas”
Desde el principio de su vida infantil de juegos actuaban espontáneamente como chicos y eran claramente distintos a sus hermanas y otras ninas; les divertían más las riñas de chavales que las muñecas y «jugar a las casitas».
No sólo eso, sino que más tarde, muchos de estos individuos, cuando supieron que genéticamente eran varones, desearon reconstituir sus vidas como tales (algunos incluso pidieron reconstrucción quirúrgica y tomar hormonas masculinas) -todo ello a pesar de los sinceros y bienintencionados esfuerzos de sus padres para tratarlos como ninas.
Vale la pena relatar los resultados de Reiner, de los que informaba la edición del 22 de enero de 2004 del New England Journal of Medicine.
Hizo un seguimiento a dieciséis varones genéticos afectos de extrofia vesical vistos en el John Hopkins, de los cuales catorce fueron sometidos, en el periodo neonatal, a reasignación al sexo femenino social, legal y quirúrgicamente.
Los padres de los otros dos ninos rechazaron el consejo de los pediatras y educaron a sus hijos como varones.
Ocho de los catorce sujetos reasignados como mujeres declararon ser varones. Cinco vivían como mujeres y uno vivía sin una identidad sexual clara. Los dos que fueron educados como varones permanecieron varones.
Pero, lo más sorprendente –o no tan sorprendente- es que los dieciséis tenían intereses que eran típicamente masculinos, como la caza, el jockey sobre hielo, el karate y el bobsleigh.
De este trabajo, el doctor Reiner sacó la conclusión de que la identidad sexual sigue a la constitución genética.
Las tendencias masculinas (juegos de fuerza, sentirse excitados por las mujeres) son resultado del desarrollo intrauterino fetal rico en testosterona
Las tendencias masculinas (juegos de fuerza, sentirse excitados por las mujeres y agresividad física) son el resultado del desarrollo intrauterino fetal rico en testosterona de los individuos estudiados, a pesar de los esfuerzos por socializarlos posteriormente como mujeres desde el nacimiento.
Después de examinar los estudios de Reiner y Meyer, el Departamento de Psiquiatría del John Hopkins, concluyó que la identidad sexual humana está construida en nuestra constitución por los genes que heredamos y la embriogénesis que experimentamos. Las hormonas masculinas sexualizan el cerebro y la mente.
Ante el caso de la disforia sexual -un sentido de inquietud respecto al rol sexual de uno mismo- muchos médicos presionan para operar, presionados a su vez por los propios pacientes o por el lobby LGTB.
Pero los psiquiatras tendían a desaconsejarlo, tratando de disuadir a los adultos que buscaban la cirugía de reasignación de sexo. Porque consideraban que no solucionaba el problema y que pasada la adolescencia el trastorno podría superarse.
De hecho, el John Hopkins paró estos procedimientos en adultos con disforia sexual, y muchos otros hospitales le imitaron, pero algunos centros médicos siguen realizando este tipo de cirugía.
Es el caso de Tailandia con varios centros que realizan esta cirugía «sin preguntar» nada; basta tener el dinero para pagarla y medios para viajar a Tailandia.
McHugh cita el caso de un cirujano estaba dispuesto a amputar las piernas de pacientes que declaran excitarse sexualmente observando muñones
Lo más inquietante son los casos de psiquiatras que avalan a pacientes con desviaciones sexuales para pasar por el quirófano.
McHugh cita un ejemplo para echarse a temblar: “el del cirujano de Inglaterra que estaba dispuesto a amputar las piernas de pacientes que declaran excitarse sexualmente observando y exhibiendo muñones de piernas amputadas”.
Lo que en el Hopkins recomiendan es que a los ninos con defectos de nacimientos se les corrija lo antes posible cualquiera de los principales defectos urológicos que tienen, pero posponiendo cualquier decisión sobre identidad sexual para mucho más tarde, mientras se educa al nino según su sexo genético.
Los cuidadores médicos y los padres deben procurar que el nino sea consciente de que los aspectos de la identidad sexual pueden surgir mientras él o ella crece.
Decidir lo que se debe hacer debe esperar a la maduración y el reconocimiento del nino o de la niña de su propia identidad.
Y posteriormente, recomiendan cuidados adecuados, incluyendo un buen acompañamiento por parte de los progenitores, ayudar al nino a través de las dificultades médicas y sociales presentadas por la anatomía genital, pero protegiendo en el proceso los tejidos que pueden ser útiles, en especial las gónadas.
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