¿Hasta dónde puede llegar la mente humana?, es difícil entender qué lleva a las mujeres a denunciar agresiones sexuales o malos tratos que jamás han existido y que hacen daño, no sólo al acusado sino a todas las mujeres que, por desgracia, sí han sido víctimas,
V. G. G. decidió en el año 2016 que iba a destrozar la vida de su ex novio I.R. Junto a su amigo F.V.A., simuló un secuestro con agresión sexual, vejaciones, torturas. Pero no se quedó ahí, para que fuera más real tuvo la sangre fría y, permítanme decir, la inconsciencia, de rociarse la vagina con pegamento.
Crearon una cuenta falsa para enviarse mensajes amenazantes, claro porque si no hay «pruebas» que presentar no hay «denuncia». Urdieron un secuestro desde Fabrero hasta Bembire, (un municipio leonés situado a unos 40 kilómetros de Fabero, donde vive). desde donde pidió ayuda tras ser «liberada».
Su relato en aquel momento era completamente verosímil: «Me ataron las manos. Quería moverme pero no me dejaban. Me bajó la ropa y me echó algo caliente, pegamento. Y me amenazó. Imagina cómo me sentía, desnuda ante los tres. Y les dije que me llevaran a las vías (del tren). Yo no veía porque llevaba algo de tela en los ojos, pero veía sus pies. A los tres les vi el calzado y los pantalones». Recordó que reconoció la voz de su expareja y que, además, en todo momento se dirigía a ella como «mi reina. Me preguntó ¿ves mi reina, como una pulsera no te va a salvar, ni a ti ni a nadie?».
Lo que no entendían algunas personas era por qué no llevaba la mujer el dispositivo de protección facilitado por la justicia en el momento de su secuestro. Su abogada, Emilia Esteban, en aquel momento se limitó a criticar a las personas que hablaban más de la pulsera que de la agresión.
Como era de esperar ante tales esfuerzos, el supuesto agresor, entró en prisión acusado de secuestro y agresión sexual. Entre lágrimas, V.G.G, decía a los medios de todo el país frases como: «Su libertad es mi encarcelamiento». «El día que lo denuncié, firmé mi sentencia de muerte», algo que ponía a toda la sociedad los pelos de punta y se lamentaban de que tuviera que estar pasando por ese sufrimiento y ese miedo de estar en el punto de mira de un «loco».
Ocho días después estalló la bomba. Todo era mentira. Ni amenazas, ni violación, ni secuestro….lo único real era que «la pobre» tenía la vagina pegada con loctite.
La mujer quedó imputada simulación de delito y denuncia falsa y su abogada, Emilia Esteban, renegó de ella y renunció a su defensa jurídica. Decía que se sentía engañada porque se creyó la historia completa, ya que V.G.G tenía denuncias anteriores por quebrantamiento de la orden de alejamiento.
Y ahora, el Ministerio Fiscal la pide 11 años y 8 meses de prisión, además de la sanción económica de 14 meses a razón de 6 euros diarios. Para su ayudante, piden 10 años y 10 meses de prisión. Además de la indemnización de 18.000 euros que ambos deberán pagar a la verdadera víctima, cantidad que asciende a 30.000 euros según la petición de la acusación particular, según recoge Cadena Ser.
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