Rubén García es un chico que, pese a sus inclinaciones sentimentales hacia otros varones, y después de una azarosa vida, ha decidido vivir su condición en castidad. Por su interés, reproducimos el reportaje que al respecto ha publicado el portal ReligionenLibertad.
¿Cómo es que un nino puede llegar a declararse niña?
Rubén García es uno de los coordinadores de Courage Latino en México, un apostolado para personas que experimentan atracción por el mismo sexo pero que quieren vivir en castidad, como católicos, explorando otras vías afectivas como la fraternidad, la amistad, el parentesco, el servicio y la espiritualidad. Rubén se define como «un hijo de Dios con una atracción al mismo sexo, un católico que vive su fe a pesar de tener esta atracción».
Rubén García sabe lo que es ser homosexual y sentirse insultado o despreciado, y también sabe el vacío que hay detrás de las promesas de la «vida gay«. Pero conoce además las experiencias de muchas otras personas y su origen diverso. «En las casi ochocientas entrevistas que he tenido cara a cara con quienes quieren ingresar a Courage, cada caso es diferente«, explica en una entrevista al digital chileno Portaluz.
Para que un nino se declare niña
«Por ejemplo, pueden ser traumatizantes las etiquetas o una violación. También hay muchos chicos criados entre mujeres que querían una hermanita. Para algunos chicos era traumatizante y me cuentan, por ejemplo: “Hasta los cinco o seis años mis hermanitas querían una hermanita y me vestían de niña. Yo en el fondo no quería. Pero me pellizcaban, me pegaban, entonces yo tenía que actuar como niña”.
También ocurre por las etiquetas, cuando el mismo papá le dice al hijo: “Eres como niña”, “hablas como vieja» (expresión mexicana), “los hombres no lloran”. Entonces, todas esas etiquetas van de una forma u otra haciendo que mi identidad como varón se vaya perdiendo hasta no identificarme con el mundo masculino«.
En el documental «Te puede pasar a ti, capítulo 2«, producido por Juan Manuel Cotelo y la productora Infinito + Uno, se dramatiza cómo fue el caso concreto de Rubén.
Papá dice: «Hazlo como un hombre», ¿será que no lo soy?
«Mi papá era de campo, era duro, violento, corajudo… yo era un nino y no podía trabajar al ritmo de mi papá. Él me decía: ‘hágalo como los hombres’. Nada de lo que yo hacía estaba bien. Nunca aprendí a hacer los nudos como él pedía, y decía: ‘hágalo como los hombres’. Y yo pensaba: ¿qué soy entonces? Nunca me dio un abrazo, un beso en la mejilla, un te quiero…»
Por eso, «prefería ayudar a mi mamá a barrer, hacer la comida. Mi héroe ya era mi mamá. Empecé a comportarme como ella. Me ponía las toallas en la cabeza pensando que era mi pelo largo. Me sentía diferente. Jugaba con mis vecinitas a las muñequitas, a comiditas, hacer vestiditos a las muñecas… porque yo tenía miedo de relacionarme con los de mi sexo, porque papá no me había reafirmado en esa masculinidad».
Rubén explica como esa mayor seguridad en lo femenino se combina a un nivel profundo con el deseo de lo masculino. «En la escuela veía a esos ninos fuertes, rudos, populares, que metían gol en el fútbol… Empezó como una envidia: yo quería ser como ese nino popular que mete goles. Después eso se convertirá en erotización. Cuando hacían equipos, nunca me escogían».
Y prosigue: «Una vez dijeron que yo era, bueno, una palabra muy fea sobre la homosexualidad. Y en la secundaria, las mismas burlas, como ‘niña’, ‘mariquita’… Todo eso lo guardaba en mi corazón, no podía decirlo a nadie, no podía decir a mi padre ‘papá, me insultan’. Una vez me caí en una gimnasia y todos me llamaban ‘niña’, ‘mariquita’, y eso me hería el corazón. Mis amigas me decían: no vayas con esos patanes, ven con nosotras. Siempre con mi mamá, con las amigas… y el mundo masculino me era un misterio. Por eso me atraía».
A punto de hormonarse para feminizar su cuerpo
En diversos vídeos y conferencias, Rubén explica que en la adolescencia sus padres le revelaron que no eran sus verdaderos padres, sino unos tíos, que su padre había muerto. Él se rebeló contra Dios, se enfadó con él: si su padre viviera, habría recibido más amor, pensaba. Y a los 15 años se escapó de casa y se fue a vivir a una ciudad.
Encontró un trabajo y un ambiente con chicos homosexuales que se prostituían. Los chicos le decían: «Qué bonitas piernas tienes». Eran chicos que vestían de mujer, y él quiso encajar en ellos. Empezó a vestir de mujer, se dejó el pelo largo, pendientes, los chicos le maquillaban.
Lo llevaron a la zona de prostíbulos, con pechos postizos. Como prostituto homosexual/transexual tuvo éxito e hizo dinero. «Me miraba al espejo y pensaba: qué bonita cintura tengo, qué cuerpazo». Empezó a conseguir dinero y a gastarlo en hormonarse para dar formas femeninas a su cuerpo. No se hormonó demasiado porque veía que tal como estaba gustaba a muchos y ya en Los Ángeles pudo engancharse a homosexuales ricos y guapos, que le daban lo que pidiese. Y, sin embargo, todo aquello desembocaba pronto, veía, en vacío e infelicidad».
Algunos exploran su potencial heterosexual, a menudo recuperando experiencias de masculinidad o feminidad que en su infancia no vivieron
A punto de suicidarse, una voz…
Llegó un momento en que le diagnosticaron sida. Transtornado, conduciendo su coche, pensaba en suicidarse, en estrellarse contra un muro… «y entonces sentí la voz de Jesús en el fondo de mi corazón que me decía: ‘hay mucho por lo que vivir, mucho por lo que luchar, cosas grandes y maravillosas’. Gracias a esa voz no acabé con mi vida».
Se acercó a la Iglesia a través de grupos de oración carismática. Tuvo problemas cuando confesó a un homosexual que él también tenía esas tendencias y varios grupos lo rechazaron y cortaron relaciones con él. Incluso estuvo a punto de abandonar la fe y de nuevo pensó en suicidarse. Y una vez más una experiencia mística de Cristo lo frenó: la voz de Jesús que decía «ellos te rechazan, no yo, porque yo morí por ti».
La masculinidad o feminidad perdida
Hoy Rubén, con toda esa experiencia, acoge con amor y entendimiento a las personas con sentimientos homosexuales y puede decirles «yo te comprendo y sé lo que has vivido». En los grupos de Courage Latino los homosexuales que quieren vivir la castidad como católicos crecen en amistad. Algunos exploran su potencial heterosexual, a menudo recuperando experiencias de masculinidad o feminidad que en su infancia no vivieron.
«Courage Latino nos llama e invita a vivir la castidad, a llevar una vida de oración, una vida de testimonio, a pesar de que tengamos esta atracción. Es mediante acompañamiento espiritual, mediante la palabra (Sagrada Escritura), los sacramentos, retiros espirituales y un evento anual que se llama “Camino a la Castidad”. Aparte, aunque ya es opcional, si alguien quiere llevar un acompañamiento psicológico con un psicólogo que realmente conozca de la doctrina de la iglesia, se puede. Pero la finalidad de Courage Latino no es la heterosexualidad, es la santidad«, explica.
Rezan juntos y celebran juntos la Eucaristía, la hora santa y retiros espirituales «los organice o no Courage. También vamos a campamentos, un poquito como (para) descubrir esa masculinidad dormida que teníamos, convivir, jugar. Muchos dicen: ‘Yo, ¡a mis cuarenta años!, por primera vez estoy jugando un partido de fútbol’. Eso nos ayuda a reírnos, como ninos, viviendo esas etapas que no vivimos».
La ideología de género manipula
Rubén es muy crítico con los que defienden la ideología de género y la quieren aplicar a los ninos. «No estoy de acuerdo con la ideología de género porque es mentalizar a las nuevas generaciones… diciendo a un nino que si mañana quiere ir vestido de princesita, de caperucita roja, de mujer maravilla, hazlo. Eso es imponer».
Y a los homosexuales y transexuales mayores no les dice lo que tienen que hacer, pero les comparte su experiencia, su trato salvador con Jesús y les ofrece la posibilidad de vivir la aventura de la santidad con amistad a Cristo y a otras personas con vivencias similares.
(Puede adquirirse aquí en Infinito + Uno la cinta completa dramatizada de Te Puede Pasar a Ti sobre la historia de Rubén: 9 euros en DVD, 3 euros en visionado online).
En el vídeo, los 11 primeros minutos de la emocionante historia, abarcando toda la infancia de Rubén:
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