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Salvador Sostres pone en su sitio a las ‘madres arrepentidas’

Salvador Sostres, columnista de ABC

«Si pudiera volver atrás… no tendría hijos, desde luego». 

Este es uno de los testimonios recogidos en el libro #Madres arrepentidas, que publica la socióloga Orna Donath, una israelí que decide iniciar una investigación sobre todas aquellas mujeres que ven a sus hijos como una carga y una penitencia que nunca debieron asumir.

Son madres desesperadas, defraudadas con su vida, madres que no se sienten realizadas. Una opinión que comparte la autora y que afirma que en numerosas ocasiones tuvo que escuchar los «ya te arrepentirás» cuando decía que no quería tener hijos.

El articulista y tertuliano, Salvador Sostres hace en su blog de ABC, French 75, una reflexión sobre el polémico libro de la socióloga, en el que recoge 23 testimonios de madres arrepentidas, entre los 26 y los 73 años, que afirman querer a sus hijos, pero que no quieren ser madres.

Por su interés reproducimos el artículo de Salvador Sostres:

Se está poniendo de moda que algunas madres digan que no es que no quieran a sus hijos, pero que se arrepienten de haberlos tenido. Ha salido un libro al respecto de una socióloga -ese gran conjunto vacío- que recoge y enaltece este tipo de confesiones de este tipo de mujeres.

Este tipo de mujeres, sí. Este tipo de mujeres destruidas por su arrogancia y su egoísmo, y por los funestos efectos de la terrible propaganda feminista.

Se puede no ser madre, se puede desear no ser madre, y es una decisión respetable y en muchos casos inteligente, generosa y madura, porque ser madre obliga a una gran dedicación y entraña una gran responsabilidad, y es de agradecer que aquellas mujeres que no se sientan llamadas por el instinto de la maternidad tengan la valentía y el acto de consciencia de no jugar con lo que no tiene repuesto; y la paciencia de aceptar las dificultades sociales que ello les pueda conllevar, como la complicación a la hora de encontrar pareja, o el tener que aguantar que todo el mundo te cuente lo que llegas a perderte no teniendo hijos.

Pero otra cosa muy distinta, y repugnante, es el discurso de estas madres que dicen que se arrepienten de serlo porque se han quedado “sin tiempo para ellas mismas”, sin poder realizarse o “disfrutar de la vida”. Hay que ser tan miserable, tan monstruosa, tan superficial y cínica; y hay que estar tan podrida de odio y de relativismo para una vez has sido madre (o padre) no entender y sentir que es lo más maravilloso del mundo, que se me hace muy difícil, por no decir imposible, tener el mínimo de respeto que se necesita para escribir sobre alguien un artículo.

¿Cómo se puede ser tan egoísta? ¿Qué tiempo para ti misma? No hay tiempo más mío que el que paso con mi hija, ni nada que me realice más; ni nadie que me haga sentir mejor que mi hija

Si ante el vínculo de la maternidad o la paternidad tu reacción es pensar que te falta “tiempo para ti misma”, mi pregunta claramente es: ¿para qué? ¿Qué hay más importante para ti? ¿Qué puede realizarte más, o darte más sensación de vida fértil? ¿El yoga? ¿Hablar de hombres con tus amigas? ¿Viajar a esos países de mosquito y mierda donde viajan la clase de mujeres que quieren ver cosas distintas? ¿Qué hay, dímelo, te ruego que me lo digas, qué hay más “tú” que ser la madre de tus hijos?

¿Cómo se puede ser tan egoísta? ¿Qué tiempo para ti misma? No hay tiempo más mío que el que paso con mi hija, ni nada que me realice más; ni nadie que me haga sentir mejor que mi hija. No hay nada más importante en mi vida que ella, ni nada que me haga más feliz que esta importancia.

Mi esposa y yo, si todavía a algunas cenas acudimos sin ella es porque se aburriría, pero la vamos incorporando todo lo rápido que podemos a nuestro ritmo y hay planes que hemos aplazado sin problema hasta que los podamos disfrutar los tres juntos.

¿Qué tipo de madre abyecta podría arrepentirse de serlo? ¿Qué es el amor? ¿Qué es Dios? ¿Qué es la vida misma? ¿Qué es lo que nos define como padres e hijos, como deudores de la luz que los ha traído hasta aquí, como portadores del pecado original, como la esperanza de un mundo mejor que podríamos concretar con nuestras manos?

Una madre arrepentida es una bestia. Una bestia poseída por el caprichismo estéril, por los más bajos conceptos del feminismo, por la tenebrosa ausencia de Dios que acaba en el burdel -tangible o moral-, en el yoga para divorciadas o en el desprecio de tus hijos.

Es evidente que la propaganda feminista las ha destrozado mucho más que cualquier agresión física, hasta llevarlas a la desoladora humillación de entrevistarse con charlatanas para decirles que se arrepienten de haber tenido a sus hijos

¿Cómo una persona puede arrepentirse del gran milagro de la vida, de la renuncia al yo por algo mucho más grande que nos abruma y nos supera, y puede sacar lo mejor de nosotros mismos si nos damos con generosidad y con ternura?

Las madres arrepentidas no son para sociólogos -que no existen, ni existe la sociología, que no es más que una superstición- sino que son carne de psiquiatra y de exorcista.

Probablemente estas mujeres no nacieron tan perversas ni retorcidas. No es que no sea su culpa, porque todos somos responsables de nuestro destino, pero es evidente que la propaganda feminista las ha destrozado mucho más que cualquier agresión física, hasta llevarlas a la desoladora humillación de entrevistarse con charlatanas para decirles que se arrepienten de haber tenido a sus hijos.

Orna Donath, una socióloga isralí que recoge en su libro testimonios de madres arrepentidas de serlo

Es la más aparatosa infamia, la más alarmante demostración de dónde te lleva el desbocado “yo” si no sabes salir a tiempo de él. Necesitamos tener un “yo” seguro y tranquilo, basado en el amor y no en el odio, basado en la generosidad y no en el resentimiento, para poder salir de él a partir de una edad, a partir de un momento vital en que crecer sólo es posible a través de los demás: ¿y qué “demás” más alto y más puro que un hijo?

Madres arrepentidas, mujeres vergonzosas, arrasadas por la más truculenta propaganda, por los apologetas del gran dolor del mundo, por la más triste derrota de la Humanidad. Una podredumbre tan intensa que puede apagar la hasta la influencia del más bello amor. Cloacas de la vida, afueras de Dios. Cortejo fúnebre de lo maligno. También la alegría podría borrarse del mundo si no somos capaces de usar bien la luz.

No es arrepentimiento. Es el mal. No es la maternidad. Es la doctrina de lo oscuro. No es un debate. Es el caballo amarillento cabalgado por la Muerte.

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