Tengo una amiga, que es un tesoro, que me invitó a la Exposición Cartas al Rey. La mediación humanitaria de Alfonso XIII en la Gran Guerra que organizó Patrimonio Nacional.
La muestra refleja la figura clave del Rey Alfonso XIII en la acción benefactora, prácticamente desconocida, pero que tuvo una enorme importancia a nivel humano y diplomático en la contienda de principios del siglo XX, en especial con Bélgica, Francia o Alemania.
La Exposición está formada por fotografías, sobre todo de las cartas de madres que le llegaban al rey Alfonso XIII para encontrar a sus hijos soldados en el frente de la Gran Guerra.
Una frase me llamó poderosamente la atención. Era un fragmento de una carta de una madre. Pero dirigida a la reina, a la mujer de Alfonso XIII, a Victoria Eugenia de Battenberg. Y no por ser reina, pues era más poderoso pedir ayuda al rey. Sino por ser madre.
Dice así. “Soberana, perdonad mi atrevimiento, pero una madre puede atreverse a todo cuando se dirige a otra madre. ¡Qué título! El de reina es grande… pero el de madre es tan dulce…”.
El título de madre. ¡Cuánto poder otorga! ¿A qué no se atreve una madre?
El 8M en algunos países como España se celebra el día de la mujer. Las madres somos mujeres, aunque no todas las mujeres son madres. Pero lo que si podemos asegurar certeramente es que las madres son todas trabajadoras, directivas de su familia y empleadas de la sociedad. Pero con poder. Con mucho poder. Y un poder que no es agresivo, ni dictador, ni tirano. Sino dulce, exquisito, afable y bondadoso. Es un plus o valor añadido. Como dice la frase: “¡Qué título! El de reina es grande… pero el de madre es tan dulce…”.
El título de madre. Eso celebramos hoy también. Porque la madre es mujer, una gran mujer entre otras también grandes. Pero la madre es grande solo por serlo. Sin más. Y ese ser y ese trabajar para y por los demás, es invisible. A los ojos del mundo es invisible, pero se siente y ayuda y acompaña a todos, porque todos tenemos una madre. Como la madre de la historia que se muestra en la exposición, que pide ayuda a la reina para encontrar a su hijo, pero que no apela a ella por ser reina sino por ser madre.
Lo que mueve al mundo es el vínculo de padres con hijos, de hermanos entre sí, de esposo con esposa, de madres con otras madres
Ser madre da mucho poder. Gestar una vida solo lo hace la madre. El padre sembró la semilla y luego solo mira, ó mejor dicho, admira, contempla asombrado el proceso de la vida en la madre y como el hijo consigue nacer por la fuerza vital de la madre.
Este poder invisible, esta fuerza vital invisible para el mundo, pero sentida por todos, es desbordante cuando se trata de madres de familia numerosa. Fecundidad pletórica de bondades para el mundo. Pero al mundo no le gustan estas riquezas. El mundo solo quiere riqueza material, la del dinero que da poder para ser potentado e importante, para ser grande para imponer. En cambio, el título de madre es dulce, amable, solicito con los demás, para ser útil y atento a las necesidades del prójimo.
El mundo pone en la balanza lo que aportan las personas con números, con dinero, con riqueza material.
Sin embargo, lo que mueve al mundo, lo que genera vida, no es el dinero de nuestros impuestos producto del esfuerzo del trabajo. Lo que mueve al mundo es el vínculo de padres con hijos, de hermanos entre sí, de esposo con esposa, de madres con otras madres.
El título de madre es el título más grande y el que merece honra. El que debería transformar el 8M para ser un día diferente. Que no busque el valor de un hacer un buen trabajo material, sino la virtud de transformar la grandeza en dulzura; el tener por el ser; el recoger y acopiar por el dar y repartir; el gobernar e imponer por el servicio a los demás.
Que el día de la mujer, ¡qué título!, no silencie el de #SerMadre, ¡qué dulce!
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