El peso de la ideología de género no sólo se hace sentir entre quienes la rechazan como dogma, sino incluso entre quienes la han practicado”. Con esta frase, la presentadora de COPE, Cristina López Schlichting, comenzaba su artículo de opinión, publicado este jueves en La Razón. La periodista quería recordar la historia de Astrid Daniela, una transexual arrepentida que ahora quiere volver a ser Daniel. “Yo soy realista, me hice una operación pero en realidad soy un hombre”, denuncia.

El nombre real de Astrid Daniela es Daniel Humberto y nació en Colombia. Cuando sólo tenías unos días de vida, su padre les abandonó, harto de que la esposa sólo le diese varones. El padre del pequeño acabó siendo el cocinero del capo de la droga, Pablo Escobar.

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Además, Daniel fue violado cuando sólo era un niño de cinco años. Un hombre le ofreció un caramelo y lo llevó a zona oscura para abusar de él. Este fue el primero de los cientos abusos que sufrió durante su vida, tal y como lo recoge Religión en Libertad.

https://youtu.be/J-Sgkupvv6E

Nunca dijo a su madre lo que había ocurrido, pero por miedo decidió escaparse de casa y acabó en un convento de monjas, quienes decidieron poner un anuncio en la prensa para encontrar a su madre. “Vino mi madre y me llevaron a un reformatorio, luego a otro con 150 muchachos, en el que me violaban”, relataba. Volvió a escaparse y la calle se convirtió en su nuevo hogar. Esta nueva etapa de su vida tampoco fue fácil, ya que un hombre le violaba y le obligaba robar para él.

Drogas, violaciones, cárcel

En la calle conoció a un grupo de transexuales, que le parecían “chicas muy bonitas, pero raras y con voces extrañas. Me gustaban porque eran muy chistosas”. De ahí pasó a vivir con ellas y supo a lo qué se dedicaban.

Mientras tanto, Daniel sobrevivía robando. A los ocho años robó un vestido de niña y unos zapatitos y ya no abandonó el aspecto femenino: “Para mí lo masculino era el compendio de toda la violencia”.

Iconos del sexo masculino y femenino, con los colores de la bandera transexual.
Iconos del sexo masculino y femenino, con los colores de la bandera transexual.

Su vida se resumía en estar en la calle, en los basureros, en los reformatorios y vivir de la prostitución. Daba puñaladas y las recibía, hasta 57 cicatrices tiene su piel. De hecho, tiene una mano prácticamente inmovilizada.

En la década de los 80, pasó varias veces por la cárcel. Su problema de afectividad fue tal que fue secuestrada y acabó enamorándose del que le había raptado. “Al tipo le mataron, y yo me entregué a la droga consumiendo pegamento de zapato y emborrachándome”, asegura.

Viajó hasta Tailandia para el cambio de sexo

Fue hormonándose por su cuenta y, años después, en Bankog (Tailandia), terminó su transformación con la operación genital.

Nacho Sánchez Meya fue la persona que rescató a Astrid / REL
Nacho Sánchez Meya fue la persona que rescató a Astrid / REL

Al cabo de un tiempo recaló en Barcelona donde ejerció la prostitución. En los aledaños del Camp Nou, se encontró con Nacho Sánchez Meya, un abogado cristiano que ayudaba a la gente de la noche. Juntos fueron de peregrinación a Medjugorje –actual Bosnia– y allí la vida de Astrid Daniela dió un giro de 180 grados.

Tuvo un encuentro fuerte con Dios, a través de la Virgen.No tuve visiones ni nada por estilo, pero percibí una enorme ternura”, detalla.

Ayuda a transexuales y prostitutas

Tras su conversión, se consagró en castidad y forma parte de la Asociación Santa María Magdalena, que hace apostolado con transexuales y prostituidas. Su testimonio ha quedado reflejado en el libro Transformada, de la sombra de Pablo Escobar a la luz de Medjugorje, editado por Freshbook. En él, no sólo se recoge la historia de Daniel, sino que además Ignacio Sánchez Meya, cuenta los detalles de cómo acabó ayudándole a salir de esta vida.

En el prólogo, el obispo auxiliar de Barcelona, Antoni Vadell, escribe: “Dios me puso a Astrid Daniela para sentir su ternura y porque él la había elegido para una misión específica”.

A Daniel o Astrid Daniela lo que menos le importa hoy en día es ser hombre o mujer. Pero no se corta un pelo cuando dice: “¿Acaso un hombre que pierde los genitales por una bomba deja de ser hombre? ¿Acaso si te sientes atraído por otros hombres dejas de ser varón? ¿Por qué no hormonarse en sentido contrario, para acercarnos a la masculinidad que denota nuestro cuerpo? Yo no impongo nada, sólo hablo desde mi opinión y mi experiencia. Esto no me lo pueden prohibir”.

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