Sindicalistas que despiden empleados de su sindicato. Tradicionalistas que se visten de vampiros en Jalogüín. Feministas que amenazan a mujeres. Banqueras podemitas. Varones que menstrúan.
No hay nada fijo, salvo los impuestos. Cada vez más y con nombres más largos: impuestos verdes, impuestos solidarios con los mayores, impuestos respetuosos con el medio ambiente, impuestos anti-covid…
Entonces, ¿por qué no puede haber vegetarianos de chuletón en fin de semana? Es lo pertinente a estos tiempos en que el compromiso y la palabra dada, sea en el matrimonio o sea en los negocios, equivale a papel mojado.
Nada obliga al ‘ciudadano del mundo’. Ni la biología, ni el amor, ni la palabra, la familia, ni la patria, ni la religión
Anne Igartiburu, que volverá a presentar las campanadas de Nochevieja, ha declarado en una entrevista que es vegana, aunque sin fanatismo: “Como curiosidad, yo todos los años llevo un menú especial hasta allí. Consiste en tortilla de patatas y, aunque soy vegana, esa noche como jamón”.
¡Qué fuerza de voluntad!, ¡qué liberación de los instintos!, ¡qué seriedad! Se es vegano hasta que aparece bandeja con el jamón. O musulmán hasta que se escancia el rioja. O casado fiel hasta que irrumpe en la oficina la veinteañera despampanante.
Si la voluntad, afirma Gómez Dávila, le fue “concedida al hombre para que pueda negarse a hacer ciertas cosas”, hoy parece que sólo sirve para buscar excusas para romper acuerdos, declaraciones y contratos. Ya no se invoca al “maldito Cariñena” como hizo don Mendo para justificar su ruina jugando a las siete y media, sino a la tolerancia, al ambiente, a la comprensión, a la transigencia, al pragmatismo, a las modas, a los cambios sociales, al “te podría pasar a ti”…
¿Por qué no se dejan en blanco en el DNI los espacios de la foto, la edad y el nombre de pila? ¿No podemos cambiar de nombre y de edad “sin explicación alguna”?
En su campaña imparable para adaptar a la sociedad a los planes de los plutócratas y de la ONU, El País dedicó un reportaje a miembros de la nueva tribu de los ‘no binarios’, en el que se presentaba a Vero: “Nació con vulva, pero se siente ambivalentemente mujer y hombre. Varía entre uno y otro en función de la compañía, del tema de conversación o sin explicación alguna. Simplemente fluye, de ahí su género: fluido”.
¿Por qué no se dejan en blanco en el DNI los espacios de la foto, la edad y el nombre de pila? ¿No podemos cambiar de nombre y de edad “sin explicación alguna”? Por ejemplo, yo empiezo a sentirme como si hubiera cotizado durante cuarenta años a la Seguridad Social. Negarme mi pensión, ¿no es una agresión basada en la discriminación del calendario patriarcal?
Nada es permanente y nada obliga. Ni la biología, ni el amor, ni la palabra, ni la familia, ni la patria, ni los dogmas de la religión. Todo es voluble y cambiante. Tal es nuestro tiempo, constituido por dioses débiles, como diría Ronald Reno. En cambio, ¿se imagina usted a San Jerónimo o San Patricio abandonando su cueva un par de veces al mes para ir a la ciudad a darse un baño y una comilona?
Gómez Dávila: “Ser aristócrata es no creer que todo depende de la voluntad”
Ellos, los miembros de la casta y sus bufones, pueden permitirse ser veganos a ratos o tener un 4×4 descomunal y contaminante, como Lady Gaga, o enviar al hijo a un colegio privado para hacer contactos, porque están en el lado correcto de la historia y, por eso, son los mandarines que nos pueden regañar a nosotros.
Pero a usted, amigo lector, dentro de poco, con la excusa del bien de la humanidad y del planeta, el Poder le dirá que coma bichos y que se inyecte un compuesto con elementos que modifican su ARN y del que no se puede saber el precio.
Última cita del año, de nuevo de Gómez Dávila: “Ser aristócrata es no creer que todo depende de la voluntad”… o del capricho.
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