El presidente Pedro Sánchez, echa mano del 'francomodín' siempre que tiene problemas. Y tiene inflación de ellos...
Sánchez, echa mano del 'francomodín' siempre que tiene problemas. Y tiene inflación de ellos...

Pedro Sánchez ha anunciado, a bombo y platillo, que en 2025 el Gobierno va a celebrar, con cien actos, el 50 aniversario de la muerte de Franco. Se quiere poner la medalla de luchador antifranquista -a pesar de que en 1975, no había cumplido los cuatro años-; y de vencedor de la Guerra Civil -a pesar de que esta había acabado treinta y tres años antes-.

Solo le falta firmar el parte de guerra:

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“En el día de hoy, cautivo y desarmado Franco y el franquismo, las tropas de Sanchez han alcanzado sus últimos objetivos. La guerra ha terminado”.

Esto es lo que Zapatero quería al desenterrar el fantasma del guerracivilismo y Sánchez ha culminado, primero sacando al Generalísimo del Valle de los Caídos y ahora decretando el fin de la guerra. Una guerra que perdieron por las armas, pero que han ganado con el relato, casi un siglo después. ¿Por qué lo ha hecho Sánchez?

Porque necesitaba un relato legitimador. Sánchez carece de legitimidad, porque llegó al poder por un atajo -legal sí, pero atajo-, como Zapatero llegó por otro, tras el atentado del 11-M, y la campaña de agit-prop de Rubalcaba. Y la poca que tenía la perdió por ir de la mano de golpistas y proetarras; blanquear a delincuentes mediante la ley de amnistía; ser cómplice, por omisión, de la muerte de más de 50.000 españoles durante la pandemia del covid y de otros más de 200 (y de la pérdida de miles de hogares y negocios) con la DANA; y por atentar contra la división de poderes, al amenazar a los magistrados.

Muy democrático todo eso no es; se parece más bien a una autocracia. Así que era preciso marcar distancias y presumir de héroe de la libertad, derrotando al dictador. El guerracivilismo nunca falla, como ya demostró el desastroso Zapatero. Ya lo dijo George Orwell en la novela 1984: “Quien controla el pasado controla el futuro”.

Manipulando la historia, con la ley de Memoria, Sánchez demoniza el franquismo y la transición e idealiza la II República, como si esta fuera un modelo de democracia que echó a perder la sublevación de Franco. Nada más lejos de la realidad. Desde que el Frente Popular ganó fraudulentamente las elecciones de febrero de 1936, los Gobiernos de la II República fueron títeres de Stalin, en parte, por el interés de la URSS por controlar el régimen y en parte por el inocultable perfil totalitario de dirigentes como Largo Caballero (del PSOE, el mismo partido de Sánchez), conocido como el Lenin español, o de débiles marionetas controladas por Moscú como Juan Negrín (también del partido de Sánchez), que permitió la tortura y muerte de Andreu Nin, líder del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), a manos de agentes soviéticos. ¿II República dice usted?

La persecución religiosa no tuvo precedente en Europa occidental: más de 6.800 sacerdotes y religiosos fueron asesinados; las monjas expulsadas de los conventos o violadas; las momias de los cementerios desenterradas. Las represalias de la zona frentepopulista costaron la vida a más de 60.000 españoles. ¿Modelo de democracia? Para El País, sí. Acaba de hacerse eco de una investigación académica sobre la violencia anticlerical en la Guerra Civil que justifica lo injustificable: afirma que los curas eran aniquilados no por odio, sino por “razones estratégicas”, porque al estar vinculados a patronales agrarias católicas y de derechas eran un “amenaza bélica”. Claro que el tal trabajo académico está financiado por la Secretaría General de Memoria. Las piezas encajan.

Pero sacar el espectro del franquismo le sirve a Sánchez para consolidar su permanencia en el poder y seguir ganando elecciones. España va en caída libre por la pésima gestión económica y por la liberticida gestión política, pero Sánchez tira de la doble anilla y el paracaídas se abre siempre a tiempo. La anilla del apoyo -interesado- de los socios separatistas y proetarras; y la anilla del miedo al facherío que llegará si él se va. ¿Qué facherío? ¿Vox?, ¿con 21 diputados?, ¿el PP? ¿Y qué es el PP?, sino un magma descafeinado, inodoro, incoloro e insípido, que presa de complejos freudianos se comporta con el Gobierno como un tembloroso apéndice, un obsequioso lacayo. Viendo actuar a Feijóo -o mejor dicho no actuar-, da la sensación de que es aún más espectral que el fantasma de Franco. Tan evanescente que se diría que no tiene existencia real, sino que es un producto de la imaginación del PSOE.

Así que ya saben. Cautivo y desarmado Franco, las tropas de Sánchez han alcanzado sus últimos objetivos. En concreto, el último objetivo de este nuevo dictador es llegar al 2027 y agotar la legislatura. No es mucho tiempo, comparado con los 40 años de Franco, pero se nos va a hacer eterno…

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Nacido en Zaragoza, lleva más de 30 años dándole a las teclas, y espera seguir así en esta vida y en la otra. Estudió Periodismo en la Universidad de Navarra y se doctoró cum laude por el CEU, ha participado en la fundación de periódicos (como El Mundo) y en la refundación de otros (como La Gaceta), ha dirigido el semanario Época y ha sido contertulio en Intereconomía TV, Telemadrid y 13 TV. Fue fundador y director de Actuall. Es coautor, junto con su mujer Teresa Díez, de los libros Pijama para dos y “Manzana para dos”, best-sellers sobre el matrimonio. Ha publicado libros sobre terrorismo, cine e historia.