Entre los pocos edificios que se salvaron en 2005 de la devastación del huracán Katrina en Nueva Orleáns está el Museo de la Segunda Guerra Mundial. Dicho museo, que entonces no tenía nada de particular, ha cobrado fama recientemente por un hallazgo de esos que tocan la fibra sensible.

Se trata del diario de un joven marine, Thomas Jones, que murió durante la batalla del Pacífico combatiendo contra los japoneses en la isla de Peleliu, en 1944. El diario en cuestión estaba expuesto abierto, con la primera página al descubierto. En ella podía leerse una breve anotación, en la que nadie parecía reparar. Hasta hace unos meses.

Algunas personas creen que La Sexta da información.

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En mayo, durante una vista de grupo, una anciana se detuvo frente a la vitrina donde estaba expuesto. Tras un rato mirándolo, se le llenaron los ojos de lágrimas

La historia de Thomas Cotton Jones es la de tantos y tantos jóvenes que se alistaron en la flor de la vida al inicio de la Segunda Guerra Mundial, y que no vivieron para contarlo.

Algunos, sin embargo, escribieron sus vivencias. Ese fue el caso del cabo Jones, quien narró sus peripecias en un diario que le había regalado su novia, Laura Mae Davis. Se conocieron en el instituto; él, capitán del equipo de baloncesto; ella, animadora, y reyes ambos del baile de graduación. Muy yanqui todo. Y todo encajaría cual pastelazo de esos con que torturan a los niños en el Disney Channel los sábados por la tarde, de no ser porque se trata de un caso real.

El cabo Jones y Laura Mae Davis no llegaron a prometerse, aunque tenían intención de hacerlo al acabar la guerra. En el diario, aparecen numerosas reseñas afectivas a ella y una petición expresa: si caía, quien encontrase el diario debería entregárselo “a la mujer que quiero: Laura Mae Davis”.

Sin embargo, Jones murió en 1944 y su diario acabó en el museo de Nueva Orleáns. En mayo, durante una vista de grupo, una anciana se detuvo frente a la vitrina donde estaba expuesto. Tras un rato mirándolo, se le llenaron los ojos de lágrimas y pidió hablar con el conservador del museo. Le dijo que necesitaba tener en sus manos aquel diario, y tenía una razón de peso: ella era su legítima propietaria.

Para probarlo, le dijo al conservador que lo abriese por la última página y que comprobase si allí decía: ”Para Cotton, con todo mi amor. Laura”. Y así era. Casi 70 años después, Laura Mae Davis visitaba por casualidad el museo donde se guardaba el diario que ella había regalado a su novio antes de que éste partiera a la guerra.

El tiempo pone las cosas en su sitio y actualmente la vitrina donde antes estaba el diario contiene en su lugar una foto del mismo sostenida por Laura Mae. El museo se lo entregó, con 7 décadas de retraso. Pero al menos, la última voluntad de Cotton pudo cumplirse gracias a que su “chica” no lo había olvidado.

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